Loco Amor (Obsesión)
Fanfic de la trilogía “Mi Hombre”
Historia original de la autora Jodi Ellen Malpas.
CAPITULO 7
Voy a toda velocidad hacia la mansión. No sé por qué
carajo no dejé esos cheques firmados -eso me costó tener que venir como loco y
no poder follarme a mi mujer como se debe-. Dios, me encanta, me hace correr la
sangre a millón. Nada más miren esta barbaridad, no está aquí y ya se me está
parando la polla. Tiene poder sobre mí aun en la distancia. Tengo que calmarme.
Disminuyo un poco la velocidad para tranquilizarme, no puedo llegar con una
carpa en mis pantalones. Al ratito me lo acomodo, no es bueno llamar la
atención y menos dentro de la mansión.
-Jesse, menos mal que llegaste, esos tipos están
impacientes, deben irse ahora -me dice John-. Tienen vuelo para hoy.
-Ya voy, esto es rápido. ¡Diablos! -Entro a mi
oficina y los hombres se levantan.
-Señor Ward, llega un poco tarde.
-Disculpen, hubo un choque y encontré un poco de
cola debido a ello -Vil mentira. Espero que se la crean.
-Ah, está bien. Por nosotros no habría problema,
pero tenemos que irnos, debemos tomar un vuelo y también debemos llevar esos
cheques.
-Cómo no. Eso fue un error mío, debí dejarlos
firmados ayer, pero no volverá a pasar. ¿Ok?
Y también tenía la cabeza en otra parte. ¡Disculpen! -Les entrego los cheques,
conversamos dos o tres trivialidades y se despiden, el aeropuerto les queda
lejos. Menos mal. Luego, me pongo a revisar la lista y llamo a Mario.
-Señor Ward.
-Mario, ¿llegaron todos los licores, tal y como los
pedí?
-Sí, claro que sí, todo está perfecto. No se
preocupe o si no se lo hubiera dicho inmediatamente.
-Me alegro, esta fiesta es importante, tú lo sabes
bien.
-Por supuesto, eso ya lo sé, pero todo va a salir
muy bien, por lo menos en lo que a mí concierne.
-Okey, Mario, y por favor, lúcete inventando un licor
delicioso para las damas.
-Ya estoy en eso, tengo uno en mente, les va a
encantar, ya lo verá.
Sonrío.
-Muy bien, Mario, me alegro, nos hablamos más tarde.
-Y el hombre sale y, de inmediato, se cuela Sarah.
-Jesse, hoy hay que pagar a la gente de papelería y
a la de los productos de limpieza.
-Lo sé, ya estoy terminando de firmar todo, Sarah,
no te preocupes.
-Y… ¿Vas a venir solo a la fiesta o no?
-¿Solo? ¡Estás loca! Ava viene conmigo. No te hagas
la boba que no te queda.
-No es eso, Jesse, pero no creí que ella, después de
lo sucedido, iba aceptar venir.
-Me quiere a mí. No le gusta, pero lo acepta por mí
y eso es más que suficiente.
-¿Sabías que están hablando por ahí?
-Me importa una mierda, Sarah, que digan lo que les
dé la gana.
-Se van a sorprender.
-Ya lo creo, pero como te dije, me importa una
mierda lo que piensen los demás. Es mi vida y ya estoy grandecito, ¿no? No
tengo que darle explicaciones a nadie, era libre antes, ahora no y eso me complace.
-Está bien, tranquilo.
-Bien, voy a mirar algo con John y me voy al medio
día.
-¿Te vas? ¿Y eso?
-Voy a almorzar con Ava y nuestros amigos.
-Mmm… Suena divertido.
-Claro que sí -La miro y Sarah se retira molesta,
ella cree que yo no me doy cuenta. No sé por qué coño se hace ilusiones, nunca
le he dado motivos para que se crea algo. Es más, si no existiera Ava, menos
que menos, ¡Ufff! Ni loco.
Termino de hacer todo lo que tenía en mi agenda,
gracias a Dios, y me alisto para largarme. Estoy contento, todo porque voy a
verla. Hablo con Sam y quedamos de ver en la entrada del Bar, lo mismo con
Drew.
Salgo como loco de allí, quisiera tener alas. Por
fin llego y me dirijo a la entrada y ya veo a Sam, me está esperando.
-Hey, Bro, ¿cómo estás? -Nos damos un abrazo, le
tengo un gran cariño a Sam, él ha sabido demostrarme que es mi amigo sincero.
-Bien, amigo. Vamos a ver a nuestras chicas. ¿Y
Drew?
-Debe estar por llegar -me responde-. Vamos a entrar,
quiero ver a Kate.
Y yo a mi Ava.
Entramos al bar y la veo. Dios, está preciosa. Me
dirijo hacia ella y le planto un beso en la mejilla. Acerco una silla a su lado
y pongo mi mano posesivamente en su rodilla, la cual acaricio y aprieto. Se
revuelve un poco, me gusta hacerle esto, pero solo por ver su reacción.
-Me has quitado las llaves del coche.
Me hago el loco y comienzo a hacer círculos con el
pulgar en el interior de sus muslos. Sonrío mientras intenta retirar la pierna,
pero ni de coña se lo permito. Luego, la miro y con eso le paso el mensaje de que
se quede tranquila.
-¿Todo el mundo bien?
-Yo muy bien -Me sonríe Kate-. Voy a pedir. ¿Qué
quieren tomar? -añade. Le damos nuestro pedido y se aleja. Me acerco a Ava.
-Has bebido.
Ella se tensa.
-Ha sido un accidente
-No me importa que tomes si estoy contigo -Al
momento, comenzamos una charla normal, hablamos de deportes y de otros temas,
esto es muy agradable, estar así con mi mujer a mi lado y mis amigos, esto hay
que repetirlo.
-¿Cómo esta Victoria? -le pregunta Kate a Drew
cuando ya está de vuelta. Todos lo miramos, Kate es terrible, es muy juguetona.
Me gusta como amiga de Ava, pues en medio de todo es eso, lo que es, y la
respeta.
-No preguntes -dice Drew y bebe de su cerveza.
-Es una chica muy dulce, pero tiene que animarse un
poco.
Ava se revuelve.
-¿Por qué la invitaste a ir? -le pregunta Ava. La
miro, no debió preguntar eso, pues no es su problema. Ella se ruboriza, Drew se
encoje de hombros y responde.
-Porque soy así y me gusta ese sitio.
-¡Amén! -dice Sam. Ava los mira con asombro y luego
mira a Kate, ella sonríe aunque un poco tensa, seguro por la presencia de Ava. Kate
a su modo la respeta y no quiere que se entere de sus travesuras sexuales, por
así decirlo. Como sea, mi Ava es más inocente, y eso me encanta.
-Además -prosigue Drew-, tengo que aprovechar al
máximo. A partir de los 35 todo es cuesta abajo, el culo se te pone flácido y
te salen tetas. Buscaré una mujer que me ame por mi personalidad y no por mi
cuerpo cuando lo necesite.
¡Mierda! Yo no tengo el culo flojo, ni tengo tetas,
por eso no quería que Ava se enterara de mi edad. Siento mi mano entre los
muslos de Ava y más presionada.
-Solo me quedan 9 años, más me vale disfrutarlos -dice
Kate, riéndose. Ellos no se dan cuenta de lo mal que me hace sentir estos
comentarios. Y la verdad no sé por qué, coño. Sé que me veo bien, cada mujer
que pasa a mi lado me lo demuestra. Es más, hasta estoy mejor que mis amigos,
modestia aparte, pero coño, ya voy a cumplir 38 años, tengo que cuidarme mucho
más y con Ava, ¡uff!, ni se diga.
-Con nosotras la edad es mucho más cruel -acota
Kate, bebiendo su vino.
Mis amigos son un poco cínicos al hablar de eso,
pero bueno allá ellos.
-¿Eso es te ha pasado a ti, Jesse?
Subo más mi mano entre sus muslos.
-No -Y miro a Ava-. ¿Acaso crees que mi cuerpo deja
algo que desear? -La miro expectante esperando una respuesta de su parte.
-Ya sabes que no.
Le sonrío.
-¿Sigo siendo tu dios?
Ava se ruboriza y me mira feo, le da pena que le
diga esto.
-Eres un dios arrogante.
La tomo por la nuca, la acerco a mí y la beso como
si se estuviera acabando el mundo -me sabe a mierda que nos vean-. Ava se deja
hacer y siento los ojos de mis amigos encima. Por lo tanto, la suelto y miramos
a los tres amigos y sus expresiones de asco no tienen precio. Sonrío aún más y
abrazo a mi mujer.
-Son de lo peor -dice Kate-. Aquí está la comida,
así que se acabaron las cursilerías. -Sam se le acerca y la besa en la mejilla.
-¿Te sientes desatendida?
Kate lo aparta y el camarero sirve nuestra comida.
-¡No! -le responde.
Todos nos abalanzamos sobre la comida, charlamos y
nos reímos mientras comemos. Mis amigos de vez en cuando, disimuladamente, nos
lanzan miradas de simpatía hacia nosotros, sé que ellos se alegran si yo estoy
feliz.
-Es una velada muy agradable, trataremos de volver a
hacerlo.
-Será mejor que vuelva al trabajo -dice Ava algo
apenada por cortar la reunión, pero sé que ella es muy responsable en su
trabajo.
-Te acompaño -le digo. Dejo un pedazo de mi sándwich de beicon, lechuga y queso, y me
levanto.
-Mi oficina está a dos minutos, a la vuelta de la
esquina - me responde. La contemplo, ella sabe que eso me importa un carajo, la
acompaño y punto. Ava se despide y le entrega dinero a Kate por el almuerzo, pero
ella se lo devuelve.
-Jesse ya ha pagado la cuenta -le informa. Me estoy
despidiendo de mis amigos y luego salimos del bar.
-¡Eh! -grita Kate de pronto-. ¿Noche de copas y chicas
el sábado?
Ava me mira asustada y nerviosa.
-Mejor la semana que viene -le responde mientras le
sugiero:
-Puedes ir...
-No. Mañana tenemos el aniversario de la mansión.
Estaré hecha polvo.
-Oye, te ha dicho que le parece bien -protesta Kate.
-Hablamos luego.
Ya quisiera yo escuchar qué hablan cuando están
solas estas dos mujeres. Deben despellejarnos.
-Vale, claro -le dice Kate-. Hasta luego.
Jalo a Ava fuera del Bar, hay tensión entre los dos.
Le suelto la mano y le paso mi brazo por los hombros, así la pego más a mí. Cuando
llegamos a Berkely Street, Ava se detiene y me mira a la cara.
-Si salgo, no podré beber, ¿verdad?
-No.
Ella pone los ojos en blanco.
-Podrás beber el viernes -La alcanzo y vuelvo a
pasar mi brazo por sus hombros, Ava se ve seria.
-¿Harás que los porteros me espíen?
-No les pido que te espíen. Les pido que te echen un
ojo.
-Y que te llamen si no sigo las reglas.
Coño, hoy para todo tiene respuestas. Le hago
cosquillas.
-No -le digo molesto-. Llaman si estás tirada y
revolcándote por el suelo del bar con el vestido enrollado en la cintura -Ese
día no lo olvido y si puedo, no volverá a suceder. Ava me mira feo mientras
seguimos caminando.
-Ahora vas a tener que soltarme -me dice cuando casi
llegamos a la oficina.
-No -le gruño.
-¿Qué planes tienes para el resto del día? -me
pregunta y la miro como becerro a medio morir.
-Pensar en ti -le respondo, y eso es cierto. No
puedo sacármela de la cabeza ni un segundo.
-Volveré a tu casa en cuanto termine de trabajar.
-¡Nuestra casa! -la corrijo-. ¿A qué hora?
-A las 6, más o menos.
La miro.
-Te encanta es muletilla, ¿no? “Más o menos” -La
escudriño, mi Ava está tramando algo o me está ocultando algo, la conozco.
-Más o menos –repite, y se apoya en mí y me da un
beso.
-Se me ocurre hacer un show -La tomo y la echo hacia
atrás muy teatralmente y la beso con el alma en pleno Berkely Square. Escucho
que al instante nos gritan impertinencias. ”Cochina envidia” me resbala lo que
piense el mundo.
-Joder, te quiero, te quiero, te quiero -la beso-.
Te quiero -le digo contra su boca al tiempo que ella sonríe.
-Lo sé.
La levanto, entierro mi cara en su cuello y le
mordisqueo la oreja.
-No me canso de ti, voy a llevarte a casa.
De pronto, suena su móvil y lo saca de su bolso, aun
abrazados, y mira la pantalla. Se tensa. Me aparto de su cuello y la miro
nuevamente. Diablos. ¿Quién será?
-Nadie un cliente -Y guarda su móvil-. Te veo en tu
casa -me dice y se aleja, pero yo la agarro por la muñeca.
-Nuestra casa, Ava. Ahora dime, ¿quién era? -Ya
estoy cabreado, y ella como que cree que nací ayer.
-Mikael -me contesta entre dientes-, el cual solo es
un cliente.
Coño, si es lo que ella cree. Ese cretino, ya tengo
que ver cómo lo saco de nuestro camino. ¡Mierda!
Ava tira de su brazo y va hacia su oficina,
dejándome en la acera. Puta vida, y escucho que le suena el móvil otra vez,
cuando va entrando. Insistente el hombre, está loco por joderme. Pero este
cabrón no va a voltearme mi vida, no señor. Y le suena aún, estoy que exploto.
Por lo tanto, me decido y la sigo, alcanzo a escucharla hablar.
-Hola Mikael -Ava escucha al cabrón y se sienta,
cuando se voltea y me ve se queda petrificada, y más al ver mi cara de
energúmeno, porque si lo tuviera al frente ¡le parto todo lo que se llama cara,
coño! Ava se queda muda-. Perdona, Mikael -Me mira asustada-. Sí, perfecto -Está
nerviosa, más le vale-. Sí, bien, gracias. ¿Disculpa? Sí. Un mes más o menos. ¡Qué
coño le estará preguntando ese hijo de puta! Diablos, lo que me provoca es
jalarla y llevármela al apartamento ahora mismo.
-¿Por qué?
¡Por qué está tan nerviosa?! ¡Qué le está diciendo!
-Vale.
La observo con mi cara de tronco, fijamente. Ava
mira a los lados, seguro a sus compañeros, quienes están disfrutando del espectáculo.
Me importa una mierda. Solo espero qué va a decir.
-Estoy trabajando -habla muy tensa.
-¿Quién era? -Le señalo el teléfono con mi cabeza.
-Ya sabes quién era.
-No vas a volver a verlo -le aseguro entre diente,
mascando cada palabra.
-¿Por qué?
-Porque no. No te lo estoy pidiendo, Ava. En esto,
vas a hacer lo que yo digo -Mierda, estoy que muerdo. Siento que me tiembla
hasta el pelo de la rabia que estoy conteniendo. Ese tipo solo con decirle a
Ava lo que sabe, la alejara de mí. Tengo que ver cómo se lo digo.
-Te veo en el Lusso -me dice casi en susurro.
-Hasta entonces -Doy media vuelta y me largo, aun me
queda algo de cordura, si hago un espectáculo Ava le da una patada a mi culo
peludo. Prefiero hablar con ella cuando me haya calmado.
Al rato, voy caminando hacia mi coche y pensando qué
es lo que ese maldito Danés sabe de mí. Al parecer, solo que me follé a su
mujer. La mierda es que lo hice en uno de esos cuatro días de mierda y seguro
que ella se lo soltó. Sí, eso es, debe saber que estuve con otras mujeres. Dios
mío, ¿qué voy a hacer? ¿Qué?
Ava es mi vida, no es una opción perderla, esta
misma semana tengo que hablar con ella. ¿Cómo? ¿Qué le voy a decir? Ni puta
idea, pero ese Danés no me va a joder. Dios, la verdad es que nunca creí que me
iba a enamorar de esta manera tan… casi irracional, y no lo puedo evitar. Eso 4
días fue mi purga, hice lo que hice y ni lo disfruté, solo me sentí más vacío
por esa vida y solo me sirvieron para darme cuenta lo enamorado que estaba. Lo
que no sé es si Ava me va a entender. Solo espero que sí.
-Si tengo que arrodillarme lo hago, lo que sea. Por
ella lo que sea, esa mujer es mi puta vida, mi mujer, y yo soy su hombre... ¡Y
punto!
AVA
Empiezo a pensar en cómo ha reaccionado Jesse al comentario
de Drew. Eso que ha dicho de que a partir de los treinta y cinco todo es cuesta
abajo es una exageración. Mi hombre tiene un cuerpo para comérselo, me encanta
cada centímetro de su cuerpo, es perfecto... Díganme, su cara, su voz, sus besos, sus locuras... ¡Dios,
me encanta! Lo amo.
De repente, me viene a la cabeza la imagen de Jesse
picoteando... ¿Sera cierto que no ha vuelto a picotear? Espero que no, o lo
mato. ¡Literalmente! Lo miro y siento su amor, pero también me avergüenzo por
mis negros pensamientos. Siento su mano sana, la cual me acaricia el muslo
mientras coge su sándwich con la mano lastimada. Se le ve mucho mejor y me
alegro porque muchas veces me he sentido culpable. Los cardenales casi han
desaparecido, pero las muescas rojas de las muñecas siguen ahí, y parecen
gritarme: «¡Mira!».
-Será mejor que vuelva al trabajo.
-¡Eh! -grita Kate, de pronto-. ¿Noche de copas y
chicas el sábado?
Jesse me dijo que podía ir, pero mejor paso, me va a
prohibir beber, y me gusta hacerlo. Con esto no quiere decir que sea una borracha,
ni nada por el estilo. Quiero hablar con Kate a solas, tenemos muchas cosas que
decirnos, pero bueno, será otro día.
-Oye, te ha dicho que le parece bien -protesta Kate.
-Hablamos luego. -Diablos, quiero cortar la
conversación, pero Kate pareciera que no entiende. Voy a tener que inventar una
clave entre las dos para que cuando lo diga se calle, ¡coño!
Cuando llegamos a Berkeley Street, me detengo para
poder verle bien la cara.
-Si salgo, no podré beber, ¿verdad?
-No.
Pongo los ojos en blanco y sigo andando.
-Podrás beber el viernes.
Claro, podré tomarme una copa el viernes porque él
estará allí para velar por mí. El problema es que no me siento cómoda bebiendo
delante de él. No me parece bien, y más sabiendo que tiene un pequeño problema
con el alcohol.
-¿Harás que los porteros me espíen? -gruño.
-No, les pido que te espíen, Ava. Les pido que te
echen un ojo.
-Y que te llamen si no sigo las reglas -contraataco,
y me gano unas cosquillas.
-No -dice, cortante-, y llámame si estás tirada y
revolcándote por el suelo del bar con el vestido enrollado en la cintura.
Lo miro mal.
Vale, sí, estaba tirada en el suelo del bar, pero no me estaba revolcando y
tampoco estaba cocida. No aquella vez. Fue Kate la que me tiró al suelo
consigo. Puedo portarme bien, así el sapo no le daría la voz de alarma. Y...
¿Si me quedo en casa de Kate? ¡Qué idiotez!, pienso. Ni loco él lo aceptaría, no
sé qué locura se le ocurriría. Lo miro fijamente y sé que no va aceptar que me
quede con mi amiga.
-Ahora, vas a tener que soltarme -le digo cuando ya
estamos muy cerca. Podríamos tropezarnos con Patrick, y no le he mencionado el
tipo de comida de negocios que he tenido con el señor Ward.
-No -gruñe.
-De acuerdo. ¿Qué planes tienes para el resto del día?
-Esto es lo que de verdad me interesa saber. Por favor, que diga que tiene un
montón de asuntos con los que entretenerse para que yo pueda ir a casa de Matt
y recoger mis cosas, pero sin tener que engañarlo y mentirle. Ocultar
información no es lo mismo que mentir. Me pone morritos.
-Pensar en ti. Eso no me hace sentir mejor.
-Volveré a tu casa en cuanto termine de trabajar -digo,
y me doy cuenta al instante de que acabo de mentirle. Hago acopio de todas mis
fuerzas para no tocarme el pelo.
-¡Nuestra casa! -me corrige-. ¿A qué hora?
-A las seis, más o menos. -«Hora más, hora menos»,
Me hace un buen show en plena calle, llamando la
atención de todo el mundo.
Me abraza, me echa hacia atrás sobre su brazo con un
gesto ridículo y teatral y me besa hasta dejarme sin aliento en pleno Berkeley
Square. Nos chiflan y las cornetas hacen fiesta. Total, a mi hombre le resbala.
.-Joder. Te quiero, te quiero, te quiero -dice
contra mi boca.
Sonrío.
-Lo sé.
Vuelve a erguirme y entierra su cara en mi cuello
para mordisquearme la oreja.
-No me canso de ti. Voy a llevarte a casa.
Lo sé, siempre me lo dice, y me entran ganas de no
volver a la oficina e irme con él. No tengo mucho trabajo y no hay nada que no
pueda esperar. Me encanta cuando está de este humor, sin exigencias y sin una
de sus tantas locuras.
Mi móvil empieza a cantar y me saca de mi estado de
rebeldía. Lo pesco del bolso con Jesse enganchado a mi cuello. Cuando lo saco,
lo levanto por encima de su cabeza para ver quién es. Suelto un gruñido. ¿Por
qué tiene que llamarme Mikael precisamente ahora? Jesse debe de notar mi
fastidio, porque deja mi cuello y me mira con curiosidad. Lo que viene después
es para agarrar palco. Logro soltarme de Jesse, después que lo dejé mordiéndose
los codos de la rabia. ¡Mierda! De ésta no me escapo. Entro a la oficina y
Mikael vuelve a llamarme.
-Hola, Mikael.
-Ava, llamo para confirmar nuestra cita del lunes. -Su
voz suave baila en mis oídos. Puede que Jesse lo vea como una amenaza, pero no
lo es, aunque la verdad es que tiene una voz muy sensual-. ¿Te va bien a las
doce?
Me dejo caer en mi silla y la pongo de cara a la
mesa. Me quedo horrorizada al ver que tengo a Jesse delante, bufando como un
toro bravo. Parece furioso. Recorro el despacho con la mirada y veo a Tom y a Victoria
en sus respectivos puestos de trabajo, sin perderse un detalle y sin disimular
su curiosidad. Entonces, veo a Patrick en su oficina pero, gracias a Dios, está
absorto con lo que sea que muestra su pantalla de ordenador y no parece haber
visto a Jesse.
-¿Ava?
Con el drama que tengo entre manos, se me olvida que
estoy en plena conversación telefónica por temas de trabajo.
-Perdona, Mikael. -Miro a Jesse con cara de no
entender qué hace aquí, pero pasa de mí y sigue actuando como una fiera al
acecho, sin tener en cuenta dónde estamos ni que tenemos espectadores-. Sí,
perfecto. -Intento sonar segura y profesional. Fracaso a lo grande... sueno
nerviosa y atacada.
-¿Estás bien? —Su pregunta me desmorona. Está claro
que se nota que no estoy bien.
-Sí, bien, gracias.
-Estupendo. ¿Rompiste tu regla?
El corazón deja de latirme.
-¿Disculpa? -me sale un poco agudo debido a la falta
de oxígeno.
-Con Jesse Ward. Es un cliente, ¿no es así?
No sé qué decir. Y la verdad es que en ese momento
aún no era un “Cliente”
-Sí. -Es la única palabra que me sale.
-¿Cuánto hace que sales con él?
Se me hiela la sangre en las venas y busco la
respuesta correcta en mi cerebro.
-Un mes, más o menos -tartamudeo por teléfono. ¿Por
qué carajo me pregunta eso?
-Hummm, qué interesante -responde.
La sangre se me hiela aún más. ¿Por qué le parece
tan interesante?
Tengo la mirada fija en los ojos verdes del hombre
por el que daría la vida y tengo a otro hombre al otro lado de la línea
telefónica que parece tener algo que decirme, algo que va a hacer que salga despedida
y con el culo chamuscado del séptimo cielo de Jesse, aunque no es que esté allí
en este preciso instante.
-¿Por qué? -sueno muy nerviosa. Normal, es que estoy
muy nerviosa. ¿Qué es lo que sabe?
-Ya hablaremos durante nuestra reunión.
-Vale -Coño ¿Vale? ¡Qué respuesta tan estúpida es esa!
Jesse está sentado sobre mi mesa y parece que quiere
arrancarme la cabeza de cuajo, pero ¿por qué? Hay que joderse. En cinco minutos
he pasado de estar retozando en la acera a un duelo de titanes.
Nos miramos fijamente un rato. Veo de reojo a Tom y
a Victoria, que parece que se han quedado a presenciar el espectáculo. Para ser
justos, es imposible no verlo. Jesse no es fácil de ignorar y, aunque no
estuvieran mirando, seguirían con las antenas puestas, pendientes del hombre,
de mi hombre que emana hostilidad sobre mi mesa.
Me centro en Jesse, pero no quiero mover ficha
primero por miedo a que estalle y Patrick acuda a averiguar a qué se debe la
conmoción. No obstante, tampoco puedo quedarme aquí sentada mirándolo todo el
día.
-Estoy trabajando -digo, firme y tensa. Ni siquiera
yo misma me creo mi falsa calma. Jesse, por su parte, parece estar a punto de
explotar de la rabia.
-¿Quién era? -inquiere, señalando mi teléfono con un
gesto de la cabeza.
-Ya sabes quién era -contesto, dejando el móvil
sobre la mesa. ¿Mi forma de hablar con Mikael tiene algo que ver con todo esto?
Mikael sabe algo y Jesse sabe que lo sabe. Hasta ahí llego.
-No vas a volver a verlo -dice entre dientes, alto y
claro.
Vale, ahora sí que estoy muy preocupada.
-¿Por qué?
Ni siquiera me molesto en señalar que Mikael es un
cliente. Ya lo sabe y, a juzgar por su expresión, le da exactamente igual.
-Porque no. No te lo estoy pidiendo, Ava. En esto, vas
a hacer lo que yo te diga. -Empieza a morderse el puto labio, temblando de rabia.
No puedo ponerme a discutir ahora, no en mi lugar de
trabajo. Tampoco puedo renunciar al contrato de vida. Estoy jodida, muy, muy
jodida. Nunca había necesitado tanto una copa.
-Te veo en el Lusso -digo en voz baja.
-Hasta entonces. -Da media vuelta y desaparece.
Me hundo en mi silla y respiro. La vida con Jesse es
una puñetera montaña rusa, y ahora que se ha ido me voy a pasar el resto de la
tarde preocupada por él. Todo son incertidumbres, pero hay una cosa que tengo
muy clara: no voy a volver al Lusso esta noche. Necesito tiempo para pensar y
aclararme las ideas antes de que me caiga más mierda encima. ¿Sera que lo
logro?
**Por
Fanny Rebellón.