Loco Amor
Fanfic trilogía “Mi hombre”
Historia original de Jodi Ellen Malpas.
CAPITULO 14
Mientras vamos de camino al Lusso, solo
pienso en cómo podré llegar a convencer a Ava de que se quede definitivamente
en mi apartamento. La necesito, la quiero siempre a mi lado… ¿Será normal que
uno necesite tanto a otra persona? Ava ha pasado a ser lo más importante en mi
vida, más que mi familia, más que el hotel, pero… ¿Sentirá ella lo mismo por mí?
Sé que me quiere, sé que sexualmente la tengo en mis redes, pero ante su terquedad
e independencia no todo es tan fácil.
Ya estamos cerca del apartamento y en
este momento solo puedo pensar en una misión que debo llevar a cabo: voy a
cobrarle una deuda a esta señorita. Al instante, mi polla pega un brinco. ¡Mierda,
qué ansiedad! Mi deseo se eleva hasta la estratósfera. ¡Uff!
Las puertas del Lusso se abren y entro
rápidamente. Acto seguido, estaciono el coche, apago el motor, me bajo de él y
doy la vuelta para ayudarle a que baje. Tomo su mano, la saco de allí y, prácticamente,
la llevo a rastras. Luego, saludo a Clive con la cabeza, pero ella sí lo saluda
muy amablemente, diciendo:
-Buenas noches, Clive -Le sonríe-. ¿Tienes
prisa? -Ahora se dirige hacia mí.
-¡Sí! -le respondo cuando ya vamos
entrando al ascensor. Dentro, la empujo contra la pared de espejos-. ¡Porque me
debes un polvo de disculpas! -Y la beso como si se me fuera la vida en ello.
Pero cuando al fin consigo liberar sus labios por un momento ella me pregunta:
-¿Qué es un polvo de disculpas?
Mientras meto mis manos por donde sé que
le gusta que lo haga, comienza a volverse loca de deseo.
-Tiene que ver con tu boca –añado,
especificándoselo. Ava jadea y ya está en perfecta sintonía con mi cuerpo, este
es uno de los motivos por los cuales esta mujer me vuelve loco. La miro
fijamente y con atención mientras me quito mi camiseta. Ella, por su parte, abre
más su boca. Sí, siento su deseo. ¡Diablos! ¡Me desea de verdad! Empiezo a
desabrocharme la bragueta de mis vaqueros, Ava respira con dificultad, me muevo
suavemente tensando mi cuerpo y ella ni parpadea porque sé que le encanta lo
que ve. Luego, me abro la bragueta y saco mi erección. Tomándola en mi mano, me
la acaricio lánguidamente. Ava no me quita los ojos de encima, está excitada…
muy, pero muy excitada. ¿Y yo? Estoy que ardo, casi no puedo respirar, pero aún
así levanto la vista y la miro fijamente a sus ojos, diciéndole:
-Ven aquí -se acerca lentamente,
obedeciéndome-. De rodillas –Y así lo hace sin apartar sus ojos de los
míos. Me toma por mi cadera y yo me sigo masturbando muy despacio. Con mi otra
mano le acaricio su mejilla, le doy unos golpecitos con mi índice en ella y le
digo-: Abre –Vuelve a obedecer mi mandato y sin siquiera parpadear pone sus
manos detrás de mis piernas. Lo hace para maniobrar mejor. Lo apruebo sin
regañarla-. Te la vas a meter hasta el fondo y me voy a correr en tu boca -Le
paso mi erección por su labio inferior con algo de mi semen en la punta y Ava,
codiciosa, se lame los labios llevándose en el camino algo de él-, y tú te lo
vas a tragar –acoto cuando me acerco todavía más y le introduzco mi polla en su
deliciosa boca. ¡Mmmm! Cierro los ojos cuando percibo el inminente calor que
emana de ella. Sí, ya quiero correrme, pero tengo que controlarme, pero cómo
podré hacerlo cuando, de pronto, Ava me jala inesperadamente y muchísimo más hacia
ella-. ¡Joodeerrr! -Aún tengo mi mano en la base de mi polla, soy un chico grande
y sí, se la puedo meter toda. Retiro mi mano de mi base y ya estoy listo, Ava
mete una mano entre mis piernas y toma mis huevos, acariciándolos, casi me
corro con esa sensación. Aún con mis ojos cerrados deliro, le tomo su cabeza
entre mis manos, me tiene temblando porque es fabulosa con esa boca. Hábilmente
me acaricia mi pene a lo largo y a lo ancho mientras hace giros con su lengua.
Luego, toma mi polla entre su mano y lo aprieta pasando su lengua por la punta
y le da un beso suave. Bajo mi cabeza, la miro a los ojos aún acariciándole la
coronilla mientras ella lame, chupa, succiona, disfruta. Mi Dios, ¡qué delicia!
Introduce su lengua en mi pequeña hendidura, le sonrío para después, tomándome
por sorpresa, se la mete casi toda-. ¡¡¡Joder, joder, joder!!!
-Tienes una boca increíble y no imaginas
cuanto he querido follártela desde la primera vez que te vi. ¡Sí, Ava, métetela
toda! -exclamo gritando cuando ella relaja la mandíbula, consiguiendo que entre
y salga de ella al tiempo que sigue chupando con afán y con lascivia-. Voy a
acabar, ¡voy a correrme! –gruño con desespero. Y lo hago con fuerza, echando mi
cabeza hacia atrás, dando alaridos del gran placer que estoy recibiendo
mientras Ava sigue ahora despacio, ordeñándome hasta la última gota-. Eres asombrosa, voy a quedarme contigo
para siempre –la levanto y empiezo a regalarle besos por todo su hermoso
rostro.
-Es bueno saberlo -me dice con sarcasmo.
-No intentes hacerte la ofendida conmigo
-Apoyo mi frente a la suya-. Esta mañana me has dejado a dos velas -Se apoya en mi pecho con sus manos, y me mira.
-Pido disculpas por eso -me susurra,
besándome un pezón.
-Llevas encaje -La abrazo-. Me encanta
como te queda-. Aparto sus pies del piso cuando ella me rodea la cintura con
sus piernas. Le recojo sus cosas y salimos del ascensor.
-¿Por qué encaje? -me pregunta.
-No lo sé, pero póntelo siempre. Llaves
en el bolsillo de atrás -le digo. Ava las saca mientras le ayudo, maniobrando
con ella encima de mí. Luego, tiro las cosas al suelo y la llevo hasta la
habitación. Soy feliz cargándola así, ¿no se nota?-. Ahora voy a llevarte a la
cama-. Le doy al control remoto y pongo la canción que siempre me recuerda a
ella, Ángel de Massive Attack, y comienzo a desnudarla sin quitarle los ojos de
encima.
-¿Por qué intentas controlarme? –formula
cuando termino de quitarle la camisa.
-No lo sé –Me ha dejado perplejo con su
pregunta. Pero la verdad, es que no puedo decirle todos mis motivos, eso es parte
de mi pasado y así seguirá… en mi pasado-. Siento que es lo que tengo que hacer
-le explico, rogando que acepte esa respuesta. Le bajo la cremallera de su
pantalón y lo deslizo por sus piernas. La levanto para terminar de sacárselos,
quedando gloriosamente ante mí solamente en ropa interior de “encaje”, un
hermoso encaje que me fascina como se le ve. Doy un paso hacia atrás y empiezo
a desnudarme, siempre admirándola. Retiro todo con los pies. Mierda, ya estoy
cachondo de nuevo, qué barbaridad. Quiero tocarla. Por lo tanto, alargo mi mano
y tomo las copas de su sujetador, y con el dorso de mi mano rozo sus
pezones. Sí, ya están duros y erguidos solo para mi beneplácito-. Me vuelves
loco.
-No, Jesse, tú me vuelves loca.
Le sonrío como pidiéndole disculpas por
ello.
-Estás loco.
La apoyo en mi pecho, la acuesto con
suavidad en la cama y voy sobre ella con mucho cuidado. Ava es pequeña o, más
bien, yo soy muy grande y pesado, pero aun así la cubro como un manto,
apoyándome en mis codos. Tomo su boca y empiezo a adorarla, entro con mi lengua
explorando muy despacio, bailando nuestro propio tango. Le bajo sus bragas y
decido ponerla sobre mí a horcajadas para luego situar mi polla justo en la
entrada de mi paraíso personal.
-Échate hacia atrás y apóyate en las
manos -le susurro con cariño. Ava así lo hace y con mi brazo le rodeo la
cintura para sujetarla mejor. Voy entrando en ella, es exquisito como la cabeza
de mi polla llega hasta sus profundidades mientras va apretando mi hombría de
una manera deliciosa. Suspira, jadea, y la muevo girando su cadera. Lo hago
lento y profundo. La levanto y la vuelvo a bajar siempre moviéndome en círculos.
Sí, tengo el control, me gusta sentirlo-. ¿Dónde has estado toda mi vida, Ava? -le
pregunto brindándole un largo e intenso movimiento. Sigo con mis embestidas,
siento cada parte de ella, cálida, húmeda, divina. Mi Ava tiene una vagina
especial y creo que ni ella lo sabe o será que ¿lo adquirió conmigo? Me absorbe
mi pene sin necesidad de moverse y lo mueve dentro de ella sin movernos ninguno
de los dos-. Prométeme una cosa -le hablo con voz suave-. Que vas a quedarte conmigo.
Necesito que lo digas. -La penetro con más fuerza.
-¡Dios, sí! ¡Me quedaré! -gime de puro
placer, tiembla, está perdida en su éxtasis.
-Vas a correrte -le hablo, jadeando.
-¡Sí!
-Me encanta mirarte cuando estás así. Aguanta
pequeña, aún no -Ava ya casi no aguanta. La levanto y hago que caiga completa
sobre mí, sobre mi pecho, mientras grita, pues en esta posición mi penetración
es mucho más profunda, llenándola por completo. Ava me abraza, pero siempre
mirándonos a los ojos-. Eres tan bonita que dan ganas de llorar y, lo mejor de
todo, eres toda mía. Bésame -Ava me toma la cara con sus manos, acariciándome,
y acerca sus labios a los míos para que la bese más y más, y yo entro con mi lengua,
lamo, chupo, porque esto es el cielo, mi propio cielo.
-Jesse –suplica-, voy a correrme.
-Contrólalo, nena.
-No puedo -me dice agitada y entre
jadeos, explotando sobre mí, dando un grito y atrapando mi labio inferior, el
cual me muerde.
Grito, me pongo de rodillas y agarro
impulso, así la embisto, dando mi última estocada. Por un momento, veo pasar
las estrellas por delante de mis ojos.
-Ahora somos uno. -Doy todo lo que tengo
y colapso sobre ella, hundiendo mi cabeza entre sus pechos. La sensación es
absolutamente abrumadora, me pierdo y no me importa lo duro que pueda ser porque
siempre estoy haciendo el amor con ella. ¡Siempre!-. Por Dios, Ava, ¿qué voy a
hacer contigo?
-Quédate conmigo por siempre, por favor.
Sigo moviendo mi cadera hacia delante y
hacia atrás, para exprimir hasta la última gota de placer que nos queda cuando Ava
sigue temblando y me abraza muy fuerte contra ella.
-Estas temblando.
-Me haces feliz.
-Pensaba que te volvía loco. -Me aparto
para ver su rostro.
-Sí, pero también me vuelves loca de
felicidad.
Empiezo a darle piquitos por su cara.
-Tú no te escapas, eh, porque también me
cabreas hasta volverme loco.
-Te prefiero loco de felicidad, que de
rabia. Das miedo cuando te vuelves loco de cabreo –asegura.
Le tuerzo la boca al oírla.
-Entonces, deja de hacer cosas que me
cabrean hasta volverme loco.
Ava me mira perpleja y antes de que siga
hablando la beso, sentándome en mis talones.
-Sabes que nunca te haría daño a
propósito. Lo sabes ¿verdad? -Cuando hablo así con ella me lleno de temores e
incertidumbre. Le aparto el pelo de su cara mientras Ava me mira muy seria.
-Lo sé.
Me recuesto, se queda tumbada sobre mi
pecho al tiempo que comienza a acariciarme en mi estómago y llega así a mi
cicatriz. Sé que le carcome la curiosidad, no puede dejar de pensar en eso.
-¿Has estado en el ejército?
Le acaricio el pelo.
-Déjalo ya -digo molesto. Tengo que
hablarle así para que no siga preguntando lo que no quiero responder.
-¿Por qué desapareciste?
Coño, esa verdad sí que me pone mal, la
culpa me mata, pero eso pasó cuando yo ni siquiera sabía lo que sentía por
ella. Estaba muy confundido, tanto que me propuse dejarla y olvidarla. Teníamos
muy pocos días de vernos, pero fue peor porque la necesite más y allí me di
cuenta que no podía estar sin ella.
-Ya te lo dije, estaba fatal.
-¿Pero por qué? -Es insistente.
-Despiertas ciertos sentimientos en mí.
-¿Qué clase de sentimientos?
Doy un profundo suspiro, pero Ava tiene
razón, tiene derecho a saber qué es lo que siento.
-De todas las clases, Ava. -Tengo que
hacerme el molesto, no quiero que me siga interrogando.
-¿Eso es malo?
-Lo es cuando no sabes qué hacer con
ellos.
-Crees que te pertenezco -me habla en
voz baja mientras sigue acariciándome con sus dedos.
-No. Sé que me perteneces.
-¿Cuándo llegaste a esa conclusión?
-Cuando me pase cuatro días intentando
sacarte de mi cabeza. -Ya me estoy irritando.
-¿No funcionó?
-Pues no, me volví aún más loco. Ahora, a
dormir, nena.
-Dime, ¿qué hiciste para intentar
sacarme de tu cabeza?
-Eso no importa. No funcionó y punto. A
dormir.
Hace gestos al tiempo que nos seguimos
acariciando. Empiezo a darle besos y a consentirla porque eso es lo que en este
momento me inspira ella, cariño y ternura.
-Dime cuántos años tienes, Jesse.
-No -le respondo molesto. ¿Por qué será
que siempre lo pregunta? Aún creo que me ve muy viejo para ella, pero luego
dudo pues, de lo contrario, no estaría conmigo.
-Me despierto muy temprano, Ava, quiero
correr. El hacer ejercicio es vital para mí y, además, es una gran rutina. Me
siento saludable y conservo bien mi cuerpo. -Ser guapo tiene sus sacrificios y
costos y ahora con Ava tan joven debo cuidarme mucho más.
Varias horas después.
-¿Que estás haciendo? –formula,
sintiéndome como abandono nuestro lecho. Se ha despertado. La miro y le doy mi
mejor sonrisa pensando ¿cómo es posible que se vea tan bonita aun recién levantada?
-Me voy a correr –Me visto rápidamente.
Luego, prosigo atándome los zapatos de deporte-. ¿Disfrutas la vista, nena?
–acoto coqueto y juguetón.
-Sí, claro que sí –asegura de
inmediato-. ¿Qué hora es?
-Las 5 A.M -Ava pela sus ojazos al oírme
y cae a la cama, rendida, se tapa la cabeza, sabe lo que viene, me abraza luego
y trata de meterme en la cama otra vez, pero no la dejo, la levanto súbitamente
poniéndola en pie-. Tú también vienes conmigo -le compongo
el sujetador que todavía lo tiene por arriba de sus senos-. Venga –Mientras voy
al baño la escucho gruñir.
-De eso nada. Yo corro por las noches.
Salgo del baño y la veo tapada hasta la
cabeza.
-Jajaja, ¿ah sí? Ya verás. -La agarro de
un tobillo y tiro de ella sin contemplación alguna.
-¡Oye! ¡Qué crees que haces! –grita-.
¡Qué yo no voy! -Le quito la almohada de la cara y la miro molesto.
-Sí que vienes, las mañanas son mejores.
Vístete -Le doy la vuelta y la azoto en su hermoso trasero.
-No tengo mi ropa para correr –Pero sin
que lo prevea le lanzo una bolsa con todo lo necesario porque sabía que me iba
a poner esa excusa.
-Vi tus deportivas en tu cuarto, están hechas
polvo, te fastidiaras las rodillas si las vuelves a utilizar -Me cruzo de
brazos para verla vestirse. Y así lo hace, sacando las cosas desde el interior,
pero a regañadientes, como el brassier de alto impacto, pantalones cortos de
corredor iguales a los míos, pero de dama y una camiseta rosa que se ajusta malditamente
bien a su cuerpo. Wow, simplemente, se ve de infarto-. Siéntate -Le señalo la cama. Ava da un
profundo suspiro de resignación-. Te estoy ignorando -Le levanto un pie y le
pongo las medias transpirables y los zapatos deportivos. Vaya, me siento
satisfecho.
-¿Puedo usar tu cepillo de dientes?
Mierda, se me olvidó comprarle uno de
esos.
-Sírvete tú misma –respondo cuando ella
ya tiene el cepillo en la boca-. Debemos darnos prisa. Venga, señorita, vamos a
empezar el día igual que como queremos terminarlo. -La tomo de la mano y juntos
bajamos hacia el primer piso-. ¡No puedo salir a correr otra vez hoy!
–Me río, burlándome.
-No me refería a eso –expresa molesta.
-Ah y entonces, ¿a qué te referías
precisamente? -La miro con picardía.
-Quería decir, sudorosos y sin aliento.
Esta noche no vamos a vernos -me lo recuerda. Mierda, no me acordaba. Veré si aún
puedo evitar esa salida. Sí, voy a usar todas mis armas para que ello ocurra-.
Necesito una goma para el pelo -Va a su bolso y desde él toma la goma con la
cual se hace una coleta. Luego, rebusca otra vez en su bolso y veo que se
ruboriza cuando me acerco, curioso. Ya veo el por qué, lleva ropa interior ahí
dentro, aquella que la avergonzó por culpa de Sam.
-¡Anda! Déjame verlas -La tomo de las caderas-.
¿Puedes conseguir unas que digan “Little Miss vuelve loco a Jesse Ward?” -Ava pone
los ojos en blanco.
-No lo sé. ¿Puedes conseguir unas de
“Don Controlador Exigente”?
Al instante, le hago cosquillas,
tocándola en su punto débil.
-¡Para! –exclama, riéndose.
-Vuelve a ponerte los pantalones cortos,
señorita. -Le cacheteo sus nalgas al tiempo que la veo sonreír. Amaneció con
buen pie hoy a pesar de que la levanté tan temprano. Cuando bajamos noto que
Clive está con su cabeza entre las manos-. Buenos días, Clive -lo saludo, pero
no nos pone atención. Esta vuelto un ocho con el equipo nuevo. Me detengo en el
estacionamiento-. Tienes que elongar -le sugiero, soltándola. Tomo mi tobillo
llevándomelo hasta mi trasero, de esa forma estiro el muslo. Ava se queda
parada, mirándome, con una sonrisa de deseo en su cara. Sí, me está comiendo
con los ojos-. Ava tienes que estirar -le recuerdo.
-No he estirado nunca. Salvo cuando me
desespero en la cama y nunca me ha pasado nada.
No le quito los ojos de encima con mi
cara enfurruñada, así que se voltea y se agacha, se abre de piernas y se toca
sus pies, poniéndome su precioso culo prácticamente en mi cara así que, sin
perder el tiempo, se lo muerdo y le doy otra nalgada cuando voltea a mirarme,
sorprendida.
-¿A dónde vamos a correr?
-A los parques reales. ¿Preparada?
Asiente y se acerca a mi coche mientras
sonrío a su espalda.
-¿Adónde vas? –dice elevando el sonido
de su voz cuando nota que me alejo de ella.
.A correr -le digo rápidamente. Se queda
pasmada por el asombro, sé que el trayecto es largo para ella, pero se va a
acostumbrar, le va a hacer bien este ejercicio.
-Esto… ¿ A cuánto están los parques?
-A 7 km desde aquí. Me encanta, es un
buen trecho. -Introduzco la clave para abrir el portón-. Es 11-27-15 -le sonrío-,
para que la sepas. Es la clave del portón para salir o para entrar.
-Nunca conseguiré memorizarlo –suspira parada
junto a mí. Sale ella en primer lugar y al momento la alcanzo. Ahora vamos
juntos, hombro con hombro. La miro de reojo. Joder, se ve muy sexy corriendo,
pero ¿por qué es tan bonita? Seguimos y vamos al trote, nos miramos de vez en
cuando, ella toma mi ritmo, pero sé que no aguantará la vuelta porque no está
acostumbrada. A la media hora, llegamos a Saint Jame’s Park. En ese sitio ya
hay unas cuantas corredoras entrenando, quienes ya pelaron los dientes y me
saludan a la distancia. Solo las saludo. La verdad, no me interesan.
-¿Ava, vas bien?
No me contesta, va muy concentrada.
Llegamos a Picadilly y advierto que ya respira con gran dificultad. Al rato se
sale del camino y entra al parque, cae sobre el césped, extiende los brazos y
piernas tomando todo el aire que consigue inhalar.
-Nena, ¿te he agotado? -Me sitúo por
sobre su cuerpo mientras comienzo a besarla por toda su cara-. Hummm, sexo y
sudor -le lamo la mejilla, riendo, y la pongo sobre mí, abrazándola. Luego de
ello, se pone a horcajadas.
-Por favor, no me hagas volver a casa
corriendo -me ruega. Claro que no, pobrecita, no puedo abusar, sé que es su
primera vez con tantos kilómetros de por medio, aunque lo ha hecho mejor de lo
que esperaba-. Prefiero el sexo soñoliento –añade, cayendo rendida sobre mí.
-Yo también -Le masajeo su espalda-. Venga,
señorita, no podemos pasarnos el día retozando en el césped. Tienes que ir a
trabajar. -Paro un taxi cerca de Picadilly.
-¿Habías traído contigo dinero para un
taxi? -me pregunta mientras yo, simplemente, me encojo de hombros, la jalo y la
tomo entre mis brazos. La llevo casi a rastras y de la misma manera llegamos al
Lusso, entramos al apartamento y Ava se sienta y se agarra la cabeza aún
respirando con dificultad.
-Toma -Le acerco una botella de agua, la
cual se bebe rápidamente-. Llenaré la bañera -Quiero burlarme de ella, pero me
aguanto, la quiero corriendo conmigo todos los días. Ava se dirige a la
habitación.
-No tengo tiempo para un baño, mejor me
doy una ducha.
-Tienes tiempo de sobra hasta para
desayunar. Después, iremos a la mansión a media mañana. -Le beso la frente y
voy al baño.
-Jesse, necesito ir a la oficina.
-No -La voy a tener todo el día conmigo.
-Todo mi material está en la oficina,
mis programas de ordenador, mis libros de referencia, todo -me habla bajito.
-¿Te hacen falta todas esas cosas?
-Sí, son esenciales para hacer mi
trabajo.
-Vale, pasaremos antes por tu oficina -Vuelvo
al baño.
Cuando salgo, la veo tirada en la cama. No
voy a presionarla mucho, se me puede revertir esta situación. Me acerco y le
digo al oído:
-El baño está listo, nena.
-Lo decías en serio ¿verdad? -me
pregunta. Mientras la levanto en brazos la cargo al baño.
-¿El qué? -La bajo y empiezo a desvestirla.
-Lo de no compartirme.
-Sí.
-¿Y mis otros clientes?
-He dicho que no quiero compartirte. -Le
quito sus pantalones, le doy un toque a su tobillo, uno primero y el otro
después.
-Jesse, no necesito estar en la mansión
para hacer los diseños -La meto en la bañera. Luego es mi turno de desvestirme
-Sí que lo necesitas.
-No, no me hace falta.
Mierda, ya estoy cabreado.
-Si te permito volver a la oficina
tienes que darme algo a mí.
-Vale. ¿Qué?
-Vendrás a la fiesta de aniversario de
la mansión.
-¿Qué? ¿A un evento social?
-Sí, exacto, a un evento social.
-Pero… ¿Cuándo?
-Dentro de dos semanas -La abrazo-. Vendrás.
-Paso mi lengua por su oreja y luego se la beso.
-¡Para!
-No. Antes dime que vendrás.
-¡Jesse! ¡No! –Se ríe a carcajadas-. ¡Para!
Vale, iré. ¡Iré!
Aceptó, lo sabía. Irá conmigo. La abrazo
con algo de fuerza.
-¿Cuantos años cumple?
-Unos cuantos.
Se voltea para mirarme y yo pongo mi
mejor cara de pendejo.
-¿Sabes? Nunca me había dado un baño.
-¿Nunca?
-No, nunca, soy un hombre de duchas,
pero creo que después de esto voy a convertirme en un hombre de baños.
-A mí me encanta bañarme.
-A mí también, pero solo contigo -La
abrazo-. Menos mal que la decoradora adivinó que iba a hacer falta una bañera -Ava
se ríe.
-Creo que lo hizo bien.
-Me pregunto si alguna vez pensó en darse
un baño en ella.
-Para nada.
-Pues, me alegro de que lo esté haciendo
-Le muerdo el lóbulo de su oreja cuando Ava me acaricia mis piernas-. Vas a
llegar tarde a trabajar -le hablo dulcemente al oído–. Piensa que si no fueras
a trabajar podríamos quedarnos aquí más tiempo -Le beso la sien y me levanto
para salirme. La dejo pensando. Quiero que su día empiece y termine solo conmigo.
Pero ahora debo planificar cómo voy a decirle a Ava todo sobre la situación de
la mansión, debo hacerlo antes de que se entere por otra boca. Ella es mi vida
y no quiero perderla por nada del mundo. La quiero a mi lado y estoy dispuesto
a hacer lo que sea para lograrlo.
Ya estoy preparado para empezar mi día,
pero antes de que Ava termine su baño debo hacer otra cosa más. Por lo tanto, subo
rápidamente y escondo toda su ropa, solo le dejo lo que yo quiero que se ponga,
hasta la ropa íntima. Me di mi gustazo comprándole preciosos juegos en encaje,
y de solo imaginármela, casi tengo una erección en plena tienda. Recuerdo que
tuve que disimular muy bien ya que las empleadas no me quitaban los ojos de
encima. A veces me pongo a pensar el por qué me comporto de esta manera con
Ava, es raro, nunca nadie me importó tanto hasta el extremo de querer verla
vestida de una u otra forma, pero con ella sí y me complace. Por eso siempre
quiero que se vea como una reina. ¡Mi reina!
La escucho revisando, buscando algo. Al
rato baja hasta la cocina, donde me encuentra hablando por teléfono y comiendo
a mi modo mi mantequilla de cacahuate. Cuando la veo allí, levanto la mirada y
quedo por un momento lelo, y luego de ello, le doy mi mejor sonrisa. Vaya, se
ve preciosa. Ella también me mira de pies a cabeza, le brillan los ojos, y se
ve igualmente muy satisfecha.
-Iré en cuanto deje a Ava en el trabajo
-La observo detenidamente-. Sí, dile a Sarah que lo quiero en mi mesa cuando
llegue. Anulamos su carnet de socio, así de sencillo -Ava se sienta en mis
rodillas y yo ni corto ni perezoso meto mi cara en su cuello. Mmm… Huele de
maravillas-. Puede protestar todo lo que quiera, pero de igual forma queda
expulsado, punto -le hablo bruscamente a John-. ¿De qué habla? Que Sarah lo
cancele … Sí… Muy bien. Te veo pronto -Cuelgo y termino tirando el teléfono
sobre la encimera para tomar a mi mujer y besarla como si el mundo, para mí,
fuera a acabar esta misma noche-. Me gusta tu vestido.
-Claro que te gusta, ¡lo has elegido tú!
¿Y la ropa interior también?
La beso antes de volver a responder.
-Ya te lo he dicho, siempre encaje
-Ahora, la miro de arriba hacia abajo-. ¿Quieres desayunar? -Ava mira el reloj
de la cocina.
-Tomare algo en la oficina. No puedo
llegar tarde -Se aparta de mí para hurgar algo en su bolso-. ¿Puedes servirme
un vaso con agua?
-Todo lo que quieras, nena -Sigo comiendo
de mi mantequilla. Mierda, ya sé lo que busca con tanto afán, sus píldoras.
Joder. Al segundo, vacía el bolso en la encimera-. ¿Qué ocurre?
-Nada -Y vuelve a meter sus cosas otra vez
en el bolso, una por una, añadiendo-:
¡joder!
-Vigila esa boca, Ava -la regaño-.
Venga, vas a llegar tarde.
-Lo siento, es culpa tuya, Ward –La
cierra y se la cuelga al hombro.
-¿Mía? –Abro los ojos con “suma inocencia”-.
¿Qué es culpa mía?
-Nada, pero me retraso porque me estas
distrayendo.
-Bueno, admítelo, te encanta que te
distraiga –Sonríe al tiempo que le estiro mi mano para dirigirnos hacia el
ascensor.
-Salimos del Lusso. Hago lo posible por
llevarla rápido pues, de verdad, salimos tarde. Cuando llegamos finalmente, me
volteo para despedirme de ella.
-Me encanta despertarme a tu lado -Acaricio
su boca con mi pulgar, ella mirándome me dice:
-Y a mí, pero no me gusta que me dejen
hecha polvo para llevarme a correr a las 5 de la mañana.
-¿Preferirías que te follara hasta
dejarte hecha polvo? -Le regalo una de mis mejores sonrisas.
-No, prefiero el sexo soñoliento -Me da
un piquito y se baja del coche-. Te veo mañana. Gracias por dejarme exhausta
antes de ir a trabajar -Se da la vuelta y camina hacia su oficina. La observo
sin perderla de vista al tiempo que saco mi teléfono y le envío rápidamente un
mensaje.
TE VES INCREIBLE CON ESE VESTIDO.
BUENA ELECCION.
DE NADA.
BESOS.
J.
Cuando lo lee, da media vuelta sobre sí
misma, sonríe y yo lo hago de la misma manera. Dos segundos después, enciendo
nuevamente el coche y, en seguida, arranco.
CONTINUARÁ…
**Por
Fanny Rebellón.
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