martes, 7 de junio de 2016

Loco Amor / Capítulo 3


Loco Amor.
Fanfic de la trilogía "Mi Hombre"
Historia original de la autora Jodi Ellen Malpas.

CAPÍTULO 3


Me voy con mis locos pensamientos a cuestas, pero feliz porque sé que mañana la veré otra vez y, también, porque sé que se decidirá todo entre los dos.  Sí, señorita O' Shea, tengo que planificar muy bien que voy a hacer con usted porque la quiero de lleno en mi vida.
Después de un momento, entro rápidamente al hotel.  Por ahora, no me apetece ver a nadie.  Una vez en el interior, lo primero que hago es llamar a Patrick, el jefe de Ava, para dejarle muy en claro que la quiero a ella para que desarrolle este proyecto o, de lo contrario, no firmaré ningún contrato.  Bastante hay que pagar y no creo que Patrick deje volar así como así esas libras.  Ni loco que estuviera.  Yo, por mi parte, no lo haría.
Cuando estoy en mi despacho respondiendo algunas cartas y haciendo unos pedidos, entra John, diciéndome...
-Jesse, hay que llamar al proveedor de licores.  Mario me dice que faltan algunas cosas.
-Acabo de hacerlo, John, tranquilo.  Mañana llega todo.  No sé por qué Sarah no lo había hecho con anterioridad.
-Porque estaba ocupada haciendo unos depósitos.  Tú sabes que ella hace esas cosas en las mañanas.
-Es cierto -suspiro-.  John, quería pedirte un favor para mañana.  Pero lo que te diré, ¿puede quedar entre los dos?
-Claro que sí, dime.
-Mañana, después de las 7 PM viene la señorita O' Shea.
-¿En serio? -dice, esbozando su típica sonrisa burlona.
-Esto va en serio, amigo.  ¿Me vas a ayudar?
-Por supuesto.  ¿Cuándo te he dicho que no a algo?
-Ok.  Ella viene específicamente a medir las habitaciones.  En esa tarea la ayudarás tú.
El grandote arquea una ceja ante mi comentario.
-Y si te pide que te pares de cabeza también lo harás.  Lo que sea que ella necesite, por favor.  ¿Entendido?
-Ja, ja, ja... ¿Ahora pretendes que me convierta en malabarista?  Ja, ja, ja... ¿Y qué gano yo con esto?
-¿Tú? ¡Coño, nada!  Pero gano yo y si es así, indudablemente, ganamos todos.  Ava decorará todas las habitaciones nuevas y sé que van a quedar de infarto.  Es muy buena en lo que hace.
-Sí, no me digas.  Tú tramas algo, no creas que no me doy cuenta. 
-Por supuesto que... sí -afirmo muy convencido de mi proceder-.  Apenas llegue al hotel la llevas al bar por una copa y luego, cuando termine de hacer todo lo que hará la conduces a la mini suit, la que está terminada.
-De acuerdo, pero... ¿Por qué?
-Porque yo lo digo.  Coméntale que le dejé un mensaje en el cual le explico que quiero que se guíe por esa habitación.  Que vea que es lo que me gusta.  Ella entenderá, ¿ok?
-Pero esa no es tu verdadera intención, ¿no?
-¿Qué comes que adivinas?
-¿Pretendes hacerle una encerrona, Jesse?
-Esa mujer me tiene loco, John, no puedo sacármela de la cabeza.  ¡Hasta sueño con ella!  ¿Sabes algo, amigo?  Primera vez en mi puta vida que me sucede algo así.  No puedo explicarlo.  Sí, he conocido a muchas mujeres, pero ninguna me ha interesado, ninguna me ha quitado el sueño, ninguna, John, solo Ava ha conseguido hacerlo.  La quiero.  Definitivamente, la quiero en mi vida porque me inspira a muchas cosas que antes ni siquiera imaginé que realizaría.
-¡Wow, cabrón!  ¿Te enamoraste?  Ja, ja, ja. -Se burla de mí en mi propia cara.
-No sé, pero voy a averiguarlo.  ¿Me ayudarás en esa titánica tarea?
-Claro.  Ya entendí lo que tengo que hacer.  En definitiva, ella es mayor de edad y puede ser que te diga que... ¡No!  Ja, ja, ja...
Sigue burlándose de mí a sus anchas mientras cada rasgo de mi rostro se endurece.  ¿Qué mierda pretende?
-¡Vamos, Jesse, no me mires así!  ¡Solo estoy echando bromas!
-Mañana nos pondremos de acuerdo -expreso algo molesto.
-Ok.
-Y recuerda, esto es solo entre nosotros.
-No tienes que recordármelo.
-Lo sé, amigo.  De nuevo, muchas gracias. ¡Ah, John!  Estaré pendiente en todo momento de la cámara de vigilancia para saber cuando llega.  Pero, por las dudas, me das un repique cuando eso ocurra.
-Cabrón, no comas ansias y espera a que llegue el día de mañana.
Como si fuera tan fácil...
-Ok -Decido cambiar el tema de nuestra charla-.  Terminaré algunas cosas que tengo atrasadas y después de ello me iré.  Por favor, no quiero que me hablen, no quiero nada, solo deseo pensar en Ava. -¡Coño!  Estoy desesperado.  El día de mañana se me va a hacer eterno.

Mato el tiempo corriendo y, ¡diablos!, ni así logro sacármela de la mente.  Más tarde, hago algunas compras para el hotel, dejo la orden para que las envíen y me largo para el apartamento.  Quiero intentar dormir, me siento cansado y para mañana tengo que estar bien.  Por la noche, doy vueltas en la cama hasta que por fin logro conciliar el sueño, pero al hacerlo todo lo que consigo hacer es soñar con ella.  ¡Diablos!  Y es un sueño húmedo, caliente... De golpe, me despierto jadeando.  Estoy jodido, parezco un verdadero adolescente primerizo.  ¿Qué mierda me pasa?  ¿Qué es esto?
Me levanto de nuevo y me voy a hacer algo de ejercicio.  Hoy será el puto día más largo de mi vida.  Cuando voy corriendo noto que están en el parque las mismas mujeres de siempre, quienes al verme me sonríen como esperando alguna señal de mí.  ¡Ja!  Ni loco, niñas, ya estoy ocupado.  Y bien ocupado.
De regreso, llego al edificio donde se encuentra ubicado el apartamento que habito y el cual habitaré unos días más.  Allí veo un camión de mudanza.  Ya vienen a llevarse algunas cosas del depósito.  Doy algunas órdenes a los trabajadores y, luego de ello, cuando me hallo nuevamente en mi piso, me meto al baño y vuelvo a pensar en Ava y para empeorar tengo una erección de campeonato, pero no quiero masturbarme.  ¿Por qué?  Porque pretendo que hasta la última gota de mi esencia sea para ella.  Sí, señora.  Así que, como último recurso, me pongo a pensar en John vistiendo mini falda para que así se me aplaque la polla.  Por arte de magia termino carcajeándome como un loco.  Al cabo de unos minutos, salgo y me doy a la tarea de acicalarme.  Dejo el lugar y siento la tentación de ir a verla.  Pero no quiero asustarla, así que raudo y veloz conduzco hacia la mansión.

"Menos mal que no hay moros en la costa", pienso, tras dirigirme a mi oficina.
Por fin ya son pasadas las siete de la noche y casi se me para el corazón cuando la veo llegar.  John, en el acto, me da un repique.  Ese es mi amigo.
¡Dios, Jesse! ¡Mira el vestido que luce hoy!  Le queda de infarto ajustado y contorneando su figura.  Por poco y se me cae la baba.  ¿Por qué se vistió así?  Demasiado tentadora.
Al minuto, contemplo cuando John la recibe y la lleva al bar, tal y como le dije al grandote que lo hiciera.  Quiero prepararla, una copita nunca está de más.  John la deja por un momento a solas y enseguida la veo escanear el lugar, incómoda mientras Mario le sirve su copa.
John llega a mi oficina.  "¿Y ahora?", me dice.  "Llévala a la habitación", le respondo de inmediato, pero ¡¡COÑO!!  Sarah se le acerca.  Esa mujer cuando habla no filtra lo que piensa y puede meter la pata.  ¡¡John!! ¡Ve pronto antes que esa loca meta la pata hasta el fondo!  Y así lo hace, regresando con una velocidad que me asombra, directamente hacia ese lugar.  Debe ser que le cae bien Ava.  En realidad, ¿quién no podría querer a esta preciosidad de mujer? 
Ya en la habitación donde estoy esperándola, reviso que todo esté en orden, pero antes me dirijo al baño para prepararme.  Transcurren unos minutos y ya me estoy poniendo nervioso.  Acto seguido, pasan casi cuarenta minutos más.  ¿Qué mierda sucede?  ¿Por qué se demoran tanto?  "Jesse, cálmate".  Pero no consigo hacerlo porque mis nervios junto con mis ansias me traicionan.
De pronto, siento la puerta de la habitación cerrarse de golpe.  Ya está aquí.  ¡Mierda!  Se me va a salir el corazón.  Espero un momento más y al rato hago un ruido para alertarla de mi presencia.  Salgo desde el interior del baño y cuando me ve me fijo su expresión facial no tiene precio.  Ava me mira de arriba y hacia abajo y viceversa mientras por mi parte mantengo mi boca cerrada.  La dejo que me observe pulgada a pulgada.  Está afectada, inquieta, nerviosa, pero no hace lo que yo creí que haría.  ¿Podré lograr que se someta a mí?
-¿Es ésta un tipo de broma? -dice, pero casi riéndose.  Y, la verdad, es que ni yo mismo puedo creer que estoy haciendo esto.  Pero tengo que tener a esta hermosa mujer.  ¡Joder!  ¡Tengo que tenerla!  ¿Por qué me la pone tan difícil?
Nunca he tenido que llegar a estos extremos.  SeguroAva piensa que estoy desesperado.  Me río en mi interior... Sí, estoy desesperado porque puedo tener, prácticamente, a quien yo quiera, pero ¡coño, la quiero a ella!  ¿Dios, qué está mal conmigo?  Nunca he hecho esto y aquí estoy medio desnudo teniendo que recurrir a parte de mi bien dotado físico que sé de sobra que le encanta a las mujeres.  ¡Qué seguridad Ward!  ¡Qué seguridad!

Sus ojos me recorren el torso mientras me quedo de pie, observando a esta divina mujer que me ha reducido a comportarme como un patético desastre.  Ella tenía que habérselo imaginado, por algo se vistió de tan sensual manera.  ¡Carajo, un vestido! Tengo debilidad por los vestidos, pero en Ava... Siento la respiración pesada.  No, ahora.  La verdad, no puedo ni quiero retroceder. 
Ella, por su parte, respira profundamente presionando aún más esos deliciosos senos contra ese ajustado vestido que le queda como una segunda capa de piel.  Ya no puedo más.  A ella tiene que gustarle lo que está viendo.
Ava se mueve como buscando aire, tiempo preciso para que yo pueda mirarle su cuello.  Ya quiero poner mis labios en él.  Por lo tanto, me dirijo hacia ella lentamente, paso a paso, utilizando toda mi bendita fortuna porque sé muy bien que una vez que le ponga mis manos encima no la podré dejar ir jamás.
-Tranquila, Ava, tú lo deseas también -comento.  No podemos dejar de mirarnos.  Yo no puedo dejar de hacerlo,  Cuando me acerco siento que está muy tensa, pero no se retira.  Me pego más a su cuerpo, casi abrazándola.  No sé, pero percibo que está como hipnotizada.

-Date la vuelta -le susurro en voz baja.  ¡Dios!  Lo único que quiero es arrancarle el vestido!  Pero también tengo miedo a que no vaya a aceptarme.  Ninguna mujer ha huido de mí.  Por lo tanto, ella no puede ser la excepción a esa regla.
De pronto, Ava se mueve, se voltea, logrando que yo consiga emitir un suspiro de alivio.  La verdad, estoy sorprendido.  Nunca pensé que una mujer me volvería un idiota ansioso, pero ella ha logrado calar sentimientos muy fuertes en mí, y no sé si gracias a ellos deba ir más lento.
Estoy eufórico, me tiene fascinado... Siento mis hombros relajarse y a cada segundo su respiración se oye más fuerte.  Lo sé, estamos a tono ella y yo.
Respiro agitadamente, mi corazón late frenético, violentamente en mi pecho y no puedo controlarlo.
Al girarse sobre sus talones, mis manos vuelan hacia ella.  Al instante, las pongo sobre sus hombros.  Se siente muy bien, pero ¡diablos!, estoy temblando.  Ella se estremece también.  La presiono un poco pidiéndole, sin palabras, que se quede donde está.  Lo hace, estoy aliviado.  Ava no se va a marchar.
Aún se siente muy tensa, pero necesito que se relaje.  Comienzo a masajearla quedamente para alejar de sí toda esa tensión.  Sonrío para mis adentros cuando echa su cabeza hacia atrás y empieza a ronronear al igual que si fuera una gatita.  De más está decir que al escuchar ese ronroneo de sus labios ya la quiero devorar.
Percibo que mis masajes cumplen su objetivo porque sé que le gusta lo que hacen mis manos.  Por lo que decido aumentar la presión y, además, poner mis labios en su oído.  Sí, necesito oler su esencia.

-No dejes de hacer eso -murmuro.  Ella tiembla y dice "No quiero dejar de hacerlo".  Sonrío.  Estoy que no quepo en mí porque esto que siento no tiene comparación con nada que he sentido en mi vida y es... ¡Felicidad!-.  No te dejaría hacerlo -prosigo, pegándome a su espalda para que sienta mi inminente cercanía-.  Eres demasiado hermosa, Ava -le susurro ya aprestándome a despojarla de su vestido. 
-¡Oh Dios! -respira intensamente y se apoya en mí cuando su trasero toca mi ingle.  ¡Mierda!  La cual siento que palpita, ansiosa, al igual que lo estoy yo.
-¿Notas eso? -Trazo círculos con mis caderas, consiguiendo que lance un gemido-.  Voy a poseerte. -Pongo mi dedo en su columna y suavemente lo deslizo por su espalda.  Percibo que le encanta esa sensación porque se deleita, ella quiere más.  Tomo la cremallera con una de mis manos, asegurándome de que la otra ya está de lleno en su cadera.  Al instante, siento que da un brinco.  ¡Mierda, la he asustado!  Pero ya no puede escaparse, menos teniendome así.  Tengo que acelerar las cosas, tomarla antes de que le entren dudas.  Decido bajarle suavemente el cierre y, al hacerlo, deslizo una de mis manos por sobre su piel desnuda, flexionando mis dedos antes de que el vestido caiga por completo al suelo.  ¡Maldito infierno!  Lleva encaje.  ¡Ella ha decidido llevar esta noche un puto encaje!  No puedo respirar, mi Dios bendito.
-Mmm... encaje -susurro una vez más, tomando su cintura para levantarla del suelo y así sacarle el vestido que se halla arrojado a sus pies.  Al hacerlo, la siento tan bien, como si hubiera sido creada para estar desde un principio en mis brazos.
Necesito ver su cara otra vez.  Por lo tanto, le doy la vuelta, pero ella no me mira a los ojos, sino centra su mirada en mis labios.  Sé que los quiere sentir sobre su cuerpo y hasta en la más recondita fibra de su ser.  Sonrío un poco y pienso... "Muy pronto, señorita, muy pronto",  porque ya la tengo en mis manos y me voy a tomar mi tiempo saboreando cada momento de todo lo que aquí va a acontecer.
De forma inmediata, mis ojos vuelan al encaje que ocultan sus senos, viendo en ellos la perfección.  La presión de mis manos aumenta cada vez más, creando esa fuerza magnética entre nosotros, tirando de mí hacia ella.  Porque eso es ella para mí, mi imán.
No puedo apartar mis ojos de sus senos de solo imaginarme una de sus protuberancias perfectas en mi boca.  Aquello logra hacerme sonreír, pero necesito provocarla más para que con su excitación se deje llevar y pierda la cabeza.  Ansío tocarla, quiero posar mis manos centímetro a centímetro en todo su cuerpo, besarla y abrazarla sin que pueda parar.
Tomo su otro pecho y me sorprendo cuando ella coloca sus manos sobre mi torso.  ¡Mierda!  ¡Puta mierda!  Me derrito. 
Pestañeo, la miro y noto su cara de satisfacción al ver mi reacción.  Sabe muy bien que me tiene agarrado por las bolas.  ¿Debo decírselo?  No, no hace falta porque si lo hago sé que terminará abandonándome a mi suerte y saldrá corriendo de aquí.  "¿Y ahora?", pienso como un idiota, "¿debo hablarle del hotel?".  Mierda, Jesse, primero haz lo que mejor sabes hacer, desnudarla.
-Quiero verte -oigo como respira con fuerza-.  Por supuesto que voy a verte. -Le desabrocho el sujetador de encaje y deslizo mis manos sobre ella.  Joder, su piel es tan suave como el terciopelo y, sin dudarlo, quiero tener acceso a esto permanentemente porque se siente muy bien.  Sí, esta mujer me hace sentir demasiado bien.
De repente, la acerco más a mí y tomo su boca, no puedo aguantar más sin poseerla.  La beso y esto es el cielo para mí y más, cuando ella lanza sus brazos por sobre mis hombros tirándome más cerca de ella, tratando desesperadamente de enfriar el latido incesante de mi polla que solo consigue acelerarlo todavía más.
Me faltan manos para recorrer su cuerpo.  Por lo tanto, la tomo por su cabello y voy hacia sus mejillas.  La toco de tal manera, como comprobando que ella está aquí.  No puedo controlar mi pecho agitado.  Respiro con dificultad, estoy hecho un lío porque ella ha logrado fundir todo en mí.  ¿Quién coño es y de dónde diablos ha salido?  Mi frente cae en la suya; cierro mis ojos mientras trato de entender algo de lo que me sucede.  Pero no puedo, ya no tengo la menor idea de qué es esto.  Aunque sí estoy seguro de una sola cosa: nunca voy a ser capaz de dejarla ir.
-Voy a perderme en ti -es lo único que le puedo decir, y lo digo con sinceridad absoluta.  Acto seguido, bajo hacia su espalda y sigo hacia su muslo tirando suavemente de él para que rodee mi cadera.  Así la envuelvo por completo a mi alrededor, ojalá para siempre.  Luego, la miro a esos profundos ojos color chocolate y trato de alejar esa idea de que ella no me pertenece.  Pero ella ya es mía y... ¿Querrá que yo también sea suyo? 
-Hay algo aquí -formulo más bien como si fuera una pregunta, porque quiero que me confirme la respuesta.  Me estoy volviendo loco y sé que toda esta situación no me la estoy imaginando.
Ava guarda silencio por un instante, pero luego casi en un murmullo expresa...
-Hay algo...
Y me lo dice mirándome.
Al oírla, percibo un alivio inmenso y además, siento la necesidad de darle un beso enorme, uno especial, significativo y, pues, lo hago.  Reclamo su boca girando, además, mi cadera contra ella cuando nuestras lenguas se baten a duelo, deliciosamente.  No me jodas, coño, porques esto para mí es nada menos que el mismísimo CIELO.
Pero entonces escucho algo.  ¡Oh, mierda no!  ¡Por favor, no!  La beso de forma más agresiva y con mi polla casi clavándola en su abdomen y no quiero hacerlo así.  ¡Oh, Jesús!  No dejo su boca libre un solo instante.  "No arruines esto", pienso.
La escucho de nuevo.  Esa voz femenina aún está ahí.  ¡Maldita mujer!  ¿Tenías que escoger este momento?  No me importa, no voy a dejar que detenga esto.
No pretendo soltarla.  Por lo tanto, tomo su pierna y agarro sus caderas.  Ella se está retirando.  ¡No!  No suelto su boca, pero entre beso y beso le hablo bajito.
-La puerta está cerrada con llave. -Intento tranquilizarla, pero por su expresión advierto que estoy luchando una batalla perdida.
Le agarro la mandíbula y volteo su cara hacia mí, desesperado, sin que tenga más remedio que mirarme otra vez.
-Por favor. -No puedo crecer que, practicamente, le esté rogando.  Y cuando ella mece la cabeza de lado a lado, demostrándome una evidente negativa, un "No te vayas" ordeno desesperado.
-No puedo hacer esto -comenta al tiempo que mis manos se apartan de su cuerpo y un gruñido sale expedido de mí.  Sí, un bufido de auténtica frustración.
-¿Jesse? -La voz chillona de Sarah hace que mi sangre comience a hervir a más de mil grados centígrados mientras veo con horror como Ava recoge su ropa antes de correr hacia el baño.  Se ha ido. 
No salgo de mi perplejidad, de mi estupor y sigo escuchando a Sarah.  Entonces, mis ojos se posan en el sujetador de encaje.  Se ha olvidado de esa prenda dejándola aquí.  Lo agarro al instante y, de la misma manera lo llevo a mi nariz, inhalando su perfume antes de guardarlo en una de las gavetas superiores de uno de los tantos muebles del dormitorio.  ¿Qué diablos estoy haciendo?  Me comporto como una especie de jodido acosador.  ¡Vaya!  Llegar a robar su ropa interior.  ¡No me jodas, mujer!  Todo esto es tu culpa.  ¿Qué diablos me has hecho?  No lo sé, pero no voy a renunciar a ti, ¿me oíste?  No pienso renunciar a ti y a que seas mía.  Unos minutos después, le abro la puerta del cuarto a Sarah, furioso.
-¿Qué maldito coño quieres?
-El gerente del banco te estaba llamando.  Le dije que volviera a llamar en media hora.  ¿Qué le digo?
-¡Qué me fui!  ¡Qué me morí!  ¡Qué se yo!
-¿Qué te pasa, Jesse?  ¿Por qué estás con ese genio?
-¡Porque se me da la puta gana! -Termino tirándole la puerta en el rostro.  Sé que del otro lado está rezongando, pero por ahora no me importa que lo haga.  ¿Mi prioridad?  Me dirijo al baño, golpeo la puerta-.  ¿Ava?  ¡Ava! -Voy a tumbar la puerta justo cuando ella la abre.  Casi la empujo como un animal.  La miro enfadado, me aparta.  Advierto que inspecciona el cuarto-.  ¿Adónde diablos vas? -Le grito.  No me responde.  Admiro que agarra su bolso y sale velozmente consiguiendo que con su acto yo empiece a maldecir-.   ¡¡Ava!! -Grito una vez más, endemoniadamente.  ¿Y qué sucede con ella al mismo tiempo?  Nada menos que corre como alma que se la lleva el diablo.  Agarro una franela, veo su carpeta y como puedo me pondo la franela sobre el cuerpo para no ser tan evidente a los ojos de cualquiera.  Después de eso, decido seguirla.

Se dirige hacia el bar, y yo corriendo casi derrapo ante los que allí se encuentran.  Mario le ofrece otra copa a Ava, pero no quiere aceptar.  Mario insiste.
-Pruébelo -le pide.
Ava, en su intranquilidad, se lo bebe de un solo jalón.  Al segundo, frunce su cara.  Debe haberle pegado duro el alcohol.
-¡Madre mía! -exclama.
-¿Le gusta? -inquiere Mario, emocionado por su bebida recién inventada.
-Sí, está muy bueno.
Cuando consigo llegar a ella, le entrego la carpeta mirándola fijo y también, reteniéndola un poco.
-La has dejado arriba.
-Gracias. -Se muerde el labio inferior, mete la carpeta en su bolso y dice adiós.
¡Coño!  ¡Cómo se va a ir después de empujarse esa copa!  "No, señorita, usted no se va a ir así como así".  Salgo resueltamente detrás de ella, siguiéndola.  ¿Por qué?  Porque estoy seguro que me moriría si a esa mujer algo llega a sucederle.

                                      CONTINUARÁ...                                                                                                                          
**Por Fanny Rebellón.

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