viernes, 16 de diciembre de 2016

Loco Amor (Confesión) / Capítulo 05




Loco Amor (Confesión)
Fanfic trilogía “Mi Hombre”
Historia Original de la autora Jodi Ellen Malpas.

CAPITULO 5

Como siempre me despierto temprano, es una costumbre difícil de dejar, por lo que me da tiempo de hacer un poco de ejercicio en mi gimnasio. Monto el café y luego me doy un buen baño. Me quedo parado en la puerta del baño, observando a Ava dormir, parece una diosa, y hoy, particularmente, tiene un brillo especial. ¿Por qué será?


Cómo me gustaría meterme con ella en la cama, pero quien se la aguanta si no le aviso el día y la hora que es. Y yo también debo ir al hotel, estoy un tanto atrasado, tengo una cita importante y me esperan el montón de facturas y documentos que yacen sobre mi escritorio. Babeo al verla y más cuando se da media vuelta y le sobresale uno de sus hermosos senos. Debo despertarla, la conozco, se que se va a molestar si no lo hago. Coño, si dejara de trabajar yo sería feliz, pero… eso... es difícil.
-Te quiero.
Sonríe aun con sus ojos cerrados. ¡Auch! Se vuelve e intenta agarrarme la polla.
-Mmm -ronronea y me atrae hacia ella.
-Ava, son las siete y media.
-Lo sé -me dice metida en mi cuello, por lo cual me erizo emocionado-. Quiero sexo soñoliento -me exige y busca hasta que me la agarra entre sus cálidas manos, fuerte, amasándola y sobándola de arriba abajo.
-Me encantaría, nena, pero cuando te hayas despertado de verdad te va a dar un ataque y me vas a dejar a medias -Tomo su mano y la llevo hasta mi cara y se los voy besando uno a uno con mucho cariño-. Es lunes, son las siete y media de la mañana y no quiero que me eches la culpa si llegas tarde.
Ahí si se despierta, abre los ojos como platos y me mira cuando estoy sobre ella. Pega un salto y me alejo, no sea que le dé por soltar la mano.
-¿Qué hora es? -Le sonrío, mirándola con adoración.
-Las siete y media.
-¡Jesse! -grita y sale corriendo al baño-. ¿Por qué no me has despertado antes de ir a correr? -Abre el grifo de la ducha, corre al lavamanos, toma su cepillo de dientes y lo llena con crema.
-No quería despertarte. -Me apoyo en el marco de la puerta y observo cómo se cepilla sus dientes muy rápidamente. Me río un poco de ella.
-Nunca… ha… importado -me habla con la boca llena de pasta de dientes. Me sigo riendo de ella.
-¿Perdona? -Ella niega con la cabeza, se enjuaga la boca.
-He dicho que nunca antes te ha importado. ¡Por qué no me has sacado de la cama y me has obligado a correr veintidós kilómetros! -me habla algo molesta. Ella es dormilona. Me encojo de hombros, me acerco para tomar mi cepillo de dientes.
-Lo haré si es lo que quieres.
-No, solo sentía curiosidad.
Entra en la ducha, se lava su pelo y la veo cómo se afeita sus piernas muy rápidamente, se le nota la práctica o, de lo contrario, se podría cortar. Luego, corre al vestidor. Como yo ya me había bañado, procedo a vestirme, me pongo uno de mis trajes azul marino, me tomo mi tiempo... ya estoy listo. La veo bajar lista, está preciosa.
-Yo te llevo.
-¿Dónde está Cathy? -me pregunta, mirándome de pies a cabeza, le brillan sus ojos con deseo, cada vez que hace eso me erizo, me gusta, porque casi siento lo que está pensando. Le respondo.
-No lo sé. No es propio de ella llegar tarde -la tomo de la mano, tirando de ella para que terminemos de salir del ático-. ¿Llevas todo?
-Sí.
Cuando nos acercamos al mostrador de la conserjería, vemos a Cathy charlando con Clive. Ava sonríe y me mira, no le hago caso. Sé lo que piensa, que estos dos se traen algo.
-Ya entiendo.
-Parecen estar muy a gusto -Miro a Cathy y está embelesada mirando a Clive hablar y él ni se diga. Entonces, nos ve.
-¡Ay! ¡Estaba a punto de subir!
-No pasa nada -le respondo sin detenerme. Ava les sonríe con simpatía, mientras se ponen rojos como la bandera china.
-No queda mantequilla de cacahuate -le refunfuño a Cathy a modo de reproche.
-Hay una caja entera en la despensa. ¿Crees que dejaría que mi chico se quedara sin ella? -me dice sentida. ¡Ups!
-No seas tan cascarrabias. Solo estaban hablando -me dice Ava ya saliendo. Me coloco mis lentes de sol.
-No está bien. -Y suelto su mano.
-Claro, es posible que lo invite a subir mientras no estamos en casa. He notado que las sábanas del cuarto de invitados están un poco revueltas.
-¡Ava! -le grito y miro al cielo, no quiero ni imaginármelo-. ¡Calla! -Ava se ríe, se está burlando de mí.
-Los mayores también tienen derecho a divertirse.
-Claro. -Y sonrío. Tiene razón, están en todo su derecho. Así quiero llegar yo a viejito y cachondo aun detrás de mi Ava. Bueno, ahora a enseñarle mi sorpresa.
-¿De qué te ríes? -me pregunta. Me quito los lentes y me agacho para quedar a su altura, le paso mi nariz por la suya.
-Te he comprado un regalo.
-¿Qué es? -me pregunta y me da un beso delicioso.
-Date la vuelta -Le señalo con mi cabeza algo detrás de ella. Da la vuelta, no ve lo que es aun, pues hay un poco de vehículos aparcados. Le tintineo unas llaves delante de sus narices y así ve, finalmente, la camioneta que le compré, una Ranger Rover Sport de color blanco de agencia.
-Justo ahí.
-¿Esa nave espacial?


Coño, no le gusta, otra en cambio brincaría en una pata, pero ¿Ava? No, qué va.
-¿No te gusta? -le pregunto sentido
-Me gusta mi Mini. -Y la mira asustada.
-¿Por qué? ¿Por lo grande? Es preciosa.
-Este es mucho más seguro.
-Jesse, ese es un coche de hombres. ¡Es la clase de coche que conduciría John! ¡Es un puto tanque!
-¡Ava, cuidado con esa puta boca! -La miro mal-. Lo he comprado blanco, que es un color de mujer. Ven te lo enseño -La tomo por los hombros y la conduzco hacia el vehículo. Es hermosa, toda blanca por fuera y por dentro.
-No sé qué decir. Podrías haberme comprado un reloj o un collar, algo así… No tenías que…
-Arriba. -Mira asombrada el reposacabezas del asiento delantero. Le mandé a bordar “Señora Ward”. La quijada le llega al piso.
-¡No voy a conducir esta bola de nieve! -me dice molesta.
-¡Claro que lo harás! -¡Coño! Tiene que entender que es por su seguridad, porque a su mini cualquiera le pone el pie encima y lo aplasta.
-¡Ni de coña! ¡Es demasiado grande para mí, Jesse!
-Pero es seguro -le insisto. Para mí es prioridad que no le pase nada, así que la cojo y la coloco en el asiento del conductor-. Mira -le pulso un botón y aparece un ordenador-, tiene todo lo que necesitas. He grabado tus canciones favoritas -sonrío y le pongo mi canción “Massive Attack”-, para que te acuerdes de mí.
-Me acuerdo de ti cada vez que me llamas y suena esa canción -me hace una petición extraña-. Quiero tu coche. Tú puedes quedarte con este.
-¿Yo? Coño, si lo puse tan… femenino. Pero es un poco… de chica.
-Lo es y sé a qué está jugando, señor Ward -me clava su pequeño dedo índice en mi pecho-. Solo quieres que conduzca este armatoste porque es enorme y hay menos posibilidades de que resulte herida en caso de accidente. No vas a convencerme por más que intentes adornarlo -y muy foronda se dirige a su mini, se acomoda, lo enciende y arranca cuando, de pronto, frena en seco, yo sé por qué “El control remoto”. Se baja y le doy mi mejor sonrisa.
-¿Ibas a alguna parte?
-¡Que te den! -me grita furiosa. Camina hacia la salida. Ni de coña. La alcanzo, la cargo y la subo a la camioneta.
-¡Cuidado con esa boca! -le pongo el cinturón de seguridad y le quito las llaves de su mini-. ¿Por qué tienes que desobedecerme?
-¿Por qué eres un cabrón imposible! -se remueve incomoda-. ¿No puedes llevarme al trabajo?
-Llego tarde a una reunión, porque mi desobediente esposa no hace lo que le digo -le agarro la nuca y la acerco a mí-. Cualquiera pensaría que andas detrás de un polvo de represalia.
-¡Pues, no! -me dice pícara. Le sonrío y la beso con todo mi amor y pasión. Este es un beso que la va a dejar loca.
-Mmm. Sabes a gloria, nena. ¿A qué hora sales del trabajo? -Como lo pensé, la dejé nocaut.
-A las seis.
-Vas directo a la mansión y trae tus diseños y las cosas del proyecto para que podamos acabar las nuevas habitaciones -Pulso un botón bajo la ventanilla y cierro la puerta, luego meto mi cabeza por la ventanilla. Coño, lo conseguí, veremos hasta cuando dura.
-Te quiero.
-Lo sé. -Y mete las llaves para encenderlo, su cabecita va a millón, así que le saco algo para que olvide esos negros pensamientos.
-¿Has hablado con Patrick?
-¡Mueve mi coche! -Desvío su respuesta, sé que no le ha dicho nada.
-Me lo tomaré como un no. Tienes que hablar hoy mismo con él.
-Mueve mi coche -me dice de mala manera.
-Tus deseos son órdenes, señorita. -Y con mi mirada le advierto que se comporte.
-¿Dónde voy a estacionar este armatoste?
Me río, alejándome para quitarle su carro del camino. Luego, me monto en mi DBS y arranco.
Mientras veo que ella sale, llamo a la floristería para que me confirme si le llevaron las flores con la cajita que les dejé ayer en su oficina. Me encanta darle regalos, quiero que siempre tenga lo mejor y cosas casi tan bellas como ella. ¡Ojalá le guste!
Llego a la mansión y John me está esperando.
-Jesse, buenos días.
-Hola, John, buenos días. Dime, ¿qué tal todo?
-Todo tranquilo, pero tienes muchas facturas y papeles que firmar sobre tu escritorio, te estás atrasando mucho. Y tienes también a unos señores esperándote. Por cierto, ¿quiénes son?
-Amigo, si supieras que no lo sé con certeza, solo sé que es importante y es gente de dinero, mucho dinero. Me contactaron hace días y la curiosidad me pica.
-Mira lo importante -y me señala con su cabeza un Rolls Royce blindado-, ufff, eso es seguro, tienen dinero.
-¡Wow! Bueno, vamos a averiguar. ¿Les ofreciste algo?
-Sí, pero dijeron que te querían esperar. ¿Qué pido para que lleven a la oficina?
-Que lleven café para los visitantes y allí se les preguntará si desean algo mas o si quieren comer algo.
-Muy bien, ya te los llevan.
-Bien, amigo, gracias.
Entro a mi despacho y hay tres hombres con porte muy distinguido. Huelen a dinero por donde se les mire.
-Señor Ward, ¿cómo está usted?
-Bien, muy bien, gracias.
-Señor... Robert, ¿no?
-Sí, Robert Laum, y ellos son nuestros socios en la compañía Daniel Streek y Nelson Weeks -Nos damos la mano, cumpliendo con todo el protocolo, solo había hablado con el Señor Robert por teléfono y así fue que concertamos la cita. Aun no sé para qué quieren conversar conmigo.
-¡Felicitaciones! Nos enteramos que se casó.
-Sí, hace poco, como quien dice aun estoy en mi luna de miel -sonrío con picardía, ellos se ríen.
-No le vamos a quitar mucho tiempo, solo queremos dejarle una proposición. Después usted decide.
-Bien. -En ese momento, llegan con el servicio de café.
-Pedí unos deliciosos cafés, no sé si quieren té, otra bebida o algo más. ¿Ya desayunaron? Podemos ir al restaurante, allí también podemos conversar porque a esta hora no hay nadie, solo los empleados.
-Tranquilo, señor Ward, con los cafés está bien, solo que al mío le echen un poco de crema.
-Como no. -Pete los atiende con todo cuidado, luego se retira.
-Bien, voy a ser directo, señor Ward, estamos interesados en su hotel.
-¿En la mansión? No entiendo, disculpen.
-Su hotel es exquisito, señor Ward, tenemos una idea desde hace algún tiempo y por eso estamos aquí, para hacerle una oferta. No tiene que responderme ahora. Me voy a Nueva York, tengo que atender un negocio muy importante allí, pero en un mes estaré de vuelta. Ellos son mis socios, pero soy yo el encargado del negocio, por eso es que soy el que le habla. Cuando usted decida, y si es un sí, usted me da su precio.
-Bueno, me dejan perplejo, nunca he ofrecido ni he hablado de vender la mansión, por eso me extraña esta oferta tan intempestiva.
-Lo imaginamos, pero como le digo, piénselo, analícelo, hable con su esposa, y en un mes me da su respuesta y si es un no, bueno, no ha pasado nada, se lo aseguro. Y déjeme explicarle, sabemos lo que es el hotel, un muy amigo mío es un asiduo cliente y, la verdad, lo ama, ja, ja, ja. Él me hablé de este sitio y me trajo un día como si fuera un cliente. Solo fui un observador. Mi amigo es feliz cuando viene a la mansión, aunque creo que ahora me va a odiar si es que llegamos a hacer negocio ja, ja, ja. Y la verdad sea dicha, me enamoré de su hermoso hotel, sobre todo del lujo exquisito que usted le dio.
-Gracias -le respondo.
-Y de los terrenos, los jardines, la estructura, son fabulosos para lo que tenemos pensado. No le digo que es para que solo piense en él como el hotel. Eso sí, va a cambiar completamente el concepto de lo que es actualmente.
-Bueno… Me han puesto a pensar. Es bueno que me den ese plazo, y les aseguro que tendrán mi respuesta en un mes.
-Perfecto. ¿Y sabe algo? Lo mejor es que no me dijo que NO de inmediato, así quedan las esperanzas abiertas.
-Ja, ja, ja, ja, si me hubiesen hecho esta oferta hace 4 o 5 meses atrás les hubiera dicho que estaban locos, pero en este momento de mi vida, me han puesto a pensar.
-Lo sabemos, está formando su familia, esas cosas lo hacen pensar a uno de más. ¡Qué se lo dicen estas canas! Ja, ja, ja.
-Señor Ward -me dice otro de los socios-. ¿Nos permite dar una vuelta por su hotel?
-¡Cómo no! Si lo desean, los guío.
-¡Noo, claro que no! Usted puede ir con su esposa, a las mujeres no se les deja solas y menos en su luna de miel -me sonríe con picardía-. Además, recuerde que le dije que ya lo conozco, pero mis amigos no, así que yo les serviré de guía y, quizá más tarde almorcemos aquí, si no hay problema.
-Por supuesto que no, ya hablo con John, es el encargado y él los puede ayudar en lo que necesiten.
-¡Perfecto!
-Bueno, señor Ward, un placer haberlo conocido. Espero que sea una respuesta afirmativa, y déjeme felicitarlo por su reciente boda, le deseo toda la felicidad del mundo.
-Gracias, señor Laum, y el placer es mío. -Le doy la mano y hago lo mismo con sus compañeros-. Les deseo un buen viaje.
-Gracias, señor Ward, nos vemos en un mes. -Salen y yo los acompaño para hablar con John, quien está pendiente, pero en cuanto me ve se levanta y se dirige hacia nosotros-. John, los caballeros van a recorrer el hotel, enséñales absolutamente todo y ayúdalos en lo que necesiten. Luego, van a querer almorzar, así que, por favor, avisa en la cocina. Atención Vip, por favor.
-Como no, Jesse. ¿Tú te vas?
-Voy a firmar dos o tres cosas y me largo. Si vine es porque ya tenía esta reunión pautada en mi agenda. Luego te cuento.
-Tranquilo, Jesse, me avisas cuando te retires.
-Claro que sí.
Me interno un rato en mi oficina, acomodo unas facturas, me fijo si han hecho todos los pedidos. Todo está bien. Luego, firmo algunas facturas, hago tres transferencias, y mientras ojeo veo que ya se acerca el pago de los empleados, tengo que venir con más tiempo para firmar la nómina, me gusta que mis empleados reciban su pago cumplidamente, para eso se joden bastante y de paso me mantienen la mansión impecable, como a mí me gusta. Voy a tratar de traer a Ava conmigo, porque coño, no me concentro cuando la tengo lejos de mí.
Ya estoy listo… creo, y no quiero esperar más. No sé por qué tengo esta puta ansiedad por verla. Por un momento, pienso en la oferta que acabo de recibir, tengo mucho en qué pensar, y la verdad ya no siento lo mismo por el hotel.
Tomo mi móvil y marco a John.
-Jesse, dime.
-Amigo, me largo, atiéndeme muy bien a los visitantes, y si quieren ir con alguien… dales lo mejor, me refiero a las habitaciones.
-Perfecto, tú no te preocupes. Saludos a Ava y cuídate. -Se ríe burlón.
Salgo como alma que lleva el diablo, no quiero que nadie me detenga, necesito a Ava, me hace falta, ¡qué barbaridad!, y la dejé solo hace… ¿qué? ¿4 horas? Y ya estoy desesperado por abrazarla, por besarla. Menos mal que los visitantes no quisieron que los acompañara, estaría muy incómodo. Voy pensando en su ofrecimiento. ¿Estoy listo para deshacerme de la mansión? No lo sé, ya lo pensaré con más detenimiento.

AVA
La sorpresa que me espera al salir del sanitario me dejó estupefacta. No sé cómo se atreve, coño.... Es Sarah.
Ya no tengo náuseas. Ahora estoy cabreada. ¿Qué hace aquí? Me encantaría arrancarle la piel a tiras, pero no quiero hacerlo en mi oficina, así que doy media vuelta para esconderme en los servicios.
-¿Ava? -Me recupero del susto y me vuelvo. Hacía semanas que no oía esa voz. Me sorprende que haya venido a mi encuentro, sobre todo después de lo ocurrido. Hice que la despidieran.
—Sarah —respondo sin entusiasmo. Estoy consternada. ¿Se ha propuesto sumarse a mi lista de preocupaciones? Se la ve más comedida que de costumbre. Su pelo no está tan cardado como siempre y lleva las tetas escondidas debajo de una torera. La falda, a juego con la chaqueta, tiene un largo respetable por la rodilla—. ¿Qué estás haciendo aquí?
—Esperaba que pudiéramos hablar —dice, revolviéndose incómoda en la silla. No hay ni rastro de su chulería. Me ha pillado por sorpresa. ¿A qué juega?
—¿Hablar? —pregunto, recelosa—. ¿De qué? —No tengo nada que decirle a esa mujer, quien echa un vistazo a la oficina, igual que yo. Tom, mi amigo gay y cotilla, tiene la antena puesta y no le quita ojo a la mujer desconocida que está sentada en mi despacho.
—¿Puedo invitarte a una taza de café? —ofrece. Me mira. Debería pedirle que se marchara, pero me puede la curiosidad. Cojo mi bolso.
—Media hora —digo cortante, saliendo de mi despacho sin echar la vista atrás. El corazón me late desbocado. Pensé que no volvería a ver a la bruja del látigo y ahora está en mi despacho. Tengo muy frescos en la memoria lo mal que me lo ha hecho pasar y los dramas que ha montado en mi vida. Lo único que veo son las marcas de sus latigazos en la espalda de Jesse, su expresión de dolor y mi penoso cuerpo hecho un ovillo contra el suyo. La señora tiene mucho valor.
Entro en un Starbucks cercano y me siento en una silla. No voy a invitarla a un café. Sé que tengo una cara de asco mayúscula, pero no puedo disimular. No quiero disimular. Quiero que sepa lo mucho que la detesto.
—¿Te apetece tomar algo? —pregunta con educación. Ésta no es la Sarah que conozco y desprecio.
—No, gracias. -Me sonríe tímidamente.
—Yo voy a pedir. No creo que al encargado le guste que ocupemos una mesa si no consumimos algo. ¿Seguro que no quieres nada?
—Sí. —Niego con la cabeza y la observo acercarse al mostrador. Me aseguro de que está entretenida pidiendo, saco el móvil del bolso y le mando un mensaje a Kate. Necesito desahogarme.

“¡La zorra sinvergüenza se ha plantado en mi oficina!”

Me contesta de inmediato, ya que no es la clase de mensaje que uno deja para luego.

“¡¡¡No jodas!!! Ava, deja de hablar en clave. ¿Quién es la «zorra sinvergüenza»?”

Casi se me escapa un taco.

“¡Sarah!”
Contesta en seguida.

“¡¡¡¡¡¡¡¡Nooooooo!!!!!!!!”

Mis dedos vuelan sobre el teclado, mientras levanto la vista para comprobar que Sarah sigue ocupada.

“¡Cómo te lo cuento! Te llamo luego.”

Me dispongo a guardar el móvil en el bolso cuando recibo otro mensaje. Como si lo viera: está emocionada y tecleando a toda velocidad con sus dedos blancuchos. Seguro que está conduciendo.

“Llámame ahora y deja el móvil sobre la mesa. ¡Quiero oír lo que tiene que decir!”

Doy un respingo y niego con la cabeza. ¡Es la monda! Sería incapaz de mantener la boca cerrada si oye algo que no le gusta, y a ver cómo explico yo luego los gritos lejanos de la loca de mi mejor amiga.

“No.”

Pulso «Enviar» y sonrío al recibir otro mensaje.

“¡Zorra!”

Meto el teléfono en el bolso cuando Sarah se acerca con un café. Cruzo las piernas y mantengo la expresión de odio. Así es. La odio. Odio todo lo que representa pero, sobre todo, odio el dolor que le causó a Jesse. Tengo que parar de pensar. Me estoy cabreando. Mis cambios de humor soy muy extremos últimamente.
Se sienta y remueve su café con cuidado, sin levantar la vista.
—Quería disculparme por todo lo ocurrido.
Me río.
—¿Te burlas de mí?
Deja de remover el café y me mira. Sonríe, nerviosa.
—Ava, lo siento. Supongo que tu llegada me pilló por sorpresa.
—¿Ah, sí? —digo, frunciendo el ceño.
—No te culpo si me mandas a paseo. Me he portado fatal. No tengo excusa.
—Excepto que estás enamorada de él —digo con franqueza, y al oírme abre unos ojos como platos—. ¿Por qué otro motivo ibas a comportarte así, Sarah? -Aparta la mirada y creo que tiene lágrimas en los ojos. Está enamorada de él hasta la médula. ¿Le habré restado importancia al problema?
—No voy a engañarte, Ava. Llevo tantos años enamorada de Jesse que ya he perdido la cuenta. — Vuelve a mirarme—. Pero eso no es excusa.
—Y aun así, lo inflaste a latigazos. —No lo entiendo—. ¿Por qué le hiciste eso a quien amas?
Se ríe tímidamente.
—Eso es precisamente lo que yo hago. Me visto de cuero, cojo un látigo y les pego una paliza antes de follármelos.
Parpadeo.
—Ah. —A Jesse nunca le ha ido ese rollo. —Pero aun así, te lo follaste —digo con sinceridad. Él me lo ha confesado, y sé que, hasta aquel fatídico día en que los pillé juntos en su despacho, nunca antes le habían cosido la espalda a latigazos. Seguro que Sarah estaba en su salsa, especialmente cuando se las apañó para que yo fuera a la mansión y viera la terrorífica escena. Parece sorprendida.
—Sí, pero solo una vez.
Sí, está conteniendo las lágrimas. He subestimado el problema.
—Tiene gracia, ¿sabes? Ni siquiera borracho me quería. Se follaba a cualquiera menos a mí.
Empiezo a comprender, aunque no me entusiasma que me recuerde la vida pasada de Jesse. Se follaba a cualquiera, le daba a todo a todas horas... Pero no tocaba a Sarah. La mansión está llena de mujeres deseosas de tirárselo, ninguna lo desea más que Sarah, y él nunca la ha deseado.
—¿Lo azotaste con la esperanza de que después se acostara contigo? —Solo de pensarlo se me revuelve el estómago. Vuelvo a tener ganas de vomitar. Niega con la cabeza.
—No. Sabía que no iba a hacerlo. Estaba en un estado lamentable por ti. Jamás pensé que llegaría el día en que vería a Jesse Ward de rodillas por una mujer.
—Quieres decir que esperabas que ese día no llegara nunca.
—Eso es. También esperaba que salieras corriendo en cuanto descubrieras lo que sucede en la mansión.
Y salí corriendo. Pero volví. Aunque Sarah no tuvo que hacer nada para que yo saliera por patas cuando descubrí a Jesse borracho.
Miro a la mujer que tengo delante y siento lástima. Me odio a mí misma por sentirme así, pero me da mucha pena.
—Sarah, él te considera una amiga.
No puedo creer que esté intentando que esa mujer se encuentre mejor después de todo lo que ha hecho.
—Lo sé. —Se echa a reír, pero luego frunce el ceño y vuelve a remover su café—. Después de lo que hiciste y de cómo reaccionaste, me di cuenta de lo estúpida que he sido. Se merece ser feliz. Se merece a alguien como tú. Lo amas a pesar de la mansión, de lo que hizo y de su problema con la bebida. Lo amas tal y como es, incluso amas las locuras que hace cuando se trata de ti. —Sonríe—. Haces que se sienta vivo. Nunca debería haber intentado arrebatarle eso.
Estoy atónita. Me quedo mirándola en silencio, sin saber qué decir. ¿Qué le digo?
—Quieres recuperar tu trabajo. -¿Eso le he dicho? Porque abre mucho los ojos.
—No creo que sea posible, ¿verdad?
Pues no. A pesar de su confesión, nunca podría confiar en ella. Nunca me caería bien. Me da lástima, pero no puedo extenderle una invitación para que vuelva a nuestras vidas. Nunca le he preguntado a Jesse qué pasó cuando la despidió. Él me dejó claro que no quería hablar del tema y yo estaba como unas castañuelas por haber conseguido echarla de nuestras vidas. Sin embargo, ahora sí quiero saber qué ocurrió aquel día.
—Debes de haberlo visto con muchísimas mujeres; ¿por qué la tomaste conmigo? —pregunto, aunque ya sé la respuesta.
—Saltaba a la vista que contigo era distinto. Jesse Ward no persigue a las mujeres. Jesse Ward no se lleva a nadie a casa. Jesse Ward no es abstemio. Has cambiado a ese hombre. Has hecho lo que muchas mujeres han intentado hacer durante años sin éxito. Ava, te has ganado al señor. —Se pone en pie—. Felicidades, señora Ward. Cuídalo bien. Hazlo muy feliz. Se lo merece. -Y se va.
La veo desaparecer del Starbucks y me entran ganas de llorar otra vez. Me he ganado al señor. Lo he hecho cambiar. He hecho que dejara de beber y de follarse a todo lo que se movía. He hecho que sienta y que ame. Y me ama. Vaya, sí me ama. Y yo también lo amo. Necesito verlo. Maldita sea Ruth Quinn, la reina de las pesadas. Me pongo en marcha y corro al parking para recoger mi regalo. Por el camino llamo a Kate.
—¡¿Qué te ha dicho?! —chilla por teléfono. Ni siquiera ha dejado que sonara. —Me ha pedido perdón. —Me falta el aliento—. Oye, voy a tener el bebé. -Se ríe de mí.
—¡Estaba cantado, so tonta!

JESSE
En ese justo momento suena mi móvil, miro quien es… Dios… Es mi esposa. Sonrío.
-¿Ava?
-¡No se abren las puertas! -me dice con una voz desesperada.
-Oye, tranquilízate -ya me puso a millón-. ¿Dónde estás?
-¡En la Puerta! ¿He estado llamando al interfono, pero nadie me abre!
-Ava, tranquila. Me estas preocupando.
-Te necesito -me dice sollozando, y ahí si es verdad que me da un mini infarto. Algo le pasó. ¿Pero qué, Dios?
-Nena, baja el parasol del coche -le hablo corriendo, tengo que buscarla, algo le sucede Ava, porque no es así, ella no es nerviosa ni llorona, algo le pasó. Voy a toda velocidad. Carajo, debo tener más cuidado, pero los nervios me joden. Por fin llego y alcanzo a verla, está dando vueltas, no quiso detenerse. ¿Por qué? Cuando me ve, frena y sale del carro muy rápidamente y viene corriendo hacia mí, y es cuando salgo lo más rápido que puedo, creo que hasta dejó la puerta del carro abierta. Corro hacia ella.
Nuestros cuerpos colisionan. La abrazo, rodeándole toda su espalda. Quiero fundirla en mí, protegerla, por lo que la aprieto fuerte, mientras llora desconsolada con su rostro metido en mi cuello. La levanto y camino con ella en peso. ¿Qué pudo haberle pasado? Si alguien le hizo daño… no quiero ni imaginarlo.
-Por Dios, Ava -le hablo jadeando y muy preocupado.
-¡Perdóname! –Carajo, esta histérica
-¿Qué ha ocurrido?
-Nada. Necesitaba verte. -Se me pega más fuerte. A mí que no me venga con cuentos, algo le sucede.
-¡Por todos los santos, Ava! ¡Explícate, por favor! -Quiero separarla de mí, pero se me pega más-. ¿Ava?
-¿Podemos irnos a casa?
-¡No! ¡No hasta que me expliques por qué estás así! -le grito, no me gusta verla así, tengo que aplicar algo de fuerza para separarla de mí, por lo que la sostengo de los brazos y la miro de arriba abajo. No le veo nada mal, no está herida… Entonces, ¿qué carajo le pasa?-. ¿Qué te pasa? -Me mira entre asustada y con algo de temor.
-Estoy embarazada -Esta llorando-. Te engañé. Lo siento.
Percibo un corrientazo por todo el cuerpo. Acaso, ¿está jugando conmigo?
-¡¿Qué?! -Ava llora y mira el suelo, parece arrepentida, ¿pero de qué?
-Me pones furiosa -habla en voz baja-. Me pones furiosa y luego me haces feliz. No sabía qué hacer.
-¡Joder! ¿Es que quieres que acabe en un manicomio, Ava? -Me paso mis manos por el pelo, desesperado, y miro al cielo. Es en serio, mi mujer me quiere enloquecer-. ¿Estás jugando conmigo? Porque es lo último que necesito, señorita. Acabo de asimilar que no estás embarazada, ¿y ahora resulta que si lo estás?
-Siempre lo he estado.
Me deja frío, estupefacto, atónito... aun incrédulo.
-¿Cuándo pensabas decírmelo?
-Cuando me hubiera hecho a la idea. -Entonces… Es cierto… ¡Es cierto, Dios!
-¿Vamos a tener un bebé? -le pregunto aun con miedo a que me diga que es un juego. Sería muy cruel de su parte si me engañara otra vez. Pero ella asiente, y sé que me está diciendo la verdad, lo siento, lo veo, lo huelo. Bajo mi mirada hasta su vientre y siento ya lagrimas que van corriendo por mi cara. Se me doblan las piernas, caigo de rodillas ante ella, esto es un sueño… mi sueño, y sigo llorando, pero de felicidad.
Ava se me acerca llorando y cae a mi lado, también de rodillas. La abrazo y hundo mi cabeza en su cuello, llorando como un niño. Nadie se imagina lo que significa esto para mí, ni siquiera mi mujer.
Mi Ava, mi esposa, mi amiga, mi tesoro, si antes la amaba, ahora mi amor se duplicó, porque va a ser la madre de mi hijo, ella es mi todo. La acaricio como si se me fuera a escapar. Y así estamos por un buen rato.
-Perdóname -me dice en voz baja. Yo no le respondo, no puedo. Me levanto y la cargo para llevarla hacia mi carro. La pongo en el asiento y le abrocho el cinturón de seguridad. Saco mi teléfono y cierro la puerta, me alejo un poco para quito el carro de Ava del camino. Marco para llamar a Patrick, el jefe de Ava, no quiero que vaya a trabajar, hoy no quiero tenerla solo para mí.
-Patrick, ¿cómo estás? Es Jesse Ward.
-Jesse, ¿cómo estás tú? Yo bien, dime que se te ofrece, me extraña tu llamada.
-Quería informarte que Ava no irá en la tarde, se siente mal. ¿Hay algún problema?
-Claro que no, Jesse, que se tome la tarde, ella ha cumplido con sus clientes, no hay ningún problema.
-Gracias, Patrick.
-A tu orden. Salúdame a Ava y que se cuide.
-Como no. Hasta luego.
Tomo el bolso de Ava y tranco la camioneta. Luego, regreso al carro y le pongo el bolso a sus pies. No hablo, no puedo decirle nada, no en este momento.
Llegamos al Lusso en absoluto silencio, me bajo y le abro la puerta. Después, atravesamos el vestíbulo cuando Casey nos mira con algo de recelo, yo ni lo determino. Meto a Ava al ascensor, no la miro, siento que ella sí lo hace, pero algo extrañada de mi silencio, porque aun estoy en shock . Al abrirse la puerta del ático, Cathy tiene una sonrisa feliz que se le paraliza al sentir el ambiente tenso.
-¿Va todo bien? -Nos mira a los dos, luego me mira a mí para que le explique.
Le entrego el bolso a Ava y le señalo la escalera. Ella me mira como pidiéndome que diga algo, pero no le paro. Le señalo de nuevo la escalera.
-¿Jesse? -me dice Cathy.
-Todo bien, Ava está algo indispuesta. -Empujo a mi mujer con suavidad para que suba.
-¿No vienes? -me pregunta Ava.
-Dame un minuto. Corre -y le doy un empujón muy suave. Ava pasa cerca de Cathy y ella le acaricia el hombro con ternura y le sonríe.
-Me alegro de que estés en casa, Ava.
Ella le devuelve la sonrisa.
-Gracias. -Y sube a nuestro cuarto.
-¿Jesse?
-Todo va bien, mi vieja linda, luego te cuento. Primero quiero hablar con ella, ¿sí?
-Está bien, pero no me gusta verte tan serio, y menos cuando tienes a tu mujer aquí.
-Tienes razón. Luego hablamos viejita, es algo muy bueno, algo que me hace muy feliz, solo que aun no me recupero de la sorpresa. -Y le planto un beso en su cachete.
Subo rápidamente y la veo encima de la cama con sus piernas abrazadas por ella, está tensa, solo estoy pensando cómo le voy a preguntar el por qué del engaño.
Me dirijo directamente al baño, voy a preparar la bañera, quiero lavar su cuerpo, adorarla. Abro el grifo, hecho las sales que me gustan para ella, recojo las toallas, las esponjas, todo lo necesario. Ya está llenándose la bañera, tiene que tener una buena temperatura. Luego, voy hacia el dormitorio, me acerco, la tomo de la mano y tiro de ella para que se levante de la cama. Luego, la desnudo, le quito el anillo y el Rolex, la tomo en brazos y la llevo hacia el baño. La deposito en la bañera con cuidado.
-¿Está buena el agua? -le pregunto con ternura, en este momento es lo que me inspira, porque lo que quiero es adorarla.
-Sí -me responde. Me quito la chaqueta y los gemelos, me arremango la camisa y cojo la esponja, la humedezco en el agua de la bañera y le hecho un poco de gel. La coloco, dándome la espalda, y así enjabono su espalda con delicadeza.
-¿No vas a bañarte conmigo? -inquiere en voz baja
-Déjame cuidar de ti -le hablo con voz insegura. Ella se voltea y me mira
-Te necesito mucho más cerca -y pone su mano húmeda en mi pecho-, por favor.
Quiero hacerlo, aunque hubiera preferido recrearme con ella, pero igual puedo hacerlo con ella en la bañera. Me levanto y comienzo a desvestirme lentamente. Después, me meto en la bañera detrás de Ava, así la envuelvo por completo, pero ella tiene otros planes y se voltea y se sienta en mi regazo, hace que suba mis rodillas, así se logra recostar en ellas. Me toma las manos, entrelazándolas, ambos observamos nuestras manos moviéndose y el brillo de los anillos que reflejan el agua. Me siento más relajado, debo empezar a hablar.
-¿Por qué me has mentido, Ava? -le pregunto en voz baja, mirando aun nuestros dedos. Ava frena su movimiento con sus manos.
-Tenía miedo. Sigo sintiéndolo.
-De mí -le afirmo-. Tienes miedo de mí -me callo, ella me entiende.
-Me da miedo cómo te vas a portar.
-¿Qué me vuelva aun más loco?
-Ni siquiera era seguro que estuviera en estado y ya me tratabas como un objeto valioso.
Para mi ella es lo más valiosos que tengo, bueno, y ahora nuestro bebé. Respiro profundo. Tomo nuestras manos juntas y las coloco en mi pecho, cerca de mi corazón.
-También crees que querré al niño más que a ti.
Ava se queda paralizada, eso es lo que pensaba, qué tontita, a mi hijo lo voy a querer con mi vida, pero Ava es mi vida misma.
-¿Lo harás?
Miro a mi mujer con tristeza, si ella supiera mi anhelo de un hijo, quizá me entendería. No quiero que se entere, es algo demasiado triste en mi vida.
-¿Lo notas? -Y pongo la palma de su mano en mi pecho y la sujeto con fuerza-. Está hecho para amarte, Ava. Durante demasiado tiempo ha sido una pieza inútil, no deseada. Ahora trabaja horas extras, se llena de felicidad cuando te miro, se parte de dolor cuando discutimos y late desbocado cuando te hago el amor. Puede que mi forma de querer sea abrumadora, pero no cambiara nunca. Te querré con la misma intensidad hasta que me muera, nena. Tengamos niños o no.
-No quiero vivir nunca sin tu forma de querer abrumadora.
Le acaricio su nuca y la acerco a mi frente.
-No tendrás que hacerlo, porque nunca dejaré de quererte con todas mis fuerzas y te querré cada día más, porque también, cada día que pasamos juntos es un día más de recuerdos. Son recuerdos que atesoraré, no pesadillas que quiera olvidar. Mi mente se está llenando de bellas imágenes nuestras que están ocupando el lugar de una historia que aun me persigue. Están borrando mi pasado, Ava. Las necesito. Te necesito.
-Soy tuya -me dice bajito.
-No vuelvas a dejarme nunca -le replico y la beso con ternura-. Duele demasiado.
Se sienta en mi regazo y me acerco más a ella: Me abraza muy fuerte y me habla al oído.
-Estoy locamente enamorada de ti -me susurra-. También es un amor abrumador. Eso no cambiará nunca. ¡Jamás! -Me besa la oreja-. Y punto. -Me vuelvo y tomo sus labios.
-Estupendo. Mi corazón está contento.
Mi Ava me sonríe con timidez, y la beso, la tengo tumbada sobre mi pecho y nos sumergimos en la bañera. Seguimos besándonos durante mucho tiempo. En cada beso hay ternura, dulzura y mucho amor, ya que este momento es solo de amor, uno inmenso, infinito. Quedamos extasiados por este sentimiento, es algo por lo que le estoy agradecido al creador. No soy practicante, pero sí creo en él, y últimamente me está ayudando de más.
Me aparto y le cojo la cara entre mis manos.
-Quiero bañarte.
-Pero estoy a gusto así.
-Podemos estar a gusto en la cama, donde podrás quedarte dormida en mis brazos, que es donde tienes que estar.
-Pero si no es ni media tar… -Se queda muda por el momento-. ¡No he vuelto a la oficina! -Y quiere salirse para llamar a Patrick, pero no la dejo, la sujeto con fuerza y la hago que se acurruque en mi pecho. Me encanta.
-Me he ocupado de eso. No le des más vueltas, señorita.
-¿Cuándo?
-Cuando te he traído a casa -le doy la vuelta en mi regazo.
-¿Qué le has dicho?
-Que estabas enferma.
-Acabará por despedirme.
No me gustaría que la despidiera, eso me cabrearía, pero sí me encantaría que ella se retirara por sí misma. Claro, no le digo nada, no estoy loco. Me pongo en mi trabajo de enjabonarla, muy lentamente, me deleito en cada parte de su hermoso cuerpo. La limpio con mimo. Dios, Amo con locura a esta mujer. ¡Qué gran sentimiento! Es increíble y un privilegio poder sentir algo tan hermoso.
Termino con ella, la envuelvo en una toalla y la siento en el lavabo doble.
-Quédate aquí -le ordeno con cariño-. Le doy un casto beso y salgo.
-¿A dónde vas?
-Tú, espera. Voy y busco la bolsa que tengo desde hace unos cuantos días.
-¿Qué es eso?
Abro la bolsa y se la enseño. Ella la mira curiosa, y cuando ve lo que es, reacciona.
-¿No me crees? -me pregunta ofendida. Le pongo los ojos en blanco y saco las pruebas de embarazo.
-Claro que te creo.
-Entonces, ¿por qué tienes una bolsa llena de…? -Toma la bolsa, la voltea y comienza a contar, uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete y ocho-. ¿Por qué tienes ocho pruebas de embarazo? -¡Coño! Como que me pasé. Ella me mira, me da vergüenza y aparto una.
-Cada caja contiene dos.
-¿Hay dieciséis? -dice asombrada al tiempo que abro una.
-A veces fallan. Las compré por si acaso.
Saco una de las pruebas y rompo el envoltorio con mis dientes. Se la paso.
-Tienes que hacer pis aquí, mira. -Se la señalo.
-Ya me la hice en el médico, Jesse. Sé cómo funcionan. ¿Por qué no me crees?
Me muerdo mi labio, algo nervioso.
-Te creo, pero tengo que verlo con mis propios ojos.
-¿Desde cuándo las tienes?
Me encojo de hombros, creo que tengo estampada la culpa en mi cara. Agacho la cabeza. Las tengo casi desde que la conocí, se me metió en la cabeza que así la amarraría a mí, pero es mucho más que eso, es el tener un hijo con ¡Ella! Ella fue y siempre será mi escogida para tener a mi bebé, porque ella es el amor de mi vida.
Ava me alarga su mano.
-Dame. -Le doy mi mejor sonrisa, ésta es mi sonrisa de éxtasis de felicidad.
Va hacia el water.
-Necesito intimidad.
La miro curioso, no entiendo.
-Me quedo contigo.
-¡No voy a mear delante de ti! -me replica, negando con la cabeza-. De ninguna manera, Ward.
Ni loco me salgo, me siento en el suelo frente a ella.
-Deshazte de mí si puedes. -Trato de ocultar mi sonrisa.
-Me voy a otro cuarto de baño.
¡Ni de coña! Me agarro de su tobillo, haber si va a poder moverse.
-¡Jesse! -Tira de la pierna, pero sabe que es inútil, así que la miro como becerro a medio morir. Quiere reírse, pero se controla.
-¿Al menos te darás la vuelta? 
¿Por qué me pide eso? ¿Por qué sí conozco cada rincón de su cuerpo?
-No -Doy un salto y me quito la toalla y quedo desnudo-. ¿Te sientes mejor ahora? -Me echa una mirada socarrona y llena de deseo, mira mi polla y suspira. Dios, lo que tengo que hacer para convencerla, pero no importa, lo haría todas las veces que sean necesarias. No solo me sirve de distracción, y mientras habla me come con la mirada, me mira de arriba abajo.
-No juegas limpio con ese cuerpazo.
-Pues claro, es uno de mis atributos. -Y le quito la toalla a ella-. Este otro es el único que te hace sombra -la miro de arriba abajo-. Perfecto.
-No dirás lo mismo cuando esté gorda e hinchada. Y si dices que habrá más Ava para amar, me divorcio. -Me arrebata la toalla y se la enrolla en su cuerpo.
-No digas nunca la palabra “Divorcio” -la cojo de la mano y yo mismo la llevo al water-. Si te hace sentir mejor, yo también comeré por dos. -Estoy carcajeándome con solo imaginarme lo que ella me dice.
-Prométeme que no me dejarás cuando ya no pueda chuparte la polla, porque estará la barriga de por medio.
Suelto otra carcajada, ¡qué cosas se le ocurren! Mi mujer es muy graciosa.
-Te lo prometo, nena. -La sitúo frente al inodoro-. Ahora, vamos a hacer pis.
Ava se levanta la toalla y se sienta en el water, yo me acuclillo delante de ella.
-¿Quieres volver a meter la mano en el water? –Sonríe, está recordando cuando hice lo mismo en el hospital-. Podría marcarte de manera oficial.
Juro que intento aguantarme, vaya que sí lo intento… De verdad lo intento, pero me gana la gracia de mi mujer, así que fracaso y caigo de culo y me echo a reír como loco, es una risa catártica. Me revuelco en el suelo. Me encanta esta mujer, no filtra lo que piensa. Ava aprovecha y toma el “stick” y finalmente orina en él.
-Ava, cariño, no sabes cuánto te quiero. -Me levanto y quedo arrodillado, apoyando mis palmas en sus rodillas. La beso en la boca mientras ella hace pis en el stick.
-Ahí tienes -Me pasa el test, el cual tomo y le paso otro-. ¿Qué? -Frunce el ceño al verlo.
-Te lo he dicho... A veces fallan. Vamos.
Mira al cielo desesperada, pero lo toma y repite la operación. Y en cuanto termina le paso un tercero.
-¡Venga ya!
- Uno más. -Lo destapa.
-Hay que ver… -Lo toma de mala manera y se lo mete entre las piernas. Sé que soy un exagerado, pero esto es importante. ¡El ultimo!-. Toma -Me llevo las tres pruebas al lavabo y las acomodo en orden. Me agacho y pego mi cara a los stick, quiero ver todo el proceso.


-¿Estás cómodo? -Y siento que se acomoda a mi lado.
-Creo que éstos no funcionan. Deberíamos hacer más. -Cuando intento buscar otros, Ava me lo impide.
-Solo han pasado treinta segundos -se ríe-. Ven, lávate las manos -Siento que me las lava, pero yo no le quito los ojos a las pruebas.
-Ha pasado más tiempo -me burlo-. Mucho mas -Es la desesperación la que me hace decir eso.
-No. Deja de ser tan neurótico. -Y mira ella las pruebas. La miro mal.
-No soy neurótico.
-Claro que no -se burla.
-¿Te estás burlando de mi, señorita?
-Por supuesto que no, mi señor.
Nos quedamos en silencio, observando las pruebas. Y van apareciendo unas tenues letras en el primer test, ya está más claro. Luego, miro el segundo, quedo lívido, casi no puedo respirar y aparecen las letras, los dos miramos al mismo tiempo el tercer test y van apareciendo las mismas letras. Por todos los santos… ¡Voy a ser papá! ¡Voy a ser papa! Estoy mareado, hasta estoy temblando. Miro a mi esposa…. Nos miramos, estoy literalmente pasmado.
-Hola, papá -me dice mi Ava con voz temblorosa.
-Qué me aspen… -susurro en respuesta. No puedo respirar.
Caigo al piso, mirando al techo. ¡Definitivamente, voy a ser papá!
-¿Te encuentras bien? -me pregunta Ava. Aun tiemblo y la miro. Me levanto de un salto y la tomo en brazos. Ella grita por la sorpresa.
-Pero, ¿qué te pasa?
La llevo al dormitorio y la deposito con todo el cuidado del mundo. Le arranco la toalla y me coloco entre sus piernas, pongo mi cabeza en su vientre. La miro pletórico de felicidad, porque este es unos de los momentos más felices de mi vida. ¡Cómo no adorarla! Es la mujer de mi vida y ahora la futura madre de mi hijo. Definitivamente, ¡esto es felicidad!
-Te quiero -le hablo con voz baja-. Muchísimo. -Ella sonríe.
-Lo sé.
Le acaricio el vientre con toda la ternura de la que soy capaz de brindarle.
-Y a ti también -hablo sobre su vientre plano. Dibujo círculos con mi nariz alrededor de su ombligo, luego me levanto y me tumbo sobre ella, cuidando de apoyarme en mis codos. Le aparto el pelo de la cara y la miro, en este momento soy una pila de amor-. Intentaré portarme mejor contigo. Intentare no agobiarte y no volverte loca.
-Me gusta que me agobies, pero lo que tienes que controlar son tus locuras.
-Dame detalles.
-¿Quieres saber qué me vuelve loca, exactamente?
-Eso es. No puedo intentar controlarlo si no sé qué es lo que te molesta. -Le doy un beso casto en sus labios.
-Me tratas con demasiada gentileza. Cuando pensaste que estaba embarazada, dejaste de ser una fiera en la cama y no me gustó. Quiero que vuelva mi Jesse dominante.
La miro asombrado.
-¿Qué te he hecho yo?
-Eres adictivo y últimamente tengo el mono.
-Últimamente te he follado a lo bestia.
Ella suspira y coge mis mejillas.
-No vas a hacerle daño a la cosita, ¿sabes?
-¿La cosita? -me río a carcajadas-. Vamos a dejar una cosa clara, señorita. No vamos a llamar “cosita” a mi bebé.
-Ahora mismo, no llega a ser un bebé.
-¿Y qué es?
-Pues, algo parecido a un cacahuate.
¡Wow, genial! Le sonrío con picardía.
-¡Ni se te ocurra, Ward! –También se ríe.
-¿Por qué no? -Le acaricio la mejilla con mi nariz-. ¡Es perfecto!
-¡No voy a llamar “cacahuate” a nuestro bebe y punto!
Comienzo a hacerle cosquillas en su punto débil.
-¡Para! -me dice chillando y me freno. ¡Mierda! Tengo que tener cuidado. Me moriría si por mi culpa le llegara a suceder algo malo-. ¡¿Qué estás haciendo!?
Agacho la cabeza, miro su vientre y luego a ella.
-¿Lo ves? -Me mira molesta-. ¡A eso me refería! Si no vuelves a tratarme con normalidad, me iré a vivir con mis padres lo que me queda del embarazo. Lo digo en serio, Ward. Quiero a mi salvaje, a mi fiera, quiero las cuentas atrás y los distintos tipos de polvos. ¡Lo quiero todo de vuelta y lo quiero ya!
Mi mujer está loca, ¡qué he hecho de esta mujer!
-¿Ya estás más tranquila? -le pregunto serio.
-Eso depende. ¿Te ha entrado algo de lo que he dicho en esa cocorota? -Y la muy me tira del pelo…duro.
-¡Ay! -Me río, luego suspiro profundamente. Me tumbo de espaldas y la siento sobre mí, recojo mis rodillas para que me apoye, la miro atentamente, quiero hablarle muy claramente-. ¿Te acuerdas de cuando te encontré en el bar y te enseñé a bailar?
Ella sonríe.
-Aquella fue la noche en la que me di cuenta de que me había enamorado de ti.
-Lo sé. Me lo dijiste. Estabas borracha, pero lo dijiste.
-Debió ser el baile.
-Lo sé -Me encojo de hombros-. Se me da bien. -Ella niega con la cabeza.
-Eres muy arrogante.
-Parece que soy más listo que mi preciosa mujer.
-¡Serás arrogante!
-No, solo digo la verdad. Veras, yo me había dado cuenta de que me estaba enamorando de ti mucho antes de aquello.
-¿Y eso te hace ser más listo que yo?
-En efecto. Mientras tú huías, yo me pasaba el día frustrado. Pensaba que estabas mal de la cabeza -le sonrío con timidez-, porque no te sometías a mí.
-A diferencia de las demás…
-Exacto -Eso es lo que me extrañaba, nunca una mujer se me negó… Claro, no se lo digo. Pero me frustraba ver que ella no hacia lo que yo quería, porque lo único que hacía era huir.
-Era solo porque sabía que ibas a hacerme daño. Aunque no te conocía, era obvio que tenías experiencia.
Sé lo que iba a decir, “un mujeriego”. Tiene razón, eso era, pero yo no perseguía a ninguna solo a ella.
-Cuando te dejé durante cuatro días.
-No sigas –me interrumpe-. Por favor, no hablemos de eso.
-Deja que te explique una cosa importante -Tiro de ella para acercarla más a mí.
-Estaba muy aturdido por lo que sentía. Me hizo falta estar lejos de ti para comprender exactamente lo que era. No lograba entender por qué me comportaba como un energúmeno. Llegue a pensar que me estaba volviendo loco, Ava. Me pase el tercer y el cuarto día reviviendo cada momento que había pasado contigo. Los recordaba una y otra vez hasta que se convirtió en una tortura. Entonces, fui a buscarte y tú saliste corriendo otra vez.
Ava, la noche en la que me dijiste que me querías, todo cobró sentido y a la vez parecía borroso. Quería que me amaras, pero sabía que no me conocías de verdad. Sabía que había cosas que te harían huir de mí de nuevo. Pero también sabía que te pertenecía y me daba un miedo mortal pensar que, cuando empezaras a atar cabos, te marcharías. No podía arriesgarme, no después que me había costado tantos años encontrarte -Cierro los ojos y respiro hondo-. Esa noche te robé las píldoras anticonceptivas -La beso con ternura-. Me pasé la noche sentado, observando cómo dormías, y lo único en lo que podía pensar era en todas y cada una de las razones por las que no ibas a quererme. Sabía que robarte las pastillas estaba mal, pero lo veía como una garantía. Estaba muy desesperado.
Ella se relaja y yo le sonrío.
-Quiero el mundo entero contigo, nena, y lo quiero para anteayer.
Se queda un rato en silencio, tratando de asimilar todo lo que le he dicho, y parece que ya lo había aceptado, porque luego me dice.
-Gracias por el reloj -Mi mujer ya me perdonó. Tengo todo para ser feliz. Sonrío y paso mi dedo por su labio inferior.
-De nada. -Me besa y se pierde en mí. Es un beso lento, suave, exquisito. Es justo como tiene que ser... Esto es vida.
¡Amo a mi esposa con todo mi ser! Si tuviera que dar mi vida por ella lo haría sin dudarlo. En este momento, ella es vital para mi vida, y ahora lo es para la vida de mi hijo. Todos los días los dedicaré a hacerla feliz. ¡Y doy gracias al Creador y a la vida por darme este regalo!


CONTINUARÁ…

**Por Fanny Rebellón

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