lunes, 6 de febrero de 2017

Loco Amor (Confesión) / Capítulo 12




Loco Amor (Confesión)
Fanfic de la trilogía “Mi Hombre”
Historia original de la autora Jodi Ellen Malpas.

CAPITULO  12

Han sido los mejores días de mi vida… Han sido perfectos. Me he sentido sobre las nubes, me he tomado mi tiempo para consentir a mi esposa como he querido.


Después de correr, llegar a la villa y verla desnuda, esperándome… Por todos los santos, esto es un placer de dioses, un verdadero paraíso. Luego, entre besos y caricias la llevo a  bañarnos, es una delicia restregarle todo su cuerpo, después secarla, y por ultimo alimentarla, ha sido todo un placer, ya que entre bocado y bocado la besaba de tal manera que me transportaba a mi cielo personal. Ella se dejaba hacer lo que yo quisiera, y lo más excitante fue verla cocinar completamente desnuda, moviéndose de un lugar a otro, se movía como una gacela ¡Divina! No pude evitarlo, siempre tenía mi polla en saludo firme. ¡Uf! Constantemente. Mi mujer tiene un cuerpo de infarto, los senos, ni grandes, ni pequeños, la medida justa, cintura pequeña, un trasero levantado, terso, liso, precioso, firme, y luego ver cómo lo mueve cuando camina. ¡Diosss! Se me paraban hasta las orejas… Las piernas blancas y perfectas cual pilares, parejitas preciosas, son de infarto, si lo sabré yo que me la paso metido entre ellas, todo en ella es precioso.
Cuando nos bañamos en la piscina, a ella se le ocurrió ponerse un diminuto hilo dental que ni loco dejo que se lo ponga en público, le queda tan impactante que de una tuve una erección. ¡¡Qué barbaridad!! Definitivamente, mi esposa es bella. Nunca me imaginé que yo tuviera esta capacidad de sentimientos tan intensos por una mujer, generalmente fui algo indiferente, nunca me comprometí con ninguna, solo disfrutaba del sexo, me divertían, luego quedaba harto, no quería ni que me tocaran, y eso que conocí mujeres bellísimas, pero vacías, fáciles, interesadas y algunas locas. A mí me tocó una que debería estar encerrada en un manicomio, muy peligrosa, y ni siquiera me gustaba, fue cosa de una sola vez, y eso bastó y sobró para desear no haberla conocido nunca en mi vida, aunque de esta relación hubo algo bueno, después son recuerdos muy amargos, gracias a Dios está bien lejos. Luego, mi vida dio un vuelco. El día que llego mi Ava a la mansión, ese día mi vida dio un giro de ciento ochenta grados, y para bien con todo y los muchos problemas que hemos tenido, ella me conoce, sabe quién soy y, sin embargo, me ama, y yo… Bueno, yo hasta mi vida daría por ella, si me tocara hacerlo. Adoro a mi esposa, cada día más y más, a veces siento que hasta me ahogo de tantos sentimientos por ella. Me siento feliz y pleno por sentirlos, ya no me siento seco, me siento con vida, como se lo dije a ella, que ese día mi corazón volvió a latir pero… Por ella solo por ella.
Es nuestro ultimo día en el paraíso, y no quiero irme, aunque va a estar siempre aquí esperándonos, el problema está en todo lo que nos vamos a encontrar en Londres, aun existe el peligro de que vuelvan a atentar contra Ava. Se ahora en adelante va a salir conmigo o con John, siempre va a estar vigilada, hasta que no se descubra quien es el maldito que le quiere hacer daño.
Termino de darme una ducha y cuando salgo veo a mi esposa tratando de pintarse las uñas de los pies, tiene papel higiénico entre los dedos, voy a ayudarla, hemos estado toda la mañana en contacto constante, ha sido una mañana maravillosa e inolvidable.
-Creía que habíamos quedado en que ya no ibas a pintarte las uñas ni a beber Whisky.
Levanta la vista y se queda mirándome de arriba abajo, Dios este embarazo le ha alborotado las hormonas a mi mujer, y no es que me queje. Me mira siempre con mucho deseo. Veo como deja de pintarse las uñas, se pone de medio lado sobre una almohada para poder deleitarse al mirarme.
-Tengo que pintarme las uñas de los pies -y agita el frasco de pintura-. No tardare, las manos ya las tengo hechas -me las enseña.
Me dirijo a ella, desnudo y gateando, me pongo de rodillas, cerca de sus pies.
-Déjame a mí -me coloco la toalla sobre mis muslos y cojo el pie y lo acomodo para poder pintárselo.
-¿Quieres pintarme las uñas? -me pregunta burlona. Le quito el esmalte de sus manos y comienzo con lo que más me gusta hacer con Ava, consentirla, pero voy a bromear un poco con ella.
-Será mejor que vaya practicando -le digo serio-. Pronto no llegarás.


Y como lo imaginé, lanza su pie para golpearme, aunque no llega, le sonrío y continúo.
-No quiero volver a casa -me dice, haciendo pucheros. Coño, yo tampoco, pero hay que hacerlo.
-Yo tampoco, nena -siente y piensa como yo, difícil que olvidemos estos días. Comienzo con mi trabajo de pintarle las uñas a mi esposa.
-¿Cuándo podremos volver aquí?
-Podemos volver siempre que quieras. Solo tienes que decirlo y te meteré en ese avión -le limpio con mi dedo la base de la uña y me aparto un poco para mirar mi trabajo. La miro. -¿Lo has pasado bien?
-Es el paraíso –responde-, continúa-, me dice señalándome con la cabeza su pie que tengo en mi regazo, me hace gracia cuando me habla autoritaria, y mandona.
-Sí, mi ama.
-Buen chico. -Veo como se relaja recostada sobre la almohada. -¿Qué pasará cuando lleguemos a casa?
Sigo pintando las uñas de sus pies y me tardo en responderle. Lo que vamos a encontrar son problemas y tengo que solucionarlos rápido, no quiero que Ava se entere o pase algún susto, en su estado es peligroso. Espero que Steve me tenga alguna respuesta o me cabrearé mucho. Quiero resolver todo problema para poder estar con Ava, cuidándola, no pienso dejarla, quiero vigilarla, consentirla, ella tiene dos vidas dentro de ella, se que van a haber momentos no muy agradables, pero tengo que estar a su lado para ayudarla. Por ahora, voy a sacarle esas ideas que bullen en su cabecita en este momento.
-Lo que va a pasar es que vas a volver al trabajo y vas a cumplir de una vez tu promesa de poner a Patrick al tanto sobre Mikael -la miro y se hace sueca.
-¿Crees que fue Mikael quien te robo el coche?
-No tengo ni puta idea, Ava -Tomo su otro pie-. Estoy en ello, así que no quiero que tu preciosa cabecita se preocupe por eso.
-¿Qué significa que estás en ello? -me pregunta y no quiero responderle a eso. Ella no debe preocuparse, yo me encargo, así que la miro fijamente, advirtiéndole que no pregunte. Ella me aguanta la mirada.
-Fin de la historia -le respondo, y me agacho para terminar con el trabajo que me he impuesto, y me encanta hacerle esto. Amo consentirla.
-Ya está -cierro el frasquito de pintura. Hasta yo estoy sorprendido de mi obra maestra.
Ella levanta su pie y lo mira
-No está mal.
-¿Cómo que no está mal? Lo he hecho mejor que tú, señorita -me pongo de pie-. Tienes mucha suerte de tenerme.
-¿Y tú no tienes suerte?
-Yo tengo aun más suerte -le guiño un ojo.
-Vamos señorita. Salgamos a explorar -quiero hacerle unos cuantos regalos, aunque sé que ella no me va a pedir nada, es parte de su independencia, y no es ni pizca de interesada, pero yo estaré vigilándola con lo que le gusta, y se lo compro.
Vamos hacia los puertos, y llegamos donde está el control de seguridad para poder acceder. Bajo la ventanilla, muestro mi tarjeta de plástico a la pantalla y las puertas se abren de inmediato.
-¿Dónde estamos? -me pregunta Ava.
-Esto es el Puerto, nena. -Entro despacio y giro hacia la zona peatonal. Ava mira todo asombrada y pela los ojos cuando ve los carrazos que hay en este lugar, este sitio es para la gente con dinero. Vemos Mercedes, BMW, Bentley, Ferrari y más Aston Martin. Luego, abre más sus ojos cuando ve los yates.


-¡Joder! -dice mientras me estaciono.
-Ava, por favor, esa boca. -La miro molesto, ese lenguaje en una mujer es espantoso.
Estiro mi mano para ayudarla a salir, ella no les quita los ojos a la gran cantidad de yates que tenemos al frente.
-Por favor, no me digas que uno de esos es tuyo -me mira con sus ojos muy abiertos.
Sonrío poniéndome los lentes de sol.
-No, lo vendí hace muchos años.
-Pero… ¿Tenias uno?
-Sí, pero no tenía ni puta idea de navegar con ese trasto -le cojo la mano y nos alejamos del lugar.
-¿Y para qué te lo compraste? -me pregunta, mirándome.
Me encojo de hombros, no quiero hablar de eso en este momento, quiero alejar todos esos recuerdos. Así que voy a intentar desviar el tema.
-Por ahí está Marruecos. -Ella mira.
-Qué bonito -y me lo dice con sarcasmo, se dio cuenta que no quiero seguir hablando del tema.
-El sarcasmo no te pega, señorita -y pasó mi brazo por sus hombros y le muerdo suavemente su oreja.- ¿Qué te apetece hacer?
-Vamos a perdernos.
-¿A perdernos?
-Si, a dejarnos llevar -la miro divertido, ella y sus maneras de hablar me hacen gracia. -A ver adonde nos llevan los pies.
Le sonrío feliz de hacer esto con ella.
-De acuerdo. Esto va a ser como lo de Camden.
-Exacto. Como lo de Camden, pero sin los sex-shops. -Me río.
-Bueno, hay muchos sex-shops por las calles secundarias. ¿Quieres ir?
-No, gracias. -Sé lo que está pensando, en ese entonces se molestó un poco, por esa mujer que me bailó vestida en cuero, fue muy descarada.
-No te gustaría eso, ¿verdad?
Le agarro la barbilla y tiro de su cara para que me mire.
-Ya te lo he dicho. Solo hay una cosa en este mundo que me pone, y me encanta verla de encaje.
-Bien -me responde.
Le beso la frente y olfateo su pelo, huele delicioso. Amo su aroma.
-Venga, señora Ward. Vamos a perdernos.
Ya hemos pasado unas cuantas horas de tienda en tienda, y le he hecho unos cuantos regalos, pero como lo pensé, he tenido que estar mirándola, para ver qué es lo que le gustaba y sin oportunidad a pataleo se los compraba, pero más que nada lo que encantaba eran sus agradecimientos, los esperaba como agua para un sediento, se me tiraba encima besándome como si se fuera a acabar el mundo, ¡Los amé! Las vendedoras solo babeaban. Me encanta regalarle muchas cosas, quiero que sea la mejor vestida, que tenga las mejores carteras y zapatos y sus accesorios, me gusta verla cuando se está vistiendo, es tan femenina y hermosa,  se merece lo mejor, y yo estoy dispuesto a dárselo siempre. De todo lo que le regalé, lo que más me gustó darle fue un bolso, nada más verle su carita y el cómo le brillaron los ojos cuando lo vio, fue el mejor indicativo que fue amor a primera vista por ese bolso, y la verdad era hermoso, ese fue el mejor y más delicioso de los besos.
Ya terminamos con las compras y voy cargado, me faltan manos para cargar tanta cosa, así que lo mejor es llevarlos hasta el carro.


-Voy a dejarlas en el coche. Espérame aquí. -la dejo en la zona peatonal, ella se queda untándose algo en sus labios. Cuando regreso la levanto en el aire, ella da grititos de deleite mientras la tengo en mis brazos.
-Joder, te he echado de menos. -y pego mis labios a los de ella, hay mucha gente cerca, pero me importa un coño, hago lo que quiero-. Mmmm… sabes bien- Y sigo dándole besos, ella sonríe, mirándome los labios.
-Si quieres llevar pintalabios hazlo como es debido -y sin más levanta su brazo con la barrita entre sus manos y me lo unta-, mejor sonríe. Estás incluso más guapo así.
-Seguro que sí -y pego mis labios para que se extienda mejor la crema-. Vamos, tengo que alimentar a mi esposa y a los cacahuates.
La pongo en pie y trato de acomodarle los tiritos de su vestido, es amarillo, se ve preciosa, y más aun por el bronceado que tiene.
-Hay que ajustar esto.
Aparta mis manos y echa a andar, acomodándose los tirantes, camino detrás de ella gruñéndole molesto al ver como se aleja sin mí.
-¿Adónde vas a llevarme a comer? -me pregunta y sigue caminando, hasta que la tomo de las muñecas y tiro de ella.
-No te alejes de mi -le digo cabreado y ella está con su sonrisita mamona. -Y ya puedes ir borrando esa sonrisa de tu rostro. -Y me pongo a ajustarle los tiros. Diablos, cuando se quiere poner insufrible lo hace por triplicado, coño, le encanta sacarme de quicio. Mejor. -¿Y toda la ropa que te compre?
-En casa -me dice tan tranquila. Coño, con razón se ha puesto puros taparrabos, pues se dobla un poquito y se le vería hasta el alma.
-¿Por qué te empeñas en ser tan imposible?
-Porque soy consciente de que te saca de tus casillas -lo dicho le encanta provocarme.
-Disfrutas volviéndome loco.
-Te vuelves loco tu solito- y se ríe-. No necesitas ayuda para eso, Jesse. Ya te lo he dicho no vas a decirme que puedo llevar y que no.
La miro molesto.
-No, tú me vuelves loco -le repito.
-¿Y qué vas a hacer? -me pregunta alzada-. ¿Divorciarte de mí?
-¡Esa puta boca!...
-¡Pero si no he dicho ningún taco! -habla riéndose.
-¡Sí que lo has hecho! Has dicho la peor palabra que existe. Te prohíbo que la digas.
Se carcajea.
-¿Qué me lo prohíbes? -me cruzo de brazos, cabreado. Esa palabra es horrible.
-Sí, te lo prohíbo.
-Divorcio -dice susurrando juguetonamente.
-Tienes una actitud muy infantil.
-¿En serio? Dame de comer.
Ahora el que se ríe a carcajadas soy yo. Y lo hago sacudiendo mi cabeza.
-Debería dejar que te murieras de hambre y recompensarte con comida cuando hicieras lo que se te dice -la cojo por los hombros, haciéndola girar sobre sus talones, guiándola hacia un restaurante en la orilla de la playa-. Voy a darte de comer aquí.
Nos atiende un español muy amable y nos da una mesa en la terraza.
-¿Qué quieren beber?
-Agua, gracias. -La siento y luego lo hago yo enfrente de ella, y le paso el menú-. Las tapas son fantásticas.
-Elige tú -me devuelve el menú. -Seguro que elijes bien -La forma en que me habla, me indica que quiere pelea, pero ya voy a parar esto, no quiero pelea, la quiero relajada, la miro pensativo y no le digo nada.
-Gracias -le hablo con lentitud.
-De nada -y se sirve el agua, se ve sedienta, pues se bebe el vaso rápidamente.
-¿Tienes sed? -le pregunto preocupado, ya va para el segundo vaso-. Ten cuidado -le advierto-, podrías ahogar a los pequeños.
Se atraganta por la risa y descarga su vaso sobre la mesa.
-¿Quieres dejar eso ya?
-¿El qué? Solo estoy mostrando preocupación de padre. -finjo sentimiento.
-Crees que no soy capaz de cuidar de nuestros hijos, ¿verdad?
-En absoluto -le hablo sin convicción, y no la miro a los ojos.
-¿Qué coño crees que voy a hacer? -la miro, y mi rostro algo debe decirle que al momento se pone sensible. Ni una palabra ¡Diablos! yo no he dicho nada. Y sus ojos comienzan a llenarse de lágrimas, ella se siente culpable por sus pensamientos con respecto a su embarazo, eso es lo que la hace reaccionar así. Aunque en ocasiones si me pasa por la cabeza ese día, la idea estuvo ahí, aunque sé que no iba a hacer nada malo, pero lo pensó, y quizá por eso exagero en mis cuidados, pero mi Ava no es una mala persona y estoy seguro que nunca atentaría contra nuestros bebés. Así que debo dejar de pensar en eso, coño, empezando porque estoy perdiendo mi facultad de mentirle. Ella me lee como un libro abierto.
Ava mira a su alrededor, menos a mí. Ya la hice llorar, me siento a su lado y la estrecho contra mí, le acaricio la espalda para tratar de calmarla.
-Lo siento... No te angusties, por favor.
-Estoy bien -Ahora cuéntame una de vaqueros, no está bien, soy un imbécil. Ella se aparta con algo de brusquedad-. Te he dicho que estoy bien -me habla con hostilidad, y toma su vaso para disimular las ganas de llorar.
-Ava -No me mira-, mírame -le pido autoritario, pero ella no me obedece, ¡diablos! La hice sentir muy mal. Soy un idiota. Ya sé lo que voy a hacer.
-Tres. -Pone sus ojos en blanco-. Dos.
-Uno. -Exhala fastidiada, y juega con su tenedor.
-Cero, nena.
La levanto de la silla, no le doy tiempo ni a respirar y la tiendo en el suelo, con las muñecas arriba de su cabeza y yo a ahorcadas sobre ella. Todo el mundo hace silencio, un silencio sepulcral. Miro a mi mujer que abre los ojos como platos. El silencio es atronador. Ava me mira, ella sabe que no me importa nada.
-Jesse, suéltame.
-Te lo advertí, nena -la situación me divierte sobre manera-. Donde sea y cuando sea.
-Vale, muy bien -se revuelve debajo de mí-, ya me ha quedado claro.
-Pues, yo creo que no -le hablo con total tranquilidad y acerco mi rostro al de ella-. Te quiero.
-Ya lo sé… Suéltame.
-No. -El silencio es absoluto.
-Por favor -me ruega en voz baja.
-Dime que me quieres.
-Te quiero -me dice entre dientes.
-Dímelo de verdad, Ava.
-Te quiero -me dice con más convicción, sé que se siente apenada, y no sé por qué, si soy su esposo.
La miro aun preocupado, me aparto y la ayudo a levantarse, y yo sigo de rodillas delante de ella. Se acomoda su ropa y su cabello, todos nos miran con la boca abierta, Ava los mira ruborizada, me ve aun arrodillado y me habla en voz baja.
-Levántate.
Camino sobre mis rodillas hasta llegar a sus piernas, y la rodeo con mis brazos alrededor de su culo, y le pongo ojitos de cachorro tierno.
-Ava Ward, mi chica desafiante y preciosa -la cara de mi esposa parece la propia bandera china-, me haces el hombre más feliz del planeta. Te has casado conmigo, y ahora me bendices con mellizos -y una de mis manos la dirijo hasta su vientre, y se la acaricio, haciendo círculos, y luego le planto un beso en el centro de su vientre. Escucho que las mujeres a nuestro alrededor empiezan a suspirar-. No tienes ni puñetera idea de cuánto te quiero. Vas a ser una madre increíble para mis hijos. -Y empiezo a besarla hasta llegar a su cuello-. No intentes evitar que te ame. Me entristece.
-¿Te entristece o te enloquece? -me pregunta en voz baja.
La miro, recojo su pelo, echándolo hacia atrás. Y luego la agarro las mejillas con mis manos.
-Me entristece. Bésame, mujer.
Ava se da por vencida y me besa. De repente, todo el mundo comienza a aplaudir, dejo de besarla y me inclino, saludando a la gente, y vuelvo a sentar a Ava en su respectiva silla.
-La amo -les digo a todos, encogiéndome de hombros.
-¡Mellizos! -pegamos un brinco al oír al mesero español decirlo en un mal ingles y gritado. Y vemos como agita una botella de champán, algo que no nos vamos a beber.
-Gracias -le dice Ava con una sonrisa tímida-. Muy amable.
El hombre al ver nuestras caras, sabía que no íbamos a beber, se retira, menos mal. Pongo mis manos sobre sus rodillas y ella deja de mirar no se qué. La miro con picardía, me salí con la mía, como siempre.
-No puedo creer que hayas hecho eso.
-¿Por qué? -retiro las copas que dejó el mesero para la champaña.
Veo a mi esposa algo nerviosa y mira mucho hacia un lado. ¿Qué pasa?
-¿Conoces a esa mujer? -Me inclino para ver de qué me habla Ava.
-¿A qué mujer?
-A esa de ahí, la que lleva el cardigan azul claro. ¿La ves?
Me quedo pasmado. No puede ser.
Siento la mano de Ava en mi frente.
-¿Qué pasa? ¿Jesse? -Me siento en el limbo, helado-. Jesse, ¿qué pasa?
Sacudo mi cabeza y miro a mi esposa, dios no quería que pasara esto. No quiero que mi Ava sepa nada de este feo episodio de mi vida.
Me levanto y al hacerlo tiro un vaso, lo cual atrae la mirada de los presentes, saco dinero y lo dejo sobre la mesa, tiro de Ava y jalo de ella hacia la calle.
La llevo prácticamente a rastras.
-¿Qué coño te pasa? -Ava insiste.
Llegamos al DBS, gracias a dios  solo quiero que nos larguemos de este lugar .¿Por qué carajo tenía que aparecerse? No quisiera que Ava se enterara de mi triste pasado.
-¿Jesse? -¡Mierda!
Ava voltea a mirar a quien me llama, y la agarro con más fuerza. Quiero irme lejos, esta vez no me voy a dejar, ya no me van a joder más mi vida. Intento por todos los medios que Ava entre al carro.
-Ava, nena, nos vamos.
-Jesse, hijo. -Siento sus pasos acercándose a nosotros, coño, casi no puedo respirar…
-No tienes derecho a llamarme así -le respondo secamente-. Ava, entra en el coche.
Ella me obedece, y luego rodeo el carro para entrar yo, mi madre se me acerca y pone su mano en mi brazo, de inmediato me la sacudo.
-Hijo, espera, por favor, vamos a conversar, dame una oportunidad -y se me pega a la puerta, no me deja entrar al coche. ¡Mierda! ¡Mierda! Comienzo a tirar de mi pelo. Siento esta puta ansiedad y no puedo hacer nada para evitarla. Como sea es mi madre.
De pronto, veo a Ava que se planta delante de mí y mirando a mi madre, seguro vio y sintió mi desconcierto y desesperación.
-Por favor, le ruego que se aparte.
Me inclino sobre Ava, para dirigirme a mi madre.
-No deberías estar aquí. ¿Qué haces aquí? -le hablo con voz temblorosa-. Amalie se casa este fin de semana en Sevilla. ¿Qué haces aquí?
-Es tu padre -me explica-. La boda se ha aplazado porque tu padre sufrió un infarto. Amalie intento ponerse en contacto contigo al ver que no respondías a su invitación.
Me pego a Ava, abrazándola, y le pregunto a mi madre.
-¿Y por qué intento ponerse en contacto conmigo y no tú?
-Pensé que a tu hermana si le cogerías el teléfono. Esperaba que a ella sí le contestaras.
-¡Pues, te equivocas! -casi le grito, siento como Ava se estremece.- Ya no puedes hacerme esto. Ya no, mamá. Tu influencia ya me jodió la vida bastante, ¡pero ahora me va bien por mi cuenta!
Veo como mi madre se encoge sin siquiera intentar defenderse, veo en su mirada desespero, pero ya he visto antes esa mirada, y la usó para manipularme, para joderme la existencia, ella solo vive para cubrir las apariencias, como si ella comiera de las demás personas o ella dependiera de ellas, esta vez ¡No! No se lo voy a aceptar.
-Mellizos -oigo como lo susurra y estira su mano como para tocar el vientre de Ava, de inmediato tiro de Ava, no me da la gana que la toque.
-Ava -le digo al oído-, por favor, sácame de aquí.
Ava se tensa y actúa casi de inmediato.
-Se lo pido amablemente -veo como le mira fijamente el vientre a mi esposa.- Apártese, por favor.
-Es otra oportunidad, Jesse -y comienza a sollozar, yo sé por qué lo dice. Pero me quedo callado, no puedo hablar de esto delante de Ava, aun no... Sera en algún momento que yo esté preparado y le digo todo, creo que si debe estar enterada, pero aun no, no me siento, preparado, es demasiado dolor.
-Vamos -me dice Ava con cariño, está preocupada, ella tira de mí, me dejo llevar. Me lleva hacia el puesto del acompañante y me pide con el gesto que entre al coche, le obedezco, y ella corre a ponerse frente al volante, estoy como ido, no siento mis manos y mis piernas las siento como gelatina. Ava me revisa los bolsillos, creo que busca las llaves del carro, ojalá se apure, quiero desaparecer con ella de este lugar. Ava pone el seguro de las puertas y arranca el motor, retrocede y alcanzo a ver a mi padre acercarse a mi madre, se ve desmejorado, se me hacen siglos que no los veía y me entra una profunda tristeza. Al fin y al cabo son mis padres.
Ava da vueltas, hasta que me pregunta hacia donde se tiene que dirigir, le respondo en voz baja y ella va despacio, creo que nunca había manejado por el lado derecho, pero lo está haciendo bien, no tengo deseo alguno de manejar. Ya estamos cerca, ya se percibe la fragancia de las flores, Ava frena enfrente de la villa y yo me bajo dirigiéndome apresuradamente hacia el porche, dejo atrás a mi esposa.
Ya estoy en nuestra habitación, no sé qué hacer, ni qué pensar, solo quiero acostarme con mi esposa, abrazarla y no saber de más nada, al menos por hoy. Nunca pensé que me fuera a sentir así por este encuentro, pero es que me recuerda la peor época de mi vida, ellos no tienen ni idea de lo que yo sentí por tanta desgracia, lo único que hicieron fue juzgarme y criticarme, me dieron la espalda, y así yo me cerré a ellos, fue lo mejor, al menos para mí.
Siento a mi esposa cerca, se que se siente mal por mí, y también sabe que solo la necesito a ella, a nadie más. Entra a nuestra habitación y me ve de pie, como esperándola, toma mi mano y me guía hacia el dormitorio, y comienza a desabrocharme la camisa, en este momento es ella la que cuida de mí, y se lo agradezco en el alma.
Me desviste y me guía cerca de nuestra cama, y hago que ella gire y le bajo la cremallera del vestido, le hago una seña para que levante los brazos para sacárselo, luego le desabrocho el sujetador, y me arrodillo para bajarle las bragas. Luego, la levanto y ella ya por costumbre me rodea mis caderas con sus piernas. Me acomodo en la cama con la espalda apoyada en la cabecera, aun mantengo a mi mujer sentada en mi regazo y pegada a mi pecho, no quiero soltarla, mis brazos la rodean y hundo mi nariz en su pelo.
Ella es mi remanso, tenerla me da absoluta paz, y agradezco tenerla conmigo sobre todo en este momento. Y así nos quedamos por un buen rato, luego me recuesto sin soltarla, ella se deja hacer por mí lo que sea, solo quiere darme su cariño, su apoyo. Y no me pregunta nada, ¡Dios amo a mi esposa! Pues, es justo lo que necesitaba en este momento, su gran comprensión. Mi Ava es mi refugio.
Siento las manos de Ava en mi pelo, ya amaneció, tengo mi rostro clavado en el cuello de mi mujer, parpadeo para terminar de despertarme, el masaje de mi Ava es relajante, ella sabe que ya desperté, y aun no me dice nada, solo espera.
-Jamás te habría traído aquí de haberlo sabido. No quería que mi vida contigo se viera manchada por mi pasado.
-Esto no nos ha afectado -me asegura-. No dejes que lo haga.
-En mi vida no hay espacio para ellos, Ava. No lo había antes, y mucho menos ahora. -Y comienzo a acariciar su vientre muy despacio.
-No hace falta que me des explicaciones. Tú y yo -me dice, repitiendo mis palabras.
Me pongo boca arriba, arrastrándola conmigo, ella se acurruca sobre mí y comienza de nuevo a acariciarme, pasando su mano por mi cicatriz muy suavemente.
-Esta casa era de Carmichael -comienzo a contarle-. Formaba parte de su hacienda, igual que el barco.
-Lo sé.
-¿Como lo has sabido?
-¿Porque, si no, ibas a tener una villa tan cerca de donde viven tus padres? -Sonrío, mi mujer es muy inteligente.
-Mi chica guapa está empezando a asustarme.
-¿Por qué?
-Porque sueles exigirme que te cuente las cosas... Y ahora no.
-Nada de lo que puedas decirme ya puede hacer que quiera huir de ti de nuevo.
-Me alegro de que digas eso. -Se queda muy callada, no quiere preguntarme nada, es como si no quisiera saberlo. Lo de mi pasado puede esperar, pero en este momento tengo que contarle lo de Sarah, ya tenemos que irnos, pero antes debo hablar con ella.
-¿Ava?
-¿Qué?
-Tengo que contarte algo.
Ella está encima de mí y no quiere moverse, pero tengo que mirarle la cara, así que la aparto de mi pecho y la pongo boca arriba sobre la cama. Me pongo a ahorcadas sobre ella, pero sin apoyarme, solo quiero asegurarme que no se mueva, la conozco, sé que va a querer escaparse. Le tomo las manos y se las sostengo con fuerza. Bueno allá voy.
-Sarah ha estado en la mansión, estos días que hemos estado fuera.
-¡¿Qué?! -exclama ya molesta.
-Está ocupándose de algunos asuntos, mientras yo no estoy. John no puede hacerlo todo solo, Ava.
-Pero… ¿Sarah? ¡Dijiste que la habías echado! -Ava comienza a temblar de pura rabia-. ¿Después de todo lo que ha hecho? -se suelta de mis manos e intenta apartarme-. ¡Sal de ahí!
-¡Ava, Cálmate!
-¿Por qué? ¿No tienes miedo de que les haga daño a tus hijos? -me dice resentida.
-¡No digas estupideces!
Le tomo las manos de nuevo pues empieza a golpearme y al agarrárselas las pongo encima de su cabeza.
-¡Es lo que piensas! -Me grita en mi cara-. ¡Solo hay que ver cómo me controlas y me sobre proteges constantemente.
-Siempre te he sobre protegido, así que eso no tiene nada que ver, señorita.
-¡O se va ella, o me voy yo!
Le pongo los ojos en blanco, está siendo infantil. Ella comienza a sacudirse y la suelto, puede hacerse daño.
-Ava, yo soy un desastre. Tú te niegas a trabajar conmigo, y necesito a alguien que sepa lo que se hace. (Coño, solo por eso la volví a recibir.)
Ava se frena en seco.
-¿Así que trabaja otra vez para ti, oficialmente? -Me levanto y me dirijo hacia ella.
-¡No des ni un paso más, Ward. ¡No intentes aplacarme ni convencerme de que toda esta puta mierda está bien, porque no es así!
-¡Vigila esa puta boca!
-¡No me da la gana! Está enamorada de ti, ¿sabes? Todo lo que ha hecho es porque quiere alejarte de mi lado, así que ni se te ocurra intentar convencerme de que esto es buena idea.
-Lo sé. -Se calla y retrocede un poco.
-¿Cómo que lo sabes?
-Sé que está enamorada de mí.
-¿Lo sabes?
-Claro que si, Ava, no soy idiota -resopla más molesta.
-¡Sí que lo eres! Te abalanzas sobre cualquiera que intente apartarme de ti, pero ella no para de tratar de alejarte de mí delante de tus narices y decides pasarlo por alto.
Se aleja de mí, se dirige a la cocina.
-No lo he pasado por alto sin más, Ava. La tuve con ella y ella lo admitió todo y dijo que estaba arrepentida.
-¡Claro que se arrepiente! ¡Por qué no lo consiguió! De lo único que se arrepiente es de no haberlo hecho mejor. -Pone con fuerza el vaso sobre la mesa, dios si está molesta, jamás pensé que Sarah le hubiera hecho tanto daño. En definitiva, no logro nada. -Para eso podrías haberlo pasado por alto sin más. ¿Le diste a elegir entre entierro o cremación?
-¿Qué?
-Es la opción que sueles darle a la gente que me hace daño. ¿Se la ofreciste a Sarah?
-No, le ofrecí un trabajo a cambio de su palabra de que no volverá a entrometerse jamás. Le dije que si tú me pedías la echaría.
-¡Pues te lo pido! –chilla-. ¡Échala!
-Pero si no ha hecho nada. -La quijada le llega a la mesa, y sus ojos parecieran que se le fueran a salir.
-¿Que no ha hecho nada? –Coño, lo sabía, sabía que no la tendría fácil, solo que no quiero decirle que quiero poner todo en orden, haber si de una buena vez me decido.
-Me refiero a que no ha hecho nada desde que hablé con ella. Y tú ya le propinaste un buen golpe en la mandíbula por todo lo que había hecho antes.
-¿Por qué haces esto? Sabes cómo me siento al respecto, Jesse.
-Porque está desesperada, Ava. La mansión es toda su vida.
-¿Sientes lástima por ella? -me pregunta más calmada.
-Ava, para empezar, quiero que te tranquilices, porque esto no es bueno ni para ti ni para los pequeños.
-¡Estoy tranquila! –Sí, como no, si cuando se lleva el vaso para beber agua le tiembla la mano como gelatina. Así que no está tranquila un coño.
Me estiro un poco para quitarme este puto estrés y luego me acerco, le quito el vaso de la mano y la subo sobre la encimera. La tomo de la mandíbula, levantándole la cara para que me mire. Coño, sí que está cabreada, mírale nada mas esos ojos, ya casi echan llamas.
-Sarah no tiene nada. La eché cuando confesó todo y no volví a pensar en el asunto -tomo aire-. Hasta que John habló con ella y ella empezó a decirle un montón de tonterías, pero lo más preocupante es que le dijo que preferiría estar muerta a vivir una vida sin mí.
-Solo quiere llamar la atención -me dice con el ceño fruncido.
-Eso pensé yo también, pero John no estaba tan seguro. El la encontró. Se había cortado las venas y se había tragado un puñado de analgésicos-. Ava retrocede sorprendida-. No estaba llamando la atención, Ava, No era ninguna treta. John la llevó al hospital justo a tiempo. Quería morirse. No quiero tener otra muerte sobre mi conciencia, nena. Cargo con la de Jake todos los días. No puedo cargar con otra más.
-Sarah vino a verme -me suelta. Ya lo sabía, ella me llamó a los días y me lo dijo antes que Ava me lo fuera a decir. Es más, creo que ese fue el día que ella me dijo lo del embarazo. ¿Qué le dijo Sarah? Ni puta idea, pero al parecer la conmovió.
-Me lo dijo -le cojo las mejillas-. Pero me sorprende que no me lo hayas contado antes.
-No me pareció importante.
-Fue Sarah la que le contó a Matt lo de mi problema con la bebida.
-¿Por eso supiste que iba a recoger mi ropa a su casa también?
Asiento. Aunque John me lo reafirmó, pero no se lo digo.
-Sarah dijo que te había oído decirle a alguien por teléfono que pensabas ir a recoger tus cosas. Cuando encajé las piezas me puse furioso. Me invadió la rabia, actué por impulso antes de preguntar.
-Dijo que ya no podía seguir trabajando para ti. Así que… ¿Cómo es que lo está haciendo?
-Se lo pedí yo. Jamás encontraré a otra persona mejor, lo que significa que tendré que hacerlo yo, y no estoy preparado para renunciar a pasar más tiempo contigo. -En parte esto es cierto, aunque yo no quiera necesito a Sarah allí, necesito todos los documentos al día, ella es la única que lo puede hacer.
-No me estás dando mucho margen de elección. Si me niego aceptarlo, podría coger una cuchilla y abrirse otra vez las muñecas, y entonces los dos nos sentiríamos tremendamente culpables.
Ella se queda muy pensativa, y la dejo que piense, quisiera poderle leerle la mente, casi echa humo su cabecita. Pero coño no quiero que sufra, no es justo para ella, en esto Sarah es absolutamente culpable, y si mi esposa sigue sintiéndose así, haré que se vaya, ya veré que hacer, pero primero es mi Ava.
La tomo de las mejillas y la miro fijamente.
-Le diré que no puede ser. No estoy dispuesto a verte tan desdichada.
Ella sacude su cabeza entre mis manos.
-No... Te quiero más tiempo a mi lado, más de lo que quiero que ella desaparezca.
-¿En serio? -pregunto muy sorprendido.
-Por supuesto que sí, pero tienes que prometerme una cosa.
-Lo que quieras, ya lo sabes. -le beso la frente.
-Cuando lleguen los pequeños, tú no pasaras el día entero en la mansión. Estarás conmigo siempre que puedas. No sé si puedo hacer esto.
Sonrío ampliamente.
-Ava, tendría que estar muerto para que no fuera así. Puedes hacerlo, porque me tienes a mí. -La abrazo y tiro de su cuerpo hasta levantarla de la encimera, ella se aferra a mí con sus piernas alrededor de mis caderas y enrolla sus brazos sobre mis hombros-. Todo irá bien.
-Lo sé.
-No discutamos más. Me parte el corazón y no quiero que te estreses. No debe subirte demasiado la tensión. -Camino hacia el dormitorio.
Ella me agarra de la nuca y se inclina hacia mi cara.
-Pienso confiscar ese libro. -Sonrío.
-El libro es mío y voy a quedármelo.
-Tenemos que hacer las paces -la muy coqueta se estira y así se levantan sus pezones y me mete uno en la boca-. ¿Has llegado ya a la parte en que dice que el marido debe cubrir todas las necesidades de su esposa?
Le mordisqueo suavemente el pezón y luego comienzo a trazar círculos con mi lengua a su alrededor. Ella gime y me río. Mi mujer tiene la libido por las nubes y me encanta, pero ahora mismo no se puede.
-Sí, pero nuestro avión sale dentro de dos horas. Necesito más tiempo, así cubriré tus necesidades en la bañera cuando lleguemos a casa, ¿de acuerdo?
-No -me responde, lo dice haciendo pucheros y presiona mas su teta contra mí-. Quiero quedarme en el paraíso.
-Eres incorregible, y me encanta -la dejo sobre la cama con cara de fastidio-, pero tenemos que coger ese vuelo.
-Te necesito -y me agarra la polla, sin fuerza me la amasa, jugando con ella, pero me aparto.
-Ava, cuando te tomo, me gusta hacerlo con tiempo -le doy un pico-. Haz la maleta.
Ella se deja caer de espaldas sobre la cama, exasperada.
Sé lo que siente, nuestros días en el paraíso se terminaron… pero por ahora, aunque la verdad, también me siento triste, nunca mientras viva voy a olvidar estos maravillosos días con mi Ava en este pequeño pedazo de cielo.
Nos preparamos para el viaje, Ava empaca todo con cuidado, yo ya hice mi equipaje. Luego, reviso toda la casa, desconectando todo y viendo que la villa quede en orden.
Siento algo de aprensión al volver a Londres, hay varios problemas, y son graves, tengo que solucionar todo para poder estar con mi esposa durante todo su embarazo, siento un nudo en el estomago, coño, y no sé por qué… ¿Será un presentimiento? Hay mucho que averiguar. Sacudo mi cabeza, todo va a salir bien, mientras Ava esté cerca de mí todo tiene que salir bien. ¡Claro que sí!

CONTINUARÁ...



***Por Fanny Rebellón.

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