Loco Amor
Fanfic de la trilogía “Mi
Hombre”.
Historia original de la
autora Jodi Ellen Malpas.
CAPITULO 5
Ejercicio. Tengo que hacer mucho ejercicio para quemar toda
esta carga que tengo encima o de seguro terminaré explotando por culpa de
cierta señorita a la cual no voy a mencionar.
¡Joder! Me freno de golpe en mi trote. ¡Mierda! Hoy es el evento en el Lusso y Ava no tiene su
coche.
Vuelvo a iniciar mi trote
mientras le marco a John.
-Buenos días, Jesse. ¿Por
qué llamas tan temprano?
-Para que busques al mejor
chofer del hotel. Necesito que traigas
el coche de Ava hasta el apartamento, ella lo va a necesitar hoy. No lo recordé antes.
-Ok. No hay problema.
-Gracias, amigo.
Al llegar, me doy una buena
ducha y me visto, dejo listo de una vez lo que me voy a poner esta noche. “Hoy no te me escapas, señorita O'Shea”, pienso.
Casi pasadas las 6:00 P.M.
llegan con el carro de Ava. Al instante,
le pido al muchacho que tome mi Aston Martin.
¡Carajo! Al verlo se le iluminan
sus ojos como árbol de navidad.
-No te emociones -le digo-,
vas a seguirme, pero eso sí, con mucho cuidado.
-Claro que sí. Como usted diga, señor Ward.
Acomodo el asiento del Mini
Cooper. ¡Dios, esto es tan pequeño! Arranco y de inmediato pienso en hacer una
maldad. Pongo la canción "Blur"
de Country House y le subo casi todo el volumen, jajaja. Pagaría por ver su linda carita cuando quiera
oír música y se dé cuenta de lo “bajito” que está.
Al cabo de un rato, estaciono
su vehículo frente a su propiedad y procedo a dejarle las llaves en el felpudo
que se halla en la entrada de su casa.
Sin más, doy media vuelta, me subo a mi coche y me dirijo directo a la mansión. Sí, estoy eufórico porque hoy
la veré otra vez y, también, porque hoy se decide todo de una buena vez. La verdad, eso espero.
De regreso, llego al hotel junto con el chofer, le
entrego las llaves a John y en lo que voy entrando me sale Sarah al paso.
¡Uff! ¡Qué fastidio!
-Jesse, tienes que firmar
los cheques de la nómina, eso no puede esperar.
-Ya lo sé, Sarah, no tienes
que recordármelo. Siempre lo he hecho y
me gusta hacerlo, mis empleados se lo merecen porque hacen bien su trabajo.
-Sí, pero como ahora estás tan
entretenido con tu nuevo juguetito...
Destila veneno esta
mujer. Al oírla, me freno en seco cuando tropieza con mi espalda. Me volteo y
la contemplo de forma fija a su rostro. Sí, estoy
que ardo, pero no precisamente de alegría y emoción.
- Respétala, por
favor. Tú no la conoces, así que no vuelvas a pronunciar una estupidez
semejante. Esa señorita no es un
juguete. Esa señorita es una mujer
decente y muy trabajadora que ha logrado ascender gracias a su propio y constante esfuerzo y sin la ayuda de nadie. Ella
no es una puta como te la imaginas en tu sórdida cabeza, ¿OK?
-¡Está bien! –explota-. ¡Dios! ¡Estás
verdaderamente muy susceptible! Por qué
mejor no te vas a firmar los cheques de la nómina. Acabo de dejar todo en orden encima de tu
escritorio.
-Está bien. Ahora, déjame solo, por favor.
-Pero...
-¡Joder! ¡Quiero estar solo,
Sarah! ¿Qué no me has oído? Ordena mi desayuno, el americano. ¿Entendido?
-Pero, Jesse, ¡solo quiero
ayudarte!
-No me ayudes. No te necesito. Me pusiste en tan solo un minuto de muy mal
genio. Así que te lo vuelvo a repetir:
déjame solo, si llego a necesitarte, te llamaré.
Le cierro la puerta de mi
oficina casi en la cara, y tras ese acto escucho cómo se marcha, maldiciendo
entre dientes. A ver si así aprende a
respetar.
Como es mi costumbre, desde
hace unos días estoy pensando en Ava cuando, de pronto, se me prende una idea. Flores.
Voy a enviarle flores. ¡Eso es! Llamo a la floristería que siempre se encarga
de los arreglos del hotel y les ordeno unas calas frescas, un ramo muy grande,
blancas, preciosas, elegantes como ella y hago que las envíen al Lusso. Y, asimismo, les dicto lo que quiero que vaya
escrito en la tarjeta:
"Lo siento mucho. Por favor, perdóname. Un beso".
Cuando termino de hacer el
pedido me doy por satisfecho y ahora sí, me dispongo a trabajar.
Se me ha ido el día
trabajando. Ordené que no me molestaran, hasta almorcé en mi oficina porque
tenía que verificar que todo estuviese bien.
Confío en Sarah, pero errar es de humanos.
Después de un momento,
advierto que ya se me está haciendo tarde.
La verdad, solo quiero irme de aquí.
Le informo a Sarah que voy a estar en el Lusso y, después de ello, salgo
casi corriendo. Llego al apartamento, me doy otra ducha y me pongo ropa limpia.
Me echo mi agua de colonia y me miro al espejo.
Sí, la verdad es que me veo guapo.
¡Qué va! ¡Estoy de puta
madre! Sonrío, hoy es mi día. Por lo tanto, me prepararé para lo que viene.
A las 7:00 p.m. me dispongo
a ir al Lusso. Mi corazón parece un
tambor. ¡Parezco un idiota!
Bueno, casi babeo por esta
mujer y ella se da el lujo de mandarme a la mierda. Pero para su gracia o su desgracia, no puedo
evitar ir tras ella. ¿Por qué? Porque esa es mi meta: conquistarla o dejo de llamarme Jesse Ward.
Llego al Lusso y está
inundado de periodistas, gente de la alta sociedad, de revistas de papel touché
y de decoración.
Miro alrededor y sí,
conozco a unos cuantos. Me saludan muy
amablemente y yo les devuelvo el saludo.
Esto está a un nivel muy alto, pero me encanta. La verdad, me siento orgulloso pues es el
logro de Ava.
En un momento, se me acerca
el agente inmobiliario-. Era que no, si se llevó una buena tajada de mi
dinero-. Advierto que está muy
solícito. Por lo tanto, comenzamos a
charlar animadamente cuando algo me sucede.
Siento una presencia. Aquí hay
alguien que me está mirando con sus ojos color chocolate y esa persona es…
¡Bingo! Volteo y la veo con su
amiga Kate. ¡Dios mío, está preciosa! Ese vestido que luce esta noche está de
infarto. Es imposible que no perciba su
atracción porque Ava, en este instante, se parece más a un poderoso imán que está tratando
de jalarme. Y yo... ¿Me dejo llevar?
Me disculpo con el agente inmobiliario porque
tengo que ocuparme de una importante situación.
Me dirijo hacia ellas. En el
acto, me doy cuenta que su amiga se ríe y la pone sobre aviso.
-Me alegro de volver a verte,
Kate... ¿Ava?
No me da la cara porque está
de espalda a mí, pero de igual manera siento su tensión.
-Jesse -dice Kate-, discúlpame,
tengo que ir a empolvarme la nariz. -Deja su copa y se aleja de prisa para
dejarnos a solas. ¡Gracias, Kate! Me caes de maravillas. Y así, después de ello y sin perder mi
tiempo, la rodeo y me planto frente a Ava.
-Estás fantástica -.¡Dios
mío, se ve bellísima! El vestido le queda ceñido a su cuerpo, dejándome admirar
su preciosa figura. Sí, me la estoy
bebiendo con la mirada.
-Dijiste que no volvería a
verte –me lanza de golpe.
-Bueno, no sabía que
estarías aquí.
Muy seria me mira y como
aburrida dice…
-Me has mandado flores.
-¡Sí, es verdad! -me burlo
ante su enunciado.
No muy contenta, pretende
marcharse de mi lado.
-Si me disculpas –pero no
la dejo marchar. No esta noche.
-No te disculpo. Esperaba que me enseñaras el ático.
-Le avisaré a Victoria que
quieres subir a verlo. Te lo mostrará
encantada.
-Prefiero que lo hagas tú.
-Lo siento. La visita no incluye un polvo -expresa,
entrecerrando la vista con disgusto.
-¿Quieres hacer el favor de
cuidar ese vocabulario? –Le frunzo la cara ante ello.
-Usted, disculpe
–prosigue, molesta-. Y haz el favor de
volver a colocar el asiento en su sitio cuando conduzcas mi coche.
Al escucharla, le regalo mi
sonrisa más inocente.
-¡Y no toques mi música!
-alega.
-¡Perdona! -Me río en mi
interior. Veo que mi broma funcionó-. ¿ Te encuentras bien? Parece que estás
temblando -Le acaricio el brazo con suavidad-.
¿Estás nerviosa por algo? –Al contacto, se aparta de mí.
-En absoluto. ¿No querías ver el apartamento?
-Me encantaría. -Ahora soy
yo quien tiembla, pero de satisfacción.
Con morros en su bella
cara, entra en su faceta profesional y dice…
-La cocina ya la habías
visto en otra oportunidad -me habla con resignación y yo disfruto de su
malestar. Pero lo mejor, sin duda, es verla caminar delante de mí. ¡Mi Dios! Ese culo está de muerte. No es grande, no es pequeño, sino del tamaño
justo para ser pecaminoso, sexy, parado, redondo. ¡Vaya!
Sé que moriré de felicidad cuando lo tenga al fin entre mis manos. ¡Y cómo lo mueve! Sí. Parezco
un perro babeando detrás de ella.
Me lleva por el salón hasta
el gimnasio. Durante el trayecto, varias
personas se me acercan para estrecharme la mano. Claro, son clientes regulares del hotel. A cambio, solo les sonrío.
-Gimnasio -manifiesta,
caminando lo más rápido que le permiten desplazarse sus pies. Se nota que quiere terminar con esto de una
buena vez. Por mi parte, no me aguanto
las ganas de reír, pero ante ello ni siquiera me mira.
Ava me sigue guiando y, de
pronto, me doy cuenta que ya estamos en la parte principal del ático.
-La suite principal -me
indica el vestidor y el baño privado. La
verdad, es que el apartamento es lo mejor de lo mejor y ella lo sabe porque no
me conformo con menos.
-Eres una guía fantástica -digo, ya admirando junto con ella una preciosa obra de arte.
-¿Te importaría explicarme
de quién es esto?
-De Giuseppe Cavalli
-responde con sequedad, cruzándose de brazos.
-Es muy bueno. ¿Has
escogido este artista por alguna razón en particular? -Trato de que baje la
guardia. Sé que me está mirando. Y también sé que está muy nerviosa.
-Se le conoce como el
maestro de la luz –expone a grandes rasgos-. Daba igual lo que fotografiase porque
para él el tema siempre era la luz. Se concentraba en controlarla. ¿Ves? -Me
señala los reflejos del agua.
Los admiro… La verdad, esa
imagen es hermosa. Sí, definitivamente, tiene
muy buen gusto.
-Estos botes de remo por
muy bonitos que sean, solo son botes -continúa-. A él lo que le interesaba era la luz que los
rodeaba porque así conseguía que vieras la fotografía desde otra perspectiva. Bueno, con una luz diferente, supongo. -Y se
inclina para ver bien la imagen. De
forma inmediata, pienso para mis adentros… “Es bella, culta, cada vez me siento
más fascinado por todo lo que irradia esta mujer. ¿Por qué?
Porque es nada menos que un diamante precioso que me encanta y que la
quiero para mí.”
De pronto, nos quedamos en
silencio. Ella deja de observar la
fotografía y levanta la mirada hacia la mía.
En el acto, me muerdo los labios, casi la saboreo. No. No
puedo dejar de verla, sé que nota mi deseo… Y es tal la forma electrizante en
que la contemplo que Ava dice casi en un susurro…
-Por favor, no lo hagas…
-¿Que no haga qué?
-Ya lo sabes. Dijiste que no volvería a verte.
-Mentí -reafirmo sin pena
alguna-. No puedo estar lejos de ti, lo
lamento. Así, te guste o no, tendrás
que verme una y otra y otra vez. -Retrocede un poco-. Tu insistencia en oponerte a esto solo
alimenta mis ganas de demostrar que me deseas. -Camino hacia ella y la veo retroceder
aún más, pero con pasos lentos, sin que nuestras vistas logren despegarse la
una de la otra. Ya está acorralada, no
tiene a donde ir. Por lo tanto, llega a
la cama, y a un costado de ella se queda casi paralizada.
-Detente -me ordena,
logrando que me pare en seco-. Ni siquiera me conoces -balbucea con afán.
-Tal vez no del todo. Pero lo que sí sé es que eres tremendamente
hermosa -y comienzo a caminar hacia ella de nuevo-. Sé lo que siento, y sé que
tú también lo sientes. -Ya estoy pegado a ella, no quiero dar chance a nada. No. No
puedo dejarla ir, pero estoy temblando y siento el corazón en la boca. Ava está temblando también. Agacho mi cabeza y veo lágrimas en sus ojos-. ¿Por qué? -Le acaricio su rostro con mucho
cuidado, consiguiendo con ese acto que me mire. Me desconcierta ver sus
lágrimas-. Lo siento -susurro, limpiándole
las lágrimas con mi pulgar. Me pone mal verla así.
-Dijiste que me dejarías en
paz.
-Mentí -replico-. Lo siento.
Ya te lo he dicho, no puedo estar lejos de ti.
-Me dijiste una vez que lo
sentías y aquí estás de nuevo. ¿Vas a mandarme flores mañana también? -formula con
agudo sarcasmo.
Agacho la cabeza. Me da cierta vergüenza lo que expresa y cómo
lo expresa también, pero eso pasa rápido y ya estoy mirándole de nuevo sus
labios. La analizo en detalle. Me acerco a su boca poco a poco y la rozo con
suavidad. Percibo que se va relajando,
que va levantando sus manos y que, finalmente, agarra mi chaqueta. ¡Jesús! ¡Esto es el cielo!, gruño de
satisfacción. Ava me desea. No estaba equivocado. Por lo tanto, ruedo mis manos a su columna,
por encima de sus hermosas nalgas y la aprieto contra mí. Y solo estamos rozándonos los labios al
tiempo que respiro su esencia y la disfruto como nunca mientras ambos temblamos
de manera asombrosa.
-¿Has sentido esto alguna
vez? -Exhalo mi aliento, recorro sus mejillas con mis labios y voy directo a su
oreja.
-Nunca -me confiesa. Por fin lo acepta.
Tomo el lóbulo de su oreja
entre los dientes y tiro suavemente de él.
-¿Vas a dejar de resistirte
ya? -murmuro, trazando con mi lengua el contorno de su oreja que, de más está
decir, es una zona muy sensible en las mujeres.
Ava gime al instante. Y
tras ello, vuelvo a tomar sus labios, haciéndola callar.
Nuestras lenguas se
entrelazan y se acarician, pero con suavidad. ¡Vaya!
El placer que siento es exultante. Ava no suelta mi chaqueta y poco a poco desliza
sus manos a mi cuello, acariciándome el pelo. Gimo de placer, aparto la boca y le pregunto.
-¿Eso es un sí? -Y la miro
fijamente a los ojos.
-Sí -me responde por fin,
logrando que bese todo su rostro para regresar nuevamente a devorar su boca.
-Necesito tenerte por
completo. Dime que puedo tenerte solo
para mí.
-¡Sí, tómame!
Al oírla, siento que mi
cabeza es tan solo un torbellino de placer.
Sin soltarle los labios, le
rodeo la cintura con mis brazos y subo una mano a su nuca, levantándola, pero
todo el tiempo sin dejar de besarla y a cada segundo con más fuerza, de manera
más intensa. Así, atravieso la habitación
y la llevo hasta una pared. ¡Dios, no
aguanto más!
Nuestras lenguas se
entrelazan, se absorben, se chupan, se saborean. ¡Coño, esta mujer es exquisita! Ava
me toma por la espalda y me pega más a ella. “Tranquila, que por el momento no
pienso ir a ninguna otra parte”, pienso.
Empieza a quitarme la chaqueta, tengo que
soltarla un poco para poder desnudarnos.
Sí, porque la quiero y deseo desnuda para sentir su piel en mi piel y
todo su calor. No me cuesta darme por
enterado que estamos a tono porque ella también me quiere desnudo. Cada uno de sus movimientos la delata. “Bueno nena, si así me quieres, así me
tendrás.”
Me quito la chaqueta y,
después de eso, me jala hacia ella. ¡Joder, me encanta que haga eso! Prácticamente,
nos devoramos mientras la empujo y acorralo contra la pared al tiempo que giro
mi cadera, desesperado.
-¡Joder Ava, me vuelves
loco! -Jamás sentí este grado de deseo, de anhelo, de pasión, de fuego. Primera
vez en mi larga vida que tengo estos sentimientos. Si me parece que mi corazón
va a salir disparado por mi boca. ¡Y qué
decir de mi estómago y de mi sangre que parece lava, recorriéndome de principio
a fin! Qué divino es tener a esta mujer,
nunca podré dejarla ir ¡porque es MIA!
Vuelvo a clavarle mi
erección y, tras ello, Ava lanza un grito, agarrándome por el pelo, logrando
que ahora sea yo quien gima de placer.
Paso mis manos por sus
caderas y por sus muslos. Me faltan
manos para acariciarla. Le levanto el
vestido hasta la cintura. Ava solo jadea gracias al placer que siente. Le muerdo el labio inferior, pero en una
milésima de segundo se aparta, mirándome a los ojos.
Vuelvo a mover la cadera y
la presiono con fuerza entre sus piernas, justo en su sexo. Ava lanza la cabeza hacia atrás disfrutando profundamente
ese patente roce, dejando su cuello a mi absoluta disposición. No pierdo el tiempo, me lanzo de lleno a
besarlo. Lamo y chupo fascinado cada
milímetro de él. Esto es el paraíso, pero…
¡Mierda! En ese ardoroso momento
escuchamos voces fuera de la habitación y Ava se tensa. ¡No! ¡Esta vez no!
-Jesse -dice con voz
entrecortada-. Jesse, viene alguien,
tienes que parar. -Trata de separarse, pero mi polla choca contra ella,
logrando que otra vez gima desesperada.
-No voy a dejarte marchar
ahora.
-¡Pero tenemos que parar!
-No -digo entre
dientes. “Ni loco”, pienso.
-Ya seguiremos después -intenta
convencerme y, también desconcentrarme.
-Eso te deja demasiado
tiempo para cambiar de idea –profiero, lamiendo su cuello con desespero.
-No. Te aseguro que no lo haré. -Me toma la cara
para ponerme a la altura de su mirada, en la cual me pierdo-. No cambiaré de idea
-afirma convencida.
La observo
detenidamente. Veo que está decidida, así
me lo da a entender, pero sé que al alejarnos podría llegar a cambiar de
parecer. Ella es de temperamento
obstinado, teme ceder por mí, no puedo dejar que piense. No. No puedo dejar que se vaya así, menos después
de cómo me tiene a mí y a mi polla. Por lo
tanto, la beso con urgencia y con fuerza.
-Lo siento una vez más,
pero no voy a arriesgarme. -.La cargo de nuevo y la
llevo al baño.
-¿Qué haces? ¡También querrán ver esto!
-Cerraré con pestillo. Eso sí, preciosa, nada de gritar. -La miro
y le dedico una sonrisa maquiavélica. Ava se queda atónita frente a mi sugerencia, pero de
igual forma se ríe.
-No tienes vergüenza, Jesse
Ward.
-No. Y la verdad, me duele la polla desde el
viernes pasado. Y ahora que te tengo
entre mis brazos y que he conseguido que entraras en razón, no pienso moverme
de aquí y tú tampoco lo harás.
Entramos al baño y, de
inmediato, cierro la puerta con el pestillo.
Ava lo observa todo embelesada, pero el ruido la hace volverse
ligeramente hacia mí para que sea solo yo quien la pueda contemplar sin que
nadie más nos moleste. ¡Dios! Esta
imagen se quedará grabada para siempre en mi mente: ella con su vestido en la
cintura y recostada en mi lavabo. ¡Qué
bella imagen, Jesús! De paso, ¿sabías que mi
polla palpita de anhelo?
Me acerco lentamente,
desabrochándome la camisa. Siento cada
músculo, cada fibra, cada gota de sangre alterada dentro de mí. Para mí el sexo ha sido solo eso, sexo, pero
esto que está a punto de suceder entre nosotros es nuevo para mí. ¿Por qué?
Porque, claramente, esta mujer me sedujo en cuerpo y en alma.
Me detengo frente a ella, Ava
me mira con hambre y con gran deseo. Estira
su mano y con un dedo recorre el centro de mi pecho. De forma automática, miro hacia abajo en
dirección a donde dirige su mano y sonrío. Sigo ese movimiento y coloco mis
manos en su cadera, metiéndome entre sus piernas. Sigo sonriendo, admirándola, disfrutándola, y
absorbiendo cada segundo de esta situación.
-Ya no puedes huir -bromeo.
-No deseo hacerlo.
-Me parece perfecto.
Y, al escucharme, me mira
los labios deseosa de tenerlos sobre ella.
Lo sé, porque así lo siento.
Su dedo sube y llega a mi
boca. La abro y tomo el dedo entre mis labios, mordiéndolo juguetonamente. Y así, sigue recorriéndome hasta llegar a mi
cabello de una forma muy sensual. Me tiene por las bolas, literalmente
hablando, ¡eh!
-Me gusta este vestido!
-insinúo, mirándole la cintura.
-Gracias.
-Aunque es un poco
restrictivo –añado, jalando un poco la tela, la cual no cede. ¡Diablos!
Tengo que sacárselo.
-Lo es -coincide conmigo y
su mirada me exige lo que ya estoy pensando hacer.
-¿Te lo quito? –pregunto,
sonriendo.
-Si quieres –responde,
también sonriendo.
-¿O te lo dejo puesto? -Y sonrío aún más, pero malévolamente, deslizando
mis manos por su espalda-. Aunque
pensándolo bien, ya sé lo qué se esconde bajo ese bonito vestido. -Empiezo a
bajarle el cierre, manifestándole al oído-: Y es mucho mejor que
cualquier prenda que yo haya visto. Creo que.. debo deshacerme de él. -La levanto del
mueble y le aparto el vestido, dejándolo caer. Lo deslizo hacia un costado con el pie sin que
en ningún momento mis ojos abandonen los suyos.
-Mmm, me gusta ese vestido
-dice Ava.
-Te compraré uno nuevo.
Vuelvo a subirla al lavabo,
me acerco y le agarro su hermoso trasero duro, atrayéndola hacia mí. No dejo
espacio entre nosotros. Acto seguido, balanceo
mi cadera.
-Ahora es el turno del
sujetador. -Lo desabrocho, le deslizo los tirantes y lo lanzo hacia atrás. Ava se apoya en el mesón y
me exhibe sus preciosos senos con sus pezones erectos como pidiéndome que los
chupe. Al instante, pongo mi mano en su
cuello para luego con ella descender hasta su pecho.
-Siento los latidos de tu
corazón. Te pongo muy nerviosa, ¿verdad?
-Deslizo mis manos entre sus senos hacia su estómago y la miro, muriendo de
deseo-. Eres demasiado hermosa, creo que
voy a quedarme contigo.
Se arquea y se acerca,
ofreciéndomelos, y yo veloz se los chupo. Voy de uno al otro y
cuando salen de mi boca los tomo con mis manos. ¡Jesús! ¡Qué sensación tan
gloriosa! Mi polla parece de piedra, nunca
la había tenido tan dura y tan deseosa. Le pongo la punta entre sus piernas y
me balanceo, ella hace lo mismo. Ava es ardiente, muy ardiente y receptiva. Me mata esta mujer.
Percibo que está muy
excitada. Por lo tanto, deslizo mi mano,
tomo sus bragas, las hago a un lado, llego a su centro y le acaricio el
clítoris.
-¡Joder! -grita al segundo,
clavándome las uñas.
-¡Esa boca! -la regaño,
besándola y hundiendo dos de mis dedos en ella.
Gime desesperada al tiempo
que los meto y los saco en un ritmo sin comparación. Ella choca contra mis dedos, loca por hallar su
liberación, gimiendo, jadeando. Qué
bella es, madre mía, es demasiado… Me tiene loco.
Me agarra fuerte los hombros y yo sigo
besándole los senos. Está frenética, está
fuera de sí. ¡Sí, señor, ya está lista!
-¡Córrete! -le ordeno.
Y no tengo más que decir
cuando Ava explota en un potente orgasmo que la desvanece, haciendo que su
cabeza vaya hacia atrás. Es una delicia observarla en todo su esplendor. ¡Qué va!
Es un placer de dioses.
Lanza un grito, pero le
agarro la cabeza y la vuelvo a besar para absorber su orgasmo. Jadea, está temblando y yo estoy extasiado.
Le beso todo el rostro con
dulzura. Me encanta hacerlo pues, aparte
de pasión, despierta mi ternura y mis infinitos deseos de protegerla. Le aparto los mechones de pelo de la cara y tras
ese acto, abre esos ojazos satisfechos, hermosos. Sí, me siento muy bien por haberle otorgado
ese placer.
-¿Mejor? -Retiro mis dedos
de su interior, está lista y yo desesperado.
-Humm… -No puede hablar. Le paso mis dedos por el labio inferior al
tiempo que la sigo mirando a la cara en silencio. Ava, por su parte, acaricia mi semblante
cuando le sonrío y le beso la palma de la mano.
Y, de pronto, advertimos que alguien sacude el pomo de la puerta del
baño desde afuera. Nos paralizamos.
Ava lanza un grito, pero
consigo taparle la boca con mi mano cuando estoy a punto de reírme.
-No oigo nada -dice alguien
desde fuera.
Ava está asustada, y para
darle mayor seguridad, aparto mi mano de su boca y la beso.
-¡Ssssshhh!
-¡Joder, me siento sucia!
–exclama, soltando mi boca para apoyarse en mi hombro.
-No eres sucia y no digas
tonterías o me veré obligado a darte unos azotes en ese precioso trasero que
has paseado por todo mi baño.
-¿Tu baño?
-Sí, mi baño -Le sonrío
burlón-. Me gustaría que ese montón de
extraños dejara de pasearse también por mi casa.
-¿Vives aquí? -pregunta
perpleja.
-Bueno, lo haré a partir de
mañana. Oye, ¿toda esta mierda italiana
vale de verdad el precio tan caro que le han puesto a este apartamento?
-¿Mierda italiana? -Me mira
consternada.
Me echo a reír al ver su
cara de espanto
-No deberías haberte
comprado el piso si no te gusta la mierda italiana que contiene.
-Puedo deshacerme de la
mierda -bromeo con ella-. Relájate, mujer, no me desharía de nada de lo que hay
en este apartamento -La beso con fuerza-, y nada menos porque tú estás en él.
Vuelvo a besarla, pero
ahora con posesión. Ava me responde, me
ofrece su lengua, la cual es una delicia.
Sin parar de besarla, la tomo por la cintura, la levanto y deslizo sus
bragas. Ya sin ellas, la sitúo de nuevo
en el mueble y procedo a quitarle los zapatos. Ella me quita la camisa y se queda mirándome
el torso. Le gusta lo que ve porque me
come con los ojos. Baja la vista y ve mi
cicatriz, solo un segundo, y sigue con mi cinturón. Me desabrocha la correa y la jala haciendo un
ruido como de látigo.
-¿Vas a azotarme?
-No -responde, frunciéndome
el ceño y metiendo sus pequeñas manos entre los pantalones para jalarme hacia
ella-. Aunque si quieres que lo haga...
-Lo tendré en cuenta. -Sonrío
y empieza a desabrocharme el pantalón y cuando sus dedos rozan mi erección
percibo un corrientazo. ¡Diablos! ¿Qué ha sido eso?
Cierro los ojos con fuerza,
esta sensación es demasiado fuerte y abrumadora. Me baja la cremallera lentamente y,
finalmente, desliza su mano dentro de mis bóxer. Me estremezco de gusto, y eso que solo me
está tocando. En un voluntario
movimiento, termino mirando hacia el techo.
Respiro con dificultad y, de repente, Ava se agacha y me pasa la lengua
por el centro de mi esternón.
-Deberías saber que una vez
que te posea, serás mía.
-Hummm…
Asciende con su boca hacia
mi pezón y le pasa la lengua. ¡Mi madre!
¡Qué sensaciones! Retira su mano de mis bóxer y comienza a
bajármelos para dejar al descubierto mi erección en saludo firme y como un
resorte. ¡Voy a explotar de deseo, coño!
Ava exclama asombrada al
tiempo que fijo mis ojos en ella y sonrío, socarronamente. Sí amor, soy un chico grande, bien dotado y
todo tuyo.
Retrocedo y procedo a
terminar de desvestirme. Me quito los
zapatos y los calcetines. Ava, por su
parte, me observa con deseo, con detenimiento mientras me desnuda sin tocarme. ¡Mi Dios! Es muy sugerente su mirada, tiemblo
gracias a ella cuando comienza a acariciarme la punta de mi polla con su pulgar
y luego, la envuelve en su mano, logrando que me estremezca. ¡Qué sensación tan excitante!
-¡Joder, Ava! -No aguanto,
la beso con fuerza y ella acaricia mi erección a un ritmo lento, pero corrido. Aumenta la velocidad, la presión, pero no
quiero correrme así. La beso más fuerte,
con violencia y bajo mi mano a su entrepierna, haciéndola gemir.
-¿Estás lista? -le pregunto
con desespero tras morder su labio inferior.
Asiente con su cabeza, no
puede hablar. Despego la mano de entre sus muslos y la aparto de mi erección.
La tomo por su trasero, la levanto y la penetro con ansiedad. ¡¡¡ Por fin,
Dios!!!
Ella se queja un poco, por
lo cual desacelero y entro más despacio.
La percibo muy estrecha.
-¿Estás bien?
-¡Un segundo, necesito un
segundo!
Me rodea con sus piernas y
grita de placer, pero su ceño me avisa que le duele un poco. Tengo que esperar
que se ensanche más, no se la he metido toda. Apoyo mi frente en la suya, Ava
me toma por mi espalda sudada y me quedo quieto, dándole tiempo a que se
acostumbre a mi tamaño.
Jadeo, me retiro muy
despacio y vuelvo a entrar, lento y constante.
A cada segundo voy entrando más en su delicioso coño, el cual me aprieta como un puño de lo estrecha que es.
-¿Crees que tienes espacio
para más? -Ya no aguanto la ansiedad.
-Estoy lista.
Y tras lo que ha dicho, empiezo
a salir y a entrar en ella con más fuerza.
Gruño, porque es todo un
placer tenerla y poseerla de esta manera. Nunca había experimentado una
vagina tan deliciosa. Sí,
definitivamente, Ava está hecha para mí. Y la sigo embistiendo una y otra vez. Está tan caliente, tan húmeda, y pareciera que
me absorbe toda la polla de una vez. ¡Me
vuelvo loco!
-Ahora eres mía. ¡Toda mía! -exclamo suspirando de placer
cuando apoya su cabeza en mí.
Rápido me retiro y entro de
una vez y por completo, haciéndola gritar. No me privo de ello, al contrario, sigo
embistiéndola -la tengo hasta el fondo-, la beso y meto aún más presión en su
vagina, la cual me aprieta todavía más. ¡Joder!
- ¿Vas a correrte? -le
pregunto, jadeando.
-Sí -responde y me muerde
el labio inferior. Me quejo, pero de un
dolor placentero.
-Espérame -pido mientras la
penetro con más fuerza. Ava grita
nuevamente y me agarra con desespero para intentar atrasar su orgasmo que no
consigue frenar cuando, después de un par de poderosas estocadas, ambos
alcanzamos la gloria. Me aprieto más a
ella porque somos uno al tiempo que me derramo en su interior. Luego de ello, hundo mi cabeza en su cuello.
-¡¡¡Joderrrr!!! ¡¡¡Mmmmhh!!!
La oigo gemir, siento cómo
tiembla y se balancea en mi polla, pletórica de placer, satisfecha. Lo ha disfrutado. Y yo lo he hecho de la
misma manera. Ava me abraza muy fuerte y
percibo como su coño hace lo mismo con mi miembro. ¡Qué delicia! Me está exprimiendo, literalmente, ¡joder! A
esta mujer no la voy a dejar escapar, ¡lo juro!
-¡Mírame! –le exijo cuando
consigue levantar su cara y suspirar feliz.
Muevo mi cadera y le beso la nariz.
-Eres preciosa -y después
de esa frase, hago que se apoye en mi hombro-. Mi mujer, eres mía.
La levanto y la acerco al
lavabo con mi pene todavía dentro de ella.
Aún lo siento palpitar. Salgo de
su interior a regañadientes, rodeo su cara con mis manos y le beso las
mejillas, los labios. La mimo con mucho cariño, y nada menos porque esta mujer
me inspira muchas cosas, muchos sentimientos, y sobre todo, lo que jamás antes
sentí… y que creo se llama amor.
-¿Te he hecho daño? -inquiero
preocupado. Ava me abraza por completo
con afán, con cariño, conmovida. Por mi parte, meto mi cara en su cuello y le
acaricio la espalda ya relajados, ya satisfechos. ¡Vaya!
¡Qué sensación tan sublime! Luego, me incorporo.
-No me he puesto condón. Lo siento, ¡me he dejado llevar y ni siquiera
lo he pensado! Tomas la píldora, ¿verdad?
-Sí, pero la píldora no
protege de las ETS -me responde en el acto. Le sonrío.
- Ava, siempre uso condón, pero
contigo… -beso su frente.
-¿Por qué?
Me aparto, le sigo haciendo
mimos.
-Porque cuando estoy
contigo pierdo la razón.
Me pongo los bóxer, seguido
de los pantalones, y tomo una toalla del estante. Abro el grifo, humedezco la
toalla y me coloco delante de ella, quien trata de cerrar las piernas, pero la
miro perplejo. Acabamos de tener sexo, ¿por qué la pena? Pero no le hago caso y le separo las piernas
sin que se niegue a cerrarlas esta vez.
-Mejor.
Levanto sus brazos, hago
que se apoye en mis hombros y procedo a limpiarla con mucho cuidado, tratando
de eliminar mis restos de ella. La miro y le digo:
-Quiero meterte en esa
ducha y venerar cada centímetro de tu cuerpo, pero con esto tendrá que bastar,
al menos por ahora.
Me inclino para besarla y
me quedo así por un rato. Me encanta la suavidad de sus labios, su dulzura y su
olor que es divino.
-Venga, señorita, vamos a
vestirte. -La levanto del mueble, le pongo su ropa interior y la ayudo con su
vestido. Le subo la cremallera, pongo mi boca en su cuello, huelo su delicioso
aroma y veo que se eriza, la suelto.
Hoy se sella mi vida con
Ava. Después de esto, sé que será muy
difícil, pero tengo que lograrlo. Voy a luchar por ella, este es mi juramento
que realizaré por mi vida, por una nueva vida y por mi felicidad, porque eso
significa Ava para mí. Mi única felicidad.
CONTINUARÁ…
**Por Fanny Rebellón.
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