martes, 31 de mayo de 2016

Loco Amor / Capítulo 1




Fanfic de la trilogía “Mi Hombre”.
Historia original de la autora Jodi Ellen Malpas.



CAPÍTULO 1


Todos los días lo mismo, mi vida es una mierda, no hay ilusión, no hay amor... tengo dinero, mujeres lujo, pero no siento nada.  Esto es vivir por vivir.  Me siento solo.  Lo único que me queda es darme mis gustos de vez en cuando.  Quiero mudarme ya a mi nueva adquisición, mi apartamento lleno de mierda italiana, pero decorado exquisitamente.  Sí, aquel sitio cumple con el sueño de cualquier ser humano.
De hecho, recuerdo que cité a la decoradora para hoy, es demasiado buena, es justo lo que necesito para las nuevas habitaciones: lujo extremo.  Y eso es justamente lo que en ellas se va a hacer.
Voy en mi Aston Martin a toda velocidad y ya diviso el hotel, se ve todo tranquilo.  Veo en la entrada a John, el "grandote", mi amigo de años en quien puedo confiar, que conoce mi vida, no me juzga y siempre está a mi lado.  De verdad, es mi amigo.
-Jesse -dice John.  
-Hola, John.  ¿Cómo está todo?
-Todo tranquilo, solo espero la orden del día.  ¿Hay que hacer algo urgente?
-Por ahora, solo espero la visita de la señorita Ava O'Shea de Rococo Union.  Es una decoradora de interiores.
-¿Por fin te decidiste?  
 -Siempre estuvo pendiente, amigo, solo esperaba a la decoradora correcta y creo que ya la encontré.  Lo único que espero es que no sea difícil o una vieja amargada.
-Ja, ja, ja, tú sabrás aplacarla, cabrón, ja, ja, ja.
-¿Tú crees? -Le sonrío con picardía mientras entro al hotel.  En él hay poca gente, solo unos cuantos empleados a cargo de la limpieza-.  John, que me lleven mi desayuno a la oficina.  Tostadas, huevos, café expreso y un jugo de naranja, por favor. 
-Ok. La decoradora llega a las 12.
Pasan las horas.
-Tranquilo. -"Ya son las 11:40", pienso, mirando mi Rolex.  ¡Tanta factura!  ¿Dónde coño está Sarah?
Me jalo la corbata de un tirón y me la dejo floja, siento que me ahogo.  ¡Mierda!  Necesito un trago.  Veo de nuevo el reloj, tengo ansiedad y, de pronto, siento unos golpes en la puerta de la oficina.  Es John. 
-Jesse, la señorita O'Shea de Rococo Union.
-Perfecto.  Gracias, John.
Mi voz está ronca.  Ya quiero mi puto trago.  Sarah es la que debería estar haciendo esto, para eso le pago.  Y cuando levanto la vista casi me ahogo.  ¿Qué carajo?  Obligo a mi cuerpo y me levanto poco a poco, consciente de de que su mirada se eleva conmigo.  ¿Es ella?  ¿Es ésta la mujer que llenó mi nuevo apartamento de mierda italiana? (Mierda italiana que infló mi nueva casa en otro millón de libras más.)
Es joven, demasiado joven.  Empiezo a caminar alrededor de mi escritorio mirándola casi que, fijamente, al igual que lo hace ella conmigo.  ¡Oh sí!  Está afectada, pero... ¡No me jodas, yo también!  Mis piernas se mueven, pero casi no las siento.  Coño, debería haberme afeitado.  ¿Me veo más viejo?  Tengo barba de tres días.  ¡Jesús!  A medida que me acerco más bella la veo, su cabello largo y oscuro cae en cascada más abajo de sus hombros.  Veo su pequeña figura perfecta pidiendo a gritos que ponga mis manos sobre ella, por todas partes.  ¡Mierda! Quiero hundir mis manos en su pelo, en sus senos... ¡Dios, qué ojos!  Son de un hermoso color chocolate.  Y qué decir de esos labios perfectos creados para besarlos y de sus senos... Me pregunto ¿Cuántos años tendrá?  ¿20?  ¿Muy joven para mí?  Me veo bien para mi edad.  Sé muy bien que me veo muy bien para mi edad.  ¿Ella lo pensará también?  Cada maldita mujer en el planeta piensa que me veo bien, así que ¿por qué ella va a pensar diferente?
Por Dios me come con la mirada, evalúa cada parte de mí, siento sus ojos correr por todo mi cuerpo, me desnuda.  ¿Debería quitarme la camisa para que vea bien lo que se puede llevar y así, confirme lo que está pensando?
John dijo O'Shea.  Eso quiere decir que no está casada.  Y no es que me importe.  ¿Qué diablos voy a hacer?  ¡Coño, yo sé lo que quiero hacer!  Quiero tirarla sobre mi escritorio y, poco a poco, arrancarle ese vestido de su cuerpo, ver más de cerca esos ojos y escuchar su temblorosa respiración.  Debo sonreírle, debo sonreírle.  Es una de mis armas, pero no me siento seguro.  ¿Estarán fallando mis armas? Las cuales son como imanes para las mujeres cuando quiero que trabajen mejor.
Finalmente, levanto mi brazo y le ofrezco mi mano, le doy tres segundos para que la tome, 3, 2, 1, cero, nena.  Poco a poco, me inclino hacia adelante y le agarro sus hombros.  Mi cara va directo a su piel lisa, tersa, hermosa.  ¡Dios mío, huele muy bien!  Siento que se tensa bajo mi tacto y me río para mis adentros.  ¡Ja!  ¡La tengo!  La miro a los ojos.
-¿Estás bien? -Le sonrío mientras levanta esos impresionantes ojos color chocolate hacia los míos.  Está muy afectada. De repente, parece salir de su trance y da un paso hacia atrás haciendo que mis brazos caigan a los lados.  Gime y dice...
-Ava, mi nombre es Ava. 
Acto seguido, levanta su mano hacia mí y al hacerlo siento que estoy sudando y temblando como un idiota.  Realmente, tengo que dejar de beber.  
Tomo su mano y la aprieto un poco y siento un corrientazo seguido de un zumbido en mis oídos, y la corriente vuela por mi brazo y se clava en mi corazón sintiendo un palpitar violento.  ¿Qué diablos fue eso?  ¡Vete a la mierda!  Tengo un corazón de mierda.  
-Ava -repito su nombre que se siente ya natural en mis labios.  ¡Oh Dios!  Necesito hacerla gritar cuando esté dentro de ella.  Quiero hacerla gemir, llorar de placer.  Ella solo me mira.  ¿Esta hermosa mujer me está mirando, maldita sea, y solo quiero hacerla mía.  Sonrío para mis adentros.  ¡Oh sí, señorita!  Usted va a ser mía.  ¡MÍA!
-Gracias, John. -El grandote me da una sonrisa.
-Por favor, toma asiento.  ¿Puedo ofrecerte algo de beber?
-No, gracias - me dice.
-¿Agua? -Le sonrío al preguntarle.
-Por favor. 
-¿Ava? -Le extiendo un vaso.
-Muchas gracias.
Noto que le tiemblan las manos. Me siento en otro sofá al frente de ella y la observo.  Ella no me mira. 
 -¿Por dónde empezamos? -le pregunto, mirándola y sonriéndole por encima de la botella.  Sí, nunca falla esa técnica.
-Supongo que debería contarme por qué estoy aquí.
Me desconcentro.
-¿Pidió que viniera yo en concreto?
-Sí -le respondo.
-¿Puedo preguntar por qué?
-Puedes -suelto la botella y no digo nada más.
-Vale.  ¿Por qué?
-He oído hablar de ti. -Pienso "¡bendito informe!".  Noto que se ruboriza.
-Gracias, pero... ¿Por qué estoy aquí?    
-Pues, para diseñar. -Intento burlarme de ella.
-¿Diseñar qué? -pregunta-.  Por lo visto, todo está perfecto.  Estoy segura que no quiere que modernice este lugar tan encantador.  Quizás, no sea mi fuerte, pero reconozco las cosas con clase cuando las veo. 
-Gracias -Me ha encantado lo que ha dicho-.  ¿Has traído tu portafolio?
-Por supuesto. 
Me lo pone en frente de mí, pero me levanto, rodeo la mesa y me siento a su lado.
-Ees muy joven para ser una diseñadora consumada -le digo mientras observo sus trabajos.  De pronto, me dice...
-¿Qué edad tiene?
Pongo cara de póker y le respondo "21".  Ella se sonríe con sorna.  La observo extrañado.  
-Esto me gusta mucho -le señalo una foto del Lusso.
-No estoy segura si lo que hice en el Lusso funcione también aquí.
-Tienes razón, solo digo que me gusta mucho.
-Gracias.
La pongo nerviosa, eso está bien. 
-¿Dónde está el servicio?
Me levanto rápido y retrocedo para darle paso, pero no mucho, quiero sentirla.
-Cruzando el salón de verano a la izquierda. -Me sonrío.  ¡Dios, está hecha un manojo de nervios y eso me encanta!
-Gracias.
Me quedo parado mientras pasa por mi costado casi pegada a mí.  Mi madre, ¡qué subidón!  Se aleja y me quedó admirándola.  Tiene un culo delicioso, piernas perfectas y hermosas.  Esta chica es escultural, ¡es divina!  ¡Dios, cómo se mueve!  Voy a enloquecer, es demasiado hermosa.
Aprovecho que sale y busco su móvil.  Cuando lo encuentro le registro mi número telefónico y mi nombre.  Tengo que hacer lo posible por volver a localizarla.  Al rato, toca la puerta.  Entra, le sonrío, esta arma no me puede fallar, siempre es letal.  Me echo hacia atrás para que se vuelva a sentar donde estaba, pero se sienta en frente de mí.  La observo con detenimiento.
-¿Te sientes bien?
-Sí.  ¿Quiere mostrarme dónde se encuentra el futuro proyecto para que podamos hablar de los pormenores?
¡Diablos!  Cambió de rumbo.


-Claro -le digo.  Voy a mi escritorio para llevarme mi móvil.  Me adelanto, le abro la puerta y le hago una reverencia, burlándome de ella.  Me sonríe como si nada y le pongo la mano en la cintura cuando estoy a su lado para así guiarla.  Coño, ¿de qué va esto?  Mi mano la siento caliente.  Tengo que controlarme, pero me divierte su reacción.  Al rato, se aleja un poco.  Le señalo el exterior, el césped de las canchas de tenis y le pregunto:
-¿Sabes jugar?
-No.
Le sonrío.  Ella también me sonríe y dice...
-¿Y usted?
-No me importa jugar de vez en cuando, pero me van más los deportes extremos.
-¿De qué clase?
-Snowboard, sobre todo.  Pero he probado el Rafting en aguas rápidas, el Puenting y el Paracaidismo.  Soy un poco adicto a la adrenalina -"Y ahora a ti, mujer", pienso-.  Me gusta sentir la sangre bombeando en mis venas. -Me quedo mirándola.  ¡Dios, es un placer para la vista!
-Extremos -me dice.
-Muy extremos -le respondo-.  ¿Seguimos?
-Sí, por favor.  
Nos dirigimos hacia el bar.  Saludo a mis amigos dándoles palmaditas en sus hombros.
-Chicos, les presento a Ava.  Ava, estos son Sam Ketl y Drew Davies.
-Hola. -Les sonríe a ambos.
-Bienvenida a la catedral del placer.  ¿Puedo invitarte a una copa?
Les abro los ojos, advirtiéndoles, y sacudo la cabeza, así entienden al instante que deben callarse.
-No, gracias -les responde Ava.
-¿Jesse?
-No, gracias.  Le enseño a Ava la ampliación.  Va a encargarse del diseño de la decoración. -Les sonrío.
-Ya era hora, nunca hay habitaciones libres -gruñe Drew.  Me preguntaron por los deportes y les respondo con una sonrisa en mi cara, pero siempre mirando a Ava, quien me devuelve la sonrisa y en un momento dado nuestras miradas se entrelazan, pero ella retira la vista. 
-¿Continuamos? -le pregunto.
-Sí -me responde aún sonriendo.  ¡Jesús!  Es bella y más a plena a luz del día, parece un ángel.  Ava se despide de los chicos.  Ellos, a su vez, levantan las botellas antes de seguir su conversación.  Sigo dirigiéndola y se me adelanta.  Me alegro que sea así porque puedo ver los movimientos de ese culo delicioso.  ¡Mi madre!  ¡Ésta mujer me va a matar!
-Y ahora la atracción principal -empiezo a subir las escaleras-.  Éstas son las habitaciones privadas -Le señalo varias puertas-.  Ésta es la ampliación.  Aquí es donde necesito tu ayuda.  
-¿Es todo nuevo? -quiere saber.
-Sí.  De momento son cascarones vacíos, pero estoy seguro de que le pondrás remedio.  Te las enseñaré. -La tomo de la mano y tiro de ella.  ¡Mi Dios!  ¿Por qué tiemblo y sudo?  Nunca me había pasado esto.  Ella tiembla también y le sonrío para que se dé cuenta de que lo sentí.  Hay una fuerza demasiado electrizante entre los dos.  ¿La sentirá?  ¿Se dará cuenta de ella?
-¿Son todas tan grandes? -Se esfuerza en que la suelte.  
-Sí -le respondo.  Sale del baño y me quedo embobado mirándola, con mis manos en los bolsillos.  No puedo apartar la vista de su figura.
-No estoy segura de ser la persona adecuada para este trabajo.
-Creo que tienes lo que quiero. -¡Vaya que sí lo tiene!  Es perfecta.  ¿Qué me está haciendo esta mujer?  ¿Qué me pasa?  
-Lo mío siempre ha sido el lujo moderno -Mira la habitación y vuelve a posar esos ojazos en mí-.  Estoy segura de que quedará más satisfecho con Patrick o con Tom, ellos se encargan de nuestros proyectos de época.
-Pero te quiero a ti.
-¿Por qué?
-Tienes pinta de ser muy buena. -"Buenísima", pienso.
-Especificaciones.
Sonrío.  
-Sensual, íntimo, lujoso, estimulante, reconstituyente. -La miro para ver su reacción.  De inmediato, frunce el ceño.
-Vale.  ¿Hay algo en particular que deba incluir?
-Una cama grande y muchas aplicaciones de pared.
-¿Qué clase de aplicaciones?
-Grandes, de madera.  Ah, la iluminación tiene que ser la adecuada.
-¿La adecuada para qué? -formula, confundida. 
-Para las especificaciones, claro. -Le sonrío enseguida cuando levanta la vista, viendo las vigas.
-¿Las hay en todas las habitaciones?
-Sí, son esenciales -le respondo con voz suave y seductora.  Ella anota algo, rápidamente.
-¿Hay algún color en particular que deba evitar o incluir? 
-No.  Puedes volverte loca.
-¿Perdón? -me dice, levantando el rostro muy asombrada.  Le sonrío aún más.
-Me refiero a que puedes hacer lo que quieras.
-¿La cama de algún tipo en particular? -prosigue.
-No.  Solo que sea muy grande. -"Para rodar contigo y hacerte mía hasta que consiga hacerte gritar.¡Coño, mi polla parece que ha dado un salto!
-¿Qué hay de los tejidos?
-Sí, muchos tejidos -Y comienzo a dirigir mis pasos hacia la puerta-.  Me gusta tu vestido -añado en un susurro.  Ava me da las gracias y empieza a caminar rápido, como si estuviera huyendo.
-Ya tengo todo lo que necesito.  Le prepararé algunos bocetos.  
Va muy rápido.
-Espero noticias tuyas, Ava. -Le tiendo la mano, me da la de ella.
-Tiene un hotel encantador.
Creo que no consigo disimular mi asombro.   
-Tengo un hotel encantador -repito, sintiendo otra vez el corrientazo.  Al instante, termina retirando su mano casi con brusquedad-.  Ha sido un placer conocerte, Ava, de verdad -le digo con vehemencia y desde el fondo de mi alma-.  Un verdadero placer.
-Lo mismo digo -me responde.
La miro fijamente y se me ocurre ser algo caballero.  Saco una cala del jarrón que está en el mueble de la entrada, contemplándola.
-Elegancia sencilla -pronuncio, regalándosela.
-Gracias -susurra, recibiéndola.   
La miro más de cerca y añado...
-De nada. -Le observo los labios.  ¡Joder!  Quiero besarlos, quiero chuparlos, lamerlos, quiero... ¡Dios!  De pronto, aparece Sarah.
-Por fin te encuentro.  ¿Estás listo? -Contempla a Ava-.  ¿Y tú eres? -Formula cuando ella muy nerviosa le responde...
-Ya me iba.  Adiós. -Y sale corriendo.
¡Coño, siento deseos de salir corriendo detrás de ella!  ¡Contrólate, Jesse!  ¿Qué me pasa?  No soy un adolescente, pero salgo con rapidez solo para verla irse, casi babeando por estar con ella al interior de su carro.  Cuando ya no la veo, volteo, quiero ver el video de la cámara de vigilancia.  Pero tropiezo con John y le veo aquella sonrisa burlona alojada en su semblante, la que me demuestra, además, su diente de oro.
-Jesse, por favor, disimula -me dice.   
-¿Por qué coño voy a hacer eso?  ¿La viste, amigo?  ¿Viste a esa belleza?  La quiero, me encanta.  Es más, ¡me fascina!  ¡Quiero verla todos los putos días de mi vida! 
John suelta una carcajada, no creyéndolo, pero yo sí lo creo porque claro que voy a verla otra vez y de ser posible será mañana.  Porque esa mujer es MÍA... SOLO MÍA.

                                                                                                                            CONTINUARÁ...

**Por... Fanny Rebellón.