Loco Amor (Confesión)
Fanfic trilogía “Mi
Hombre”
Historia Original de la
autora Jodi Ellen Malpas.
CAPITULO 5
Como
siempre me despierto temprano, es una costumbre difícil de dejar, por lo que me
da tiempo de hacer un poco de ejercicio en mi gimnasio. Monto el café y luego
me doy un buen baño. Me quedo parado en la puerta del baño, observando a Ava
dormir, parece una diosa, y hoy, particularmente, tiene un brillo especial.
¿Por qué será?
Cómo me
gustaría meterme con ella en la cama, pero quien se la aguanta si no le aviso
el día y la hora que es. Y yo también debo ir al hotel, estoy un tanto atrasado,
tengo una cita importante y me esperan el montón de facturas y documentos que
yacen sobre mi escritorio. Babeo al verla y más cuando se da media vuelta y le sobresale
uno de sus hermosos senos. Debo despertarla, la conozco, se que se va a
molestar si no lo hago. Coño, si dejara de trabajar yo sería feliz, pero… eso...
es difícil.
-Te
quiero.
Sonríe
aun con sus ojos cerrados. ¡Auch! Se vuelve e intenta agarrarme la polla.
-Mmm -ronronea
y me atrae hacia ella.
-Ava, son
las siete y media.
-Lo sé -me
dice metida en mi cuello, por lo cual me erizo emocionado-. Quiero sexo
soñoliento -me exige y busca hasta que me la agarra entre sus cálidas manos, fuerte,
amasándola y sobándola de arriba abajo.
-Me
encantaría, nena, pero cuando te hayas despertado de verdad te va a dar un ataque
y me vas a dejar a medias -Tomo su mano y la llevo hasta mi cara y se los voy
besando uno a uno con mucho cariño-. Es lunes, son las siete y media de la
mañana y no quiero que me eches la culpa si llegas tarde.
Ahí si se
despierta, abre los ojos como platos y me mira cuando estoy sobre ella. Pega un
salto y me alejo, no sea que le dé por soltar la mano.
-¿Qué
hora es? -Le sonrío, mirándola con adoración.
-Las
siete y media.
-¡Jesse!
-grita y sale corriendo al baño-. ¿Por qué no me has despertado antes de ir a
correr? -Abre el grifo de la ducha, corre al lavamanos, toma su cepillo de
dientes y lo llena con crema.
-No
quería despertarte. -Me apoyo en el marco de la puerta y observo cómo se
cepilla sus dientes muy rápidamente. Me río un poco de ella.
-Nunca… ha…
importado -me habla con la boca llena de pasta de dientes. Me sigo riendo de
ella.
-¿Perdona?
-Ella niega con la cabeza, se enjuaga la boca.
-He dicho
que nunca antes te ha importado. ¡Por qué no me has sacado de la cama y me has
obligado a correr veintidós kilómetros! -me habla algo molesta. Ella es
dormilona. Me encojo de hombros, me acerco para tomar mi cepillo de dientes.
-Lo haré
si es lo que quieres.
-No, solo
sentía curiosidad.
Entra en
la ducha, se lava su pelo y la veo cómo se afeita sus piernas muy rápidamente,
se le nota la práctica o, de lo contrario, se podría cortar. Luego, corre al
vestidor. Como yo ya me había bañado, procedo a vestirme, me pongo uno de mis
trajes azul marino, me tomo mi tiempo... ya estoy listo. La veo bajar lista,
está preciosa.
-Yo te
llevo.
-¿Dónde
está Cathy? -me pregunta, mirándome de pies a cabeza, le brillan sus ojos con
deseo, cada vez que hace eso me erizo, me gusta, porque casi siento lo que está
pensando. Le respondo.
-No lo sé.
No es propio de ella llegar tarde -la tomo de la mano, tirando de ella para que
terminemos de salir del ático-. ¿Llevas todo?
-Sí.
Cuando
nos acercamos al mostrador de la conserjería, vemos a Cathy charlando con
Clive. Ava sonríe y me mira, no le hago caso. Sé lo que piensa, que estos dos
se traen algo.
-Ya
entiendo.
-Parecen
estar muy a gusto -Miro a Cathy y está embelesada mirando a Clive hablar y él
ni se diga. Entonces, nos ve.
-¡Ay!
¡Estaba a punto de subir!
-No pasa
nada -le respondo sin detenerme. Ava les sonríe con simpatía, mientras se ponen
rojos como la bandera china.
-No queda
mantequilla de cacahuate -le refunfuño a Cathy a modo de reproche.
-Hay una
caja entera en la despensa. ¿Crees que dejaría que mi chico se quedara sin
ella? -me dice sentida. ¡Ups!
-No seas
tan cascarrabias. Solo estaban hablando -me dice Ava ya saliendo. Me coloco mis
lentes de sol.
-No está
bien. -Y suelto su mano.
-Claro,
es posible que lo invite a subir mientras no estamos en casa. He notado que las
sábanas del cuarto de invitados están un poco revueltas.
-¡Ava!
-le grito y miro al cielo, no quiero ni imaginármelo-. ¡Calla! -Ava se ríe, se
está burlando de mí.
-Los
mayores también tienen derecho a divertirse.
-Claro. -Y
sonrío. Tiene razón, están en todo su derecho. Así quiero llegar yo a viejito y
cachondo aun detrás de mi Ava. Bueno, ahora a enseñarle mi sorpresa.
-¿De qué
te ríes? -me pregunta. Me quito los lentes y me agacho para quedar a su altura,
le paso mi nariz por la suya.
-Te he
comprado un regalo.
-¿Qué es?
-me pregunta y me da un beso delicioso.
-Date la
vuelta -Le señalo con mi cabeza algo detrás de ella. Da la vuelta, no ve lo que
es aun, pues hay un poco de vehículos aparcados. Le tintineo unas llaves
delante de sus narices y así ve, finalmente, la camioneta que le compré, una
Ranger Rover Sport de color blanco de agencia.
-Justo
ahí.
-¿Esa
nave espacial?
Coño, no
le gusta, otra en cambio brincaría en una pata, pero ¿Ava? No, qué va.
-¿No te
gusta? -le pregunto sentido
-Me gusta
mi Mini. -Y la mira asustada.
-¿Por
qué? ¿Por lo grande? Es preciosa.
-Este es
mucho más seguro.
-Jesse,
ese es un coche de hombres. ¡Es la clase de coche que conduciría John! ¡Es un
puto tanque!
-¡Ava,
cuidado con esa puta boca! -La miro mal-. Lo he comprado blanco, que es un
color de mujer. Ven te lo enseño -La tomo por los hombros y la conduzco hacia
el vehículo. Es hermosa, toda blanca por fuera y por dentro.
-No sé
qué decir. Podrías haberme comprado un reloj o un collar, algo así… No tenías
que…
-Arriba.
-Mira asombrada el reposacabezas del asiento delantero. Le mandé a bordar
“Señora Ward”. La quijada le llega al piso.
-¡No voy a
conducir esta bola de nieve! -me dice molesta.
-¡Claro
que lo harás! -¡Coño! Tiene que entender que es por su seguridad, porque a su
mini cualquiera le pone el pie encima y lo aplasta.
-¡Ni de
coña! ¡Es demasiado grande para mí, Jesse!
-Pero es
seguro -le insisto. Para mí es prioridad que no le pase nada, así que la cojo y
la coloco en el asiento del conductor-. Mira -le pulso un botón y aparece un
ordenador-, tiene todo lo que necesitas. He grabado tus canciones favoritas -sonrío
y le pongo mi canción “Massive Attack”-, para que te acuerdes de mí.
-Me
acuerdo de ti cada vez que me llamas y suena esa canción -me hace una petición
extraña-. Quiero tu coche. Tú puedes quedarte con este.
-¿Yo? Coño,
si lo puse tan… femenino. Pero es un poco… de chica.
-Lo es y
sé a qué está jugando, señor Ward -me clava su pequeño dedo índice en mi
pecho-. Solo quieres que conduzca este armatoste porque es enorme y hay menos
posibilidades de que resulte herida en caso de accidente. No vas a convencerme
por más que intentes adornarlo -y muy foronda se dirige a su mini, se acomoda,
lo enciende y arranca cuando, de pronto, frena en seco, yo sé por qué “El
control remoto”. Se baja y le doy mi mejor sonrisa.
-¿Ibas a
alguna parte?
-¡Que te
den! -me grita furiosa. Camina hacia la salida. Ni de coña. La alcanzo, la
cargo y la subo a la camioneta.
-¡Cuidado
con esa boca! -le pongo el cinturón de seguridad y le quito las llaves de su
mini-. ¿Por qué tienes que desobedecerme?
-¿Por qué
eres un cabrón imposible! -se remueve incomoda-. ¿No puedes llevarme al
trabajo?
-Llego
tarde a una reunión, porque mi desobediente esposa no hace lo que le digo -le agarro
la nuca y la acerco a mí-. Cualquiera pensaría que andas detrás de un polvo de
represalia.
-¡Pues,
no! -me dice pícara. Le sonrío y la beso con todo mi amor y pasión. Este es un
beso que la va a dejar loca.
-Mmm.
Sabes a gloria, nena. ¿A qué hora sales del trabajo? -Como lo pensé, la dejé nocaut.
-A las
seis.
-Vas
directo a la mansión y trae tus diseños y las cosas del proyecto para que
podamos acabar las nuevas habitaciones -Pulso un botón bajo la ventanilla y
cierro la puerta, luego meto mi cabeza por la ventanilla. Coño, lo conseguí,
veremos hasta cuando dura.
-Te
quiero.
-Lo sé. -Y
mete las llaves para encenderlo, su cabecita va a millón, así que le saco algo
para que olvide esos negros pensamientos.
-¿Has
hablado con Patrick?
-¡Mueve
mi coche! -Desvío su respuesta, sé que no le ha dicho nada.
-Me lo
tomaré como un no. Tienes que hablar hoy mismo con él.
-Mueve mi
coche -me dice de mala manera.
-Tus
deseos son órdenes, señorita. -Y con mi mirada le advierto que se comporte.
-¿Dónde
voy a estacionar este armatoste?
Me río,
alejándome para quitarle su carro del camino. Luego, me monto en mi DBS y
arranco.
Mientras
veo que ella sale, llamo a la floristería para que me confirme si le llevaron
las flores con la cajita que les dejé ayer en su oficina. Me encanta darle
regalos, quiero que siempre tenga lo mejor y cosas casi tan bellas como ella.
¡Ojalá le guste!
Llego a
la mansión y John me está esperando.
-Jesse,
buenos días.
-Hola,
John, buenos días. Dime, ¿qué tal todo?
-Todo
tranquilo, pero tienes muchas facturas y papeles que firmar sobre tu
escritorio, te estás atrasando mucho. Y tienes también a unos señores
esperándote. Por cierto, ¿quiénes son?
-Amigo,
si supieras que no lo sé con certeza, solo sé que es importante y es gente de
dinero, mucho dinero. Me contactaron hace días y la curiosidad me pica.
-Mira lo
importante -y me señala con su cabeza un Rolls Royce blindado-, ufff, eso es
seguro, tienen dinero.
-¡Wow! Bueno,
vamos a averiguar. ¿Les ofreciste algo?
-Sí, pero
dijeron que te querían esperar. ¿Qué pido para que lleven a la oficina?
-Que
lleven café para los visitantes y allí se les preguntará si desean algo mas o
si quieren comer algo.
-Muy bien,
ya te los llevan.
-Bien,
amigo, gracias.
Entro a
mi despacho y hay tres hombres con porte muy distinguido. Huelen a dinero por
donde se les mire.
-Señor
Ward, ¿cómo está usted?
-Bien,
muy bien, gracias.
-Señor...
Robert, ¿no?
-Sí,
Robert Laum, y ellos son nuestros socios en la compañía Daniel Streek y Nelson
Weeks -Nos damos la mano, cumpliendo con todo el protocolo, solo había hablado
con el Señor Robert por teléfono y así fue que concertamos la cita. Aun no sé
para qué quieren conversar conmigo.
-¡Felicitaciones!
Nos enteramos que se casó.
-Sí, hace
poco, como quien dice aun estoy en mi luna de miel -sonrío con picardía, ellos
se ríen.
-No le
vamos a quitar mucho tiempo, solo queremos dejarle una proposición. Después
usted decide.
-Bien. -En
ese momento, llegan con el servicio de café.
-Pedí
unos deliciosos cafés, no sé si quieren té, otra bebida o algo más. ¿Ya
desayunaron? Podemos ir al restaurante, allí también podemos conversar porque a
esta hora no hay nadie, solo los empleados.
-Tranquilo,
señor Ward, con los cafés está bien, solo que al mío le echen un poco de crema.
-Como no.
-Pete los atiende con todo cuidado, luego se retira.
-Bien,
voy a ser directo, señor Ward, estamos interesados en su hotel.
-¿En la
mansión? No entiendo, disculpen.
-Su hotel
es exquisito, señor Ward, tenemos una idea desde hace algún tiempo y por eso
estamos aquí, para hacerle una oferta. No tiene que responderme ahora. Me voy a
Nueva York, tengo que atender un negocio muy importante allí, pero en un mes
estaré de vuelta. Ellos son mis socios, pero soy yo el encargado del negocio,
por eso es que soy el que le habla. Cuando usted decida, y si es un sí, usted
me da su precio.
-Bueno,
me dejan perplejo, nunca he ofrecido ni he hablado de vender la mansión, por
eso me extraña esta oferta tan intempestiva.
-Lo
imaginamos, pero como le digo, piénselo, analícelo, hable con su esposa, y en
un mes me da su respuesta y si es un no, bueno, no ha pasado nada, se lo
aseguro. Y déjeme explicarle, sabemos lo que es el hotel, un muy amigo mío es un
asiduo cliente y, la verdad, lo ama, ja, ja, ja. Él me hablé de este sitio y me
trajo un día como si fuera un cliente. Solo fui un observador. Mi amigo es
feliz cuando viene a la mansión, aunque creo que ahora me va a odiar si es que llegamos
a hacer negocio ja, ja, ja. Y la verdad sea dicha, me enamoré de su hermoso hotel,
sobre todo del lujo exquisito que usted le dio.
-Gracias
-le respondo.
-Y de los
terrenos, los jardines, la estructura, son fabulosos para lo que tenemos
pensado. No le digo que es para que solo piense en él como el hotel. Eso sí, va
a cambiar completamente el concepto de lo que es actualmente.
-Bueno…
Me han puesto a pensar. Es bueno que me den ese plazo, y les aseguro que
tendrán mi respuesta en un mes.
-Perfecto.
¿Y sabe algo? Lo mejor es que no me dijo que NO de inmediato, así quedan las
esperanzas abiertas.
-Ja, ja, ja,
ja, si me hubiesen hecho esta oferta hace 4 o 5 meses atrás les hubiera dicho
que estaban locos, pero en este momento de mi vida, me han puesto a pensar.
-Lo
sabemos, está formando su familia, esas cosas lo hacen pensar a uno de más. ¡Qué
se lo dicen estas canas! Ja, ja, ja.
-Señor
Ward -me dice otro de los socios-. ¿Nos permite dar una vuelta por su hotel?
-¡Cómo
no! Si lo desean, los guío.
-¡Noo,
claro que no! Usted puede ir con su esposa, a las mujeres no se les deja solas
y menos en su luna de miel -me sonríe con picardía-. Además, recuerde que le
dije que ya lo conozco, pero mis amigos no, así que yo les serviré de guía y,
quizá más tarde almorcemos aquí, si no hay problema.
-Por
supuesto que no, ya hablo con John, es el encargado y él los puede ayudar en lo
que necesiten.
-¡Perfecto!
-Bueno, señor
Ward, un placer haberlo conocido. Espero que sea una respuesta afirmativa, y
déjeme felicitarlo por su reciente boda, le deseo toda la felicidad del mundo.
-Gracias,
señor Laum, y el placer es mío. -Le doy la mano y hago lo mismo con sus
compañeros-. Les deseo un buen viaje.
-Gracias,
señor Ward, nos vemos en un mes. -Salen y yo los acompaño para hablar con John,
quien está pendiente, pero en cuanto me ve se levanta y se dirige hacia
nosotros-. John, los caballeros van a recorrer el hotel, enséñales
absolutamente todo y ayúdalos en lo que necesiten. Luego, van a querer
almorzar, así que, por favor, avisa en la cocina. Atención Vip, por favor.
-Como no,
Jesse. ¿Tú te vas?
-Voy a
firmar dos o tres cosas y me largo. Si vine es porque ya tenía esta reunión
pautada en mi agenda. Luego te cuento.
-Tranquilo,
Jesse, me avisas cuando te retires.
-Claro
que sí.
Me
interno un rato en mi oficina, acomodo unas facturas, me fijo si han hecho
todos los pedidos. Todo está bien. Luego, firmo algunas facturas, hago tres
transferencias, y mientras ojeo veo que ya se acerca el pago de los empleados,
tengo que venir con más tiempo para firmar la nómina, me gusta que mis
empleados reciban su pago cumplidamente, para eso se joden bastante y de paso
me mantienen la mansión impecable, como a mí me gusta. Voy a tratar de traer a
Ava conmigo, porque coño, no me concentro cuando la tengo lejos de mí.
Ya estoy
listo… creo, y no quiero esperar más. No sé por qué tengo esta puta ansiedad
por verla. Por un momento, pienso en la oferta que acabo de recibir, tengo
mucho en qué pensar, y la verdad ya no siento lo mismo por el hotel.
Tomo mi
móvil y marco a John.
-Jesse,
dime.
-Amigo,
me largo, atiéndeme muy bien a los visitantes, y si quieren ir con alguien…
dales lo mejor, me refiero a las habitaciones.
-Perfecto,
tú no te preocupes. Saludos a Ava y cuídate. -Se ríe burlón.
Salgo
como alma que lleva el diablo, no quiero que nadie me detenga, necesito a Ava,
me hace falta, ¡qué barbaridad!, y la dejé solo hace… ¿qué? ¿4 horas? Y ya
estoy desesperado por abrazarla, por besarla. Menos mal que los visitantes no
quisieron que los acompañara, estaría muy incómodo. Voy pensando en su
ofrecimiento. ¿Estoy listo para deshacerme de la mansión? No lo sé, ya lo
pensaré con más detenimiento.
AVA
La
sorpresa que me espera al salir del sanitario me dejó estupefacta. No sé cómo
se atreve, coño.... Es Sarah.
Ya no
tengo náuseas. Ahora estoy cabreada. ¿Qué hace aquí? Me encantaría arrancarle
la piel a tiras, pero no quiero hacerlo en mi oficina, así que doy media vuelta
para esconderme en los servicios.
-¿Ava? -Me
recupero del susto y me vuelvo. Hacía semanas que no oía esa voz. Me sorprende
que haya venido a mi encuentro, sobre todo después de lo ocurrido. Hice que la
despidieran.
—Sarah
—respondo sin entusiasmo. Estoy consternada. ¿Se ha propuesto sumarse a mi
lista de preocupaciones? Se la ve más comedida que de costumbre. Su pelo no
está tan cardado como siempre y lleva las tetas escondidas debajo de una
torera. La falda, a juego con la chaqueta, tiene un largo respetable por la
rodilla—. ¿Qué estás haciendo aquí?
—Esperaba
que pudiéramos hablar —dice, revolviéndose incómoda en la silla. No hay ni
rastro de su chulería. Me ha pillado por sorpresa. ¿A qué juega?
—¿Hablar?
—pregunto, recelosa—. ¿De qué? —No tengo nada que decirle a esa mujer, quien echa
un vistazo a la oficina, igual que yo. Tom, mi amigo gay y cotilla, tiene la
antena puesta y no le quita ojo a la mujer desconocida que está sentada en mi
despacho.
—¿Puedo
invitarte a una taza de café? —ofrece. Me mira. Debería pedirle que se
marchara, pero me puede la curiosidad. Cojo mi bolso.
—Media
hora —digo cortante, saliendo de mi despacho sin echar la vista atrás. El
corazón me late desbocado. Pensé que no volvería a ver a la bruja del látigo y
ahora está en mi despacho. Tengo muy frescos en la memoria lo mal que me lo ha
hecho pasar y los dramas que ha montado en mi vida. Lo único que veo son las
marcas de sus latigazos en la espalda de Jesse, su expresión de dolor y mi
penoso cuerpo hecho un ovillo contra el suyo. La señora tiene mucho valor.
Entro en
un Starbucks cercano y me siento en una silla. No voy a invitarla a un café. Sé
que tengo una cara de asco mayúscula, pero no puedo disimular. No quiero
disimular. Quiero que sepa lo mucho que la detesto.
—¿Te
apetece tomar algo? —pregunta con educación. Ésta no es la Sarah que conozco y
desprecio.
—No,
gracias. -Me sonríe tímidamente.
—Yo voy a
pedir. No creo que al encargado le guste que ocupemos una mesa si no consumimos
algo. ¿Seguro que no quieres nada?
—Sí.
—Niego con la cabeza y la observo acercarse al mostrador. Me aseguro de que
está entretenida pidiendo, saco el móvil del bolso y le mando un mensaje a
Kate. Necesito desahogarme.
“¡La zorra sinvergüenza se
ha plantado en mi oficina!”
Me
contesta de inmediato, ya que no es la clase de mensaje que uno deja para
luego.
“¡¡¡No jodas!!! Ava, deja de
hablar en clave. ¿Quién es la «zorra sinvergüenza»?”
Casi se me
escapa un taco.
“¡Sarah!”
Contesta
en seguida.
“¡¡¡¡¡¡¡¡Nooooooo!!!!!!!!”
Mis dedos
vuelan sobre el teclado, mientras levanto la vista para comprobar que Sarah
sigue ocupada.
“¡Cómo te lo cuento! Te
llamo luego.”
Me
dispongo a guardar el móvil en el bolso cuando recibo otro mensaje. Como si lo
viera: está emocionada y tecleando a toda velocidad con sus dedos blancuchos.
Seguro que está conduciendo.
“Llámame ahora y deja el
móvil sobre la mesa. ¡Quiero oír lo que tiene que decir!”
Doy un
respingo y niego con la cabeza. ¡Es la monda! Sería incapaz de mantener la boca
cerrada si oye algo que no le gusta, y a ver cómo explico yo luego los gritos
lejanos de la loca de mi mejor amiga.
“No.”
Pulso
«Enviar» y sonrío al recibir otro mensaje.
“¡Zorra!”
Meto el
teléfono en el bolso cuando Sarah se acerca con un café. Cruzo las piernas y
mantengo la expresión de odio. Así es. La odio. Odio todo lo que representa
pero, sobre todo, odio el dolor que le causó a Jesse. Tengo que parar de
pensar. Me estoy cabreando. Mis cambios de humor soy muy extremos últimamente.
Se sienta
y remueve su café con cuidado, sin levantar la vista.
—Quería
disculparme por todo lo ocurrido.
Me río.
—¿Te
burlas de mí?
Deja de
remover el café y me mira. Sonríe, nerviosa.
—Ava, lo siento.
Supongo que tu llegada me pilló por sorpresa.
—¿Ah, sí?
—digo, frunciendo el ceño.
—No te
culpo si me mandas a paseo. Me he portado fatal. No tengo excusa.
—Excepto
que estás enamorada de él —digo con franqueza, y al oírme abre unos ojos como
platos—. ¿Por qué otro motivo ibas a comportarte así, Sarah? -Aparta la mirada
y creo que tiene lágrimas en los ojos. Está enamorada de él hasta la médula.
¿Le habré restado importancia al problema?
—No voy a
engañarte, Ava. Llevo tantos años enamorada de Jesse que ya he perdido la
cuenta. — Vuelve a mirarme—. Pero eso no es excusa.
—Y aun
así, lo inflaste a latigazos. —No lo entiendo—. ¿Por qué le hiciste eso a quien
amas?
Se ríe
tímidamente.
—Eso es
precisamente lo que yo hago. Me visto de cuero, cojo un látigo y les pego una
paliza antes de follármelos.
Parpadeo.
—Ah. —A
Jesse nunca le ha ido ese rollo. —Pero aun así, te lo follaste —digo con
sinceridad. Él me lo ha confesado, y sé que, hasta aquel fatídico día en que
los pillé juntos en su despacho, nunca antes le habían cosido la espalda a
latigazos. Seguro que Sarah estaba en su salsa, especialmente cuando se las
apañó para que yo fuera a la mansión y viera la terrorífica escena. Parece
sorprendida.
—Sí, pero
solo una vez.
Sí, está
conteniendo las lágrimas. He subestimado el problema.
—Tiene
gracia, ¿sabes? Ni siquiera borracho me quería. Se follaba a cualquiera menos a
mí.
Empiezo a
comprender, aunque no me entusiasma que me recuerde la vida pasada de Jesse. Se
follaba a cualquiera, le daba a todo a todas horas... Pero no tocaba a Sarah.
La mansión está llena de mujeres deseosas de tirárselo, ninguna lo desea más
que Sarah, y él nunca la ha deseado.
—¿Lo
azotaste con la esperanza de que después se acostara contigo? —Solo de pensarlo
se me revuelve el estómago. Vuelvo a tener ganas de vomitar. Niega con la
cabeza.
—No.
Sabía que no iba a hacerlo. Estaba en un estado lamentable por ti. Jamás pensé
que llegaría el día en que vería a Jesse Ward de rodillas por una mujer.
—Quieres
decir que esperabas que ese día no llegara nunca.
—Eso es.
También esperaba que salieras corriendo en cuanto descubrieras lo que sucede en
la mansión.
Y salí
corriendo. Pero volví. Aunque Sarah no tuvo que hacer nada para que yo saliera
por patas cuando descubrí a Jesse borracho.
Miro a la
mujer que tengo delante y siento lástima. Me odio a mí misma por sentirme así,
pero me da mucha pena.
—Sarah,
él te considera una amiga.
No puedo
creer que esté intentando que esa mujer se encuentre mejor después de todo lo
que ha hecho.
—Lo sé.
—Se echa a reír, pero luego frunce el ceño y vuelve a remover su café—. Después
de lo que hiciste y de cómo reaccionaste, me di cuenta de lo estúpida que he
sido. Se merece ser feliz. Se merece a alguien como tú. Lo amas a pesar de la mansión,
de lo que hizo y de su problema con la bebida. Lo amas tal y como es, incluso
amas las locuras que hace cuando se trata de ti. —Sonríe—. Haces que se sienta
vivo. Nunca debería haber intentado arrebatarle eso.
Estoy
atónita. Me quedo mirándola en silencio, sin saber qué decir. ¿Qué le digo?
—Quieres
recuperar tu trabajo. -¿Eso le he dicho? Porque abre mucho los ojos.
—No creo
que sea posible, ¿verdad?
Pues no.
A pesar de su confesión, nunca podría confiar en ella. Nunca me caería bien. Me
da lástima, pero no puedo extenderle una invitación para que vuelva a nuestras
vidas. Nunca le he preguntado a Jesse qué pasó cuando la despidió. Él me dejó
claro que no quería hablar del tema y yo estaba como unas castañuelas por haber
conseguido echarla de nuestras vidas. Sin embargo, ahora sí quiero saber qué
ocurrió aquel día.
—Debes de
haberlo visto con muchísimas mujeres; ¿por qué la tomaste conmigo? —pregunto,
aunque ya sé la respuesta.
—Saltaba
a la vista que contigo era distinto. Jesse Ward no persigue a las mujeres.
Jesse Ward no se lleva a nadie a casa. Jesse Ward no es abstemio. Has cambiado
a ese hombre. Has hecho lo que muchas mujeres han intentado hacer durante años
sin éxito. Ava, te has ganado al señor. —Se pone en pie—. Felicidades, señora
Ward. Cuídalo bien. Hazlo muy feliz. Se lo merece. -Y se va.
La veo
desaparecer del Starbucks y me entran ganas de llorar otra vez. Me he ganado al
señor. Lo he hecho cambiar. He hecho que dejara de beber y de follarse a todo
lo que se movía. He hecho que sienta y que ame. Y me ama. Vaya, sí me ama. Y yo
también lo amo. Necesito verlo. Maldita sea Ruth Quinn, la reina de las
pesadas. Me pongo en marcha y corro al parking para recoger mi regalo. Por el
camino llamo a Kate.
—¡¿Qué te
ha dicho?! —chilla por teléfono. Ni siquiera ha dejado que sonara. —Me ha
pedido perdón. —Me falta el aliento—. Oye, voy a tener el bebé. -Se ríe de mí.
—¡Estaba
cantado, so tonta!
JESSE
En ese
justo momento suena mi móvil, miro quien es… Dios… Es mi esposa. Sonrío.
-¿Ava?
-¡No se
abren las puertas! -me dice con una voz desesperada.
-Oye,
tranquilízate -ya me puso a millón-. ¿Dónde estás?
-¡En la
Puerta! ¿He estado llamando al interfono, pero nadie me abre!
-Ava,
tranquila. Me estas preocupando.
-Te
necesito -me dice sollozando, y ahí si es verdad que me da un mini infarto.
Algo le pasó. ¿Pero qué, Dios?
-Nena,
baja el parasol del coche -le hablo corriendo, tengo que buscarla, algo le
sucede Ava, porque no es así, ella no es nerviosa ni llorona, algo le pasó. Voy
a toda velocidad. Carajo, debo tener más cuidado, pero los nervios me joden. Por
fin llego y alcanzo a verla, está dando vueltas, no quiso detenerse. ¿Por qué?
Cuando me ve, frena y sale del carro muy rápidamente y viene corriendo hacia
mí, y es cuando salgo lo más rápido que puedo, creo que hasta dejó la puerta
del carro abierta. Corro hacia ella.
Nuestros
cuerpos colisionan. La abrazo, rodeándole toda su espalda. Quiero fundirla en
mí, protegerla, por lo que la aprieto fuerte, mientras llora desconsolada con su
rostro metido en mi cuello. La levanto y camino con ella en peso. ¿Qué pudo
haberle pasado? Si alguien le hizo daño… no quiero ni imaginarlo.
-Por
Dios, Ava -le hablo jadeando y muy preocupado.
-¡Perdóname!
–Carajo, esta histérica
-¿Qué ha
ocurrido?
-Nada.
Necesitaba verte. -Se me pega más fuerte. A mí que no me venga con cuentos,
algo le sucede.
-¡Por
todos los santos, Ava! ¡Explícate, por favor! -Quiero separarla de mí, pero se
me pega más-. ¿Ava?
-¿Podemos
irnos a casa?
-¡No! ¡No
hasta que me expliques por qué estás así! -le grito, no me gusta verla así,
tengo que aplicar algo de fuerza para separarla de mí, por lo que la sostengo
de los brazos y la miro de arriba abajo. No le veo nada mal, no está herida… Entonces,
¿qué carajo le pasa?-. ¿Qué te pasa? -Me mira entre asustada y con algo de
temor.
-Estoy
embarazada -Esta llorando-. Te engañé. Lo siento.
Percibo un
corrientazo por todo el cuerpo. Acaso, ¿está jugando conmigo?
-¡¿Qué?!
-Ava llora y mira el suelo, parece arrepentida, ¿pero de qué?
-Me pones
furiosa -habla en voz baja-. Me pones furiosa y luego me haces feliz. No sabía
qué hacer.
-¡Joder!
¿Es que quieres que acabe en un manicomio, Ava? -Me paso mis manos por el pelo,
desesperado, y miro al cielo. Es en serio, mi mujer me quiere enloquecer-.
¿Estás jugando conmigo? Porque es lo último que necesito, señorita. Acabo de
asimilar que no estás embarazada, ¿y ahora resulta que si lo estás?
-Siempre
lo he estado.
Me deja
frío, estupefacto, atónito... aun incrédulo.
-¿Cuándo
pensabas decírmelo?
-Cuando
me hubiera hecho a la idea. -Entonces… Es cierto… ¡Es cierto, Dios!
-¿Vamos a
tener un bebé? -le pregunto aun con miedo a que me diga que es un juego. Sería
muy cruel de su parte si me engañara otra vez. Pero ella asiente, y sé que me
está diciendo la verdad, lo siento, lo veo, lo huelo. Bajo mi mirada hasta su
vientre y siento ya lagrimas que van corriendo por mi cara. Se me doblan las
piernas, caigo de rodillas ante ella, esto es un sueño… mi sueño, y sigo
llorando, pero de felicidad.
Ava se me
acerca llorando y cae a mi lado, también de rodillas. La abrazo y hundo mi
cabeza en su cuello, llorando como un niño. Nadie se imagina lo que significa
esto para mí, ni siquiera mi mujer.
Mi Ava,
mi esposa, mi amiga, mi tesoro, si antes la amaba, ahora mi amor se duplicó,
porque va a ser la madre de mi hijo, ella es mi todo. La acaricio como si se me
fuera a escapar. Y así estamos por un buen rato.
-Perdóname
-me dice en voz baja. Yo no le respondo, no puedo. Me levanto y la cargo para
llevarla hacia mi carro. La pongo en el asiento y le abrocho el cinturón de
seguridad. Saco mi teléfono y cierro la puerta, me alejo un poco para quito el
carro de Ava del camino. Marco para llamar a Patrick, el jefe de Ava, no quiero
que vaya a trabajar, hoy no quiero tenerla solo para mí.
-Patrick,
¿cómo estás? Es Jesse Ward.
-Jesse, ¿cómo
estás tú? Yo bien, dime que se te ofrece, me extraña tu llamada.
-Quería
informarte que Ava no irá en la tarde, se siente mal. ¿Hay algún problema?
-Claro
que no, Jesse, que se tome la tarde, ella ha cumplido con sus clientes, no hay
ningún problema.
-Gracias,
Patrick.
-A tu
orden. Salúdame a Ava y que se cuide.
-Como no.
Hasta luego.
Tomo el
bolso de Ava y tranco la camioneta. Luego, regreso al carro y le pongo el bolso
a sus pies. No hablo, no puedo decirle nada, no en este momento.
Llegamos
al Lusso en absoluto silencio, me bajo y le abro la puerta. Después,
atravesamos el vestíbulo cuando Casey nos mira con algo de recelo, yo ni lo
determino. Meto a Ava al ascensor, no la miro, siento que ella sí lo hace, pero
algo extrañada de mi silencio, porque aun estoy en shock . Al abrirse la puerta
del ático, Cathy tiene una sonrisa feliz que se le paraliza al sentir el
ambiente tenso.
-¿Va todo
bien? -Nos mira a los dos, luego me mira a mí para que le explique.
Le
entrego el bolso a Ava y le señalo la escalera. Ella me mira como pidiéndome
que diga algo, pero no le paro. Le señalo de nuevo la escalera.
-¿Jesse?
-me dice Cathy.
-Todo
bien, Ava está algo indispuesta. -Empujo a mi mujer con suavidad para que suba.
-¿No
vienes? -me pregunta Ava.
-Dame un
minuto. Corre -y le doy un empujón muy suave. Ava pasa cerca de Cathy y ella le
acaricia el hombro con ternura y le sonríe.
-Me alegro
de que estés en casa, Ava.
Ella le
devuelve la sonrisa.
-Gracias.
-Y sube a nuestro cuarto.
-¿Jesse?
-Todo va
bien, mi vieja linda, luego te cuento. Primero quiero hablar con ella, ¿sí?
-Está
bien, pero no me gusta verte tan serio, y menos cuando tienes a tu mujer aquí.
-Tienes
razón. Luego hablamos viejita, es algo muy bueno, algo que me hace muy feliz, solo
que aun no me recupero de la sorpresa. -Y le planto un beso en su cachete.
Subo
rápidamente y la veo encima de la cama con sus piernas abrazadas por ella, está
tensa, solo estoy pensando cómo le voy a preguntar el por qué del engaño.
Me dirijo
directamente al baño, voy a preparar la bañera, quiero lavar su cuerpo,
adorarla. Abro el grifo, hecho las sales que me gustan para ella, recojo las
toallas, las esponjas, todo lo necesario. Ya está llenándose la bañera, tiene
que tener una buena temperatura. Luego, voy hacia el dormitorio, me acerco, la
tomo de la mano y tiro de ella para que se levante de la cama. Luego, la
desnudo, le quito el anillo y el Rolex, la tomo en brazos y la llevo hacia el
baño. La deposito en la bañera con cuidado.
-¿Está
buena el agua? -le pregunto con ternura, en este momento es lo que me inspira,
porque lo que quiero es adorarla.
-Sí -me
responde. Me quito la chaqueta y los gemelos, me arremango la camisa y cojo la
esponja, la humedezco en el agua de la bañera y le hecho un poco de gel. La
coloco, dándome la espalda, y así enjabono su espalda con delicadeza.
-¿No vas
a bañarte conmigo? -inquiere en voz baja
-Déjame
cuidar de ti -le hablo con voz insegura. Ella se voltea y me mira
-Te
necesito mucho más cerca -y pone su mano húmeda en mi pecho-, por favor.
Quiero
hacerlo, aunque hubiera preferido recrearme con ella, pero igual puedo hacerlo
con ella en la bañera. Me levanto y comienzo a desvestirme lentamente. Después,
me meto en la bañera detrás de Ava, así la envuelvo por completo, pero ella
tiene otros planes y se voltea y se sienta en mi regazo, hace que suba mis
rodillas, así se logra recostar en ellas. Me toma las manos, entrelazándolas,
ambos observamos nuestras manos moviéndose y el brillo de los anillos que
reflejan el agua. Me siento más relajado, debo empezar a hablar.
-¿Por qué
me has mentido, Ava? -le pregunto en voz baja, mirando aun nuestros dedos. Ava
frena su movimiento con sus manos.
-Tenía
miedo. Sigo sintiéndolo.
-De mí
-le afirmo-. Tienes miedo de mí -me callo, ella me entiende.
-Me da
miedo cómo te vas a portar.
-¿Qué me
vuelva aun más loco?
-Ni
siquiera era seguro que estuviera en estado y ya me tratabas como un objeto
valioso.
Para mi
ella es lo más valiosos que tengo, bueno, y ahora nuestro bebé. Respiro
profundo. Tomo nuestras manos juntas y las coloco en mi pecho, cerca de mi
corazón.
-También
crees que querré al niño más que a ti.
Ava se
queda paralizada, eso es lo que pensaba, qué tontita, a mi hijo lo voy a querer
con mi vida, pero Ava es mi vida misma.
-¿Lo harás?
Miro a mi
mujer con tristeza, si ella supiera mi anhelo de un hijo, quizá me entendería.
No quiero que se entere, es algo demasiado triste en mi vida.
-¿Lo
notas? -Y pongo la palma de su mano en mi pecho y la sujeto con fuerza-. Está
hecho para amarte, Ava. Durante demasiado tiempo ha sido una pieza inútil, no
deseada. Ahora trabaja horas extras, se llena de felicidad cuando te miro, se
parte de dolor cuando discutimos y late desbocado cuando te hago el amor. Puede
que mi forma de querer sea abrumadora, pero no cambiara nunca. Te querré con la
misma intensidad hasta que me muera, nena. Tengamos niños o no.
-No
quiero vivir nunca sin tu forma de querer abrumadora.
Le
acaricio su nuca y la acerco a mi frente.
-No
tendrás que hacerlo, porque nunca dejaré de quererte con todas mis fuerzas y te
querré cada día más, porque también, cada día que pasamos juntos es un día más
de recuerdos. Son recuerdos que atesoraré, no pesadillas que quiera olvidar. Mi
mente se está llenando de bellas imágenes nuestras que están ocupando el lugar
de una historia que aun me persigue. Están borrando mi pasado, Ava. Las
necesito. Te necesito.
-Soy tuya
-me dice bajito.
-No
vuelvas a dejarme nunca -le replico y la beso con ternura-. Duele demasiado.
Se sienta
en mi regazo y me acerco más a ella: Me abraza muy fuerte y me habla al oído.
-Estoy
locamente enamorada de ti -me susurra-. También es un amor abrumador. Eso no
cambiará nunca. ¡Jamás! -Me besa la oreja-. Y punto. -Me vuelvo y tomo sus
labios.
-Estupendo.
Mi corazón está contento.
Mi Ava me
sonríe con timidez, y la beso, la tengo tumbada sobre mi pecho y nos sumergimos
en la bañera. Seguimos besándonos durante mucho tiempo. En cada beso hay
ternura, dulzura y mucho amor, ya que este momento es solo de amor, uno
inmenso, infinito. Quedamos extasiados por este sentimiento, es algo por lo que
le estoy agradecido al creador. No soy practicante, pero sí creo en él, y
últimamente me está ayudando de más.
Me aparto
y le cojo la cara entre mis manos.
-Quiero
bañarte.
-Pero
estoy a gusto así.
-Podemos
estar a gusto en la cama, donde podrás quedarte dormida en mis brazos, que es
donde tienes que estar.
-Pero si
no es ni media tar… -Se queda muda por el momento-. ¡No he vuelto a la oficina!
-Y quiere salirse para llamar a Patrick, pero no la dejo, la sujeto con fuerza
y la hago que se acurruque en mi pecho. Me encanta.
-Me he
ocupado de eso. No le des más vueltas, señorita.
-¿Cuándo?
-Cuando
te he traído a casa -le doy la vuelta en mi regazo.
-¿Qué le
has dicho?
-Que
estabas enferma.
-Acabará
por despedirme.
No me
gustaría que la despidiera, eso me cabrearía, pero sí me encantaría que ella se
retirara por sí misma. Claro, no le digo nada, no estoy loco. Me pongo en mi
trabajo de enjabonarla, muy lentamente, me deleito en cada parte de su hermoso
cuerpo. La limpio con mimo. Dios, Amo con locura a esta mujer. ¡Qué gran
sentimiento! Es increíble y un privilegio poder sentir algo tan hermoso.
Termino
con ella, la envuelvo en una toalla y la siento en el lavabo doble.
-Quédate
aquí -le ordeno con cariño-. Le doy un casto beso y salgo.
-¿A dónde
vas?
-Tú,
espera. Voy y busco la bolsa que tengo desde hace unos cuantos días.
-¿Qué es
eso?
Abro la
bolsa y se la enseño. Ella la mira curiosa, y cuando ve lo que es, reacciona.
-¿No me
crees? -me pregunta ofendida. Le pongo los ojos en blanco y saco las pruebas de
embarazo.
-Claro
que te creo.
-Entonces,
¿por qué tienes una bolsa llena de…? -Toma la bolsa, la voltea y comienza a
contar, uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete y ocho-. ¿Por qué tienes ocho
pruebas de embarazo? -¡Coño! Como que me pasé. Ella me mira, me da vergüenza y
aparto una.
-Cada
caja contiene dos.
-¿Hay
dieciséis? -dice asombrada al tiempo que abro una.
-A veces
fallan. Las compré por si acaso.
Saco una
de las pruebas y rompo el envoltorio con mis dientes. Se la paso.
-Tienes
que hacer pis aquí, mira. -Se la señalo.
-Ya me la
hice en el médico, Jesse. Sé cómo funcionan. ¿Por qué no me crees?
Me muerdo
mi labio, algo nervioso.
-Te creo,
pero tengo que verlo con mis propios ojos.
-¿Desde
cuándo las tienes?
Me encojo
de hombros, creo que tengo estampada la culpa en mi cara. Agacho la cabeza. Las
tengo casi desde que la conocí, se me metió en la cabeza que así la amarraría a
mí, pero es mucho más que eso, es el tener un hijo con ¡Ella! Ella fue y
siempre será mi escogida para tener a mi bebé, porque ella es el amor de mi
vida.
Ava me
alarga su mano.
-Dame.
-Le doy mi mejor sonrisa, ésta es mi sonrisa de éxtasis de felicidad.
Va hacia
el water.
-Necesito
intimidad.
La miro
curioso, no entiendo.
-Me quedo
contigo.
-¡No voy
a mear delante de ti! -me replica, negando con la cabeza-. De ninguna manera,
Ward.
Ni loco
me salgo, me siento en el suelo frente a ella.
-Deshazte
de mí si puedes. -Trato de ocultar mi sonrisa.
-Me voy a
otro cuarto de baño.
¡Ni de
coña! Me agarro de su tobillo, haber si va a poder moverse.
-¡Jesse!
-Tira de la pierna, pero sabe que es inútil, así que la miro como becerro a
medio morir. Quiere reírse, pero se controla.
-¿Al
menos te darás la vuelta?
¿Por qué
me pide eso? ¿Por qué sí conozco cada rincón de su cuerpo?
-No -Doy
un salto y me quito la toalla y quedo desnudo-. ¿Te sientes mejor ahora? -Me
echa una mirada socarrona y llena de deseo, mira mi polla y suspira. Dios, lo
que tengo que hacer para convencerla, pero no importa, lo haría todas las veces
que sean necesarias. No solo me sirve de distracción, y mientras habla me come
con la mirada, me mira de arriba abajo.
-No
juegas limpio con ese cuerpazo.
-Pues claro,
es uno de mis atributos. -Y le quito la toalla a ella-. Este otro es el único
que te hace sombra -la miro de arriba abajo-. Perfecto.
-No dirás
lo mismo cuando esté gorda e hinchada. Y si dices que habrá más Ava para amar,
me divorcio. -Me arrebata la toalla y se la enrolla en su cuerpo.
-No digas
nunca la palabra “Divorcio” -la cojo de la mano y yo mismo la llevo al water-. Si
te hace sentir mejor, yo también comeré por dos. -Estoy carcajeándome con solo
imaginarme lo que ella me dice.
-Prométeme
que no me dejarás cuando ya no pueda chuparte la polla, porque estará la
barriga de por medio.
Suelto
otra carcajada, ¡qué cosas se le ocurren! Mi mujer es muy graciosa.
-Te lo
prometo, nena. -La sitúo frente al inodoro-. Ahora, vamos a hacer pis.
Ava se
levanta la toalla y se sienta en el water, yo me acuclillo delante de ella.
-¿Quieres
volver a meter la mano en el water? –Sonríe, está recordando cuando hice lo
mismo en el hospital-. Podría marcarte de manera oficial.
Juro que
intento aguantarme, vaya que sí lo intento… De verdad lo intento, pero me gana
la gracia de mi mujer, así que fracaso y caigo de culo y me echo a reír como
loco, es una risa catártica. Me revuelco en el suelo. Me encanta esta mujer, no
filtra lo que piensa. Ava aprovecha y toma el “stick” y finalmente orina en él.
-Ava,
cariño, no sabes cuánto te quiero. -Me levanto y quedo arrodillado, apoyando
mis palmas en sus rodillas. La beso en la boca mientras ella hace pis en el stick.
-Ahí
tienes -Me pasa el test, el cual tomo y le paso otro-. ¿Qué? -Frunce el ceño al
verlo.
-Te lo he
dicho... A veces fallan. Vamos.
Mira al
cielo desesperada, pero lo toma y repite la operación. Y en cuanto termina le
paso un tercero.
-¡Venga
ya!
- Uno
más. -Lo destapa.
-Hay que
ver… -Lo toma de mala manera y se lo mete entre las piernas. Sé que soy un exagerado,
pero esto es importante. ¡El ultimo!-. Toma -Me llevo las tres pruebas al
lavabo y las acomodo en orden. Me agacho y pego mi cara a los stick, quiero ver
todo el proceso.
-¿Estás
cómodo? -Y siento que se acomoda a mi lado.
-Creo que
éstos no funcionan. Deberíamos hacer más. -Cuando intento buscar otros, Ava me
lo impide.
-Solo han
pasado treinta segundos -se ríe-. Ven, lávate las manos -Siento que me las
lava, pero yo no le quito los ojos a las pruebas.
-Ha
pasado más tiempo -me burlo-. Mucho mas -Es la desesperación la que me hace
decir eso.
-No. Deja
de ser tan neurótico. -Y mira ella las pruebas. La miro mal.
-No soy
neurótico.
-Claro
que no -se burla.
-¿Te estás
burlando de mi, señorita?
-Por
supuesto que no, mi señor.
Nos
quedamos en silencio, observando las pruebas. Y van apareciendo unas tenues
letras en el primer test, ya está más claro. Luego, miro el segundo, quedo
lívido, casi no puedo respirar y aparecen las letras, los dos miramos al mismo
tiempo el tercer test y van apareciendo las mismas letras. Por todos los santos…
¡Voy a ser papá! ¡Voy a ser papa! Estoy mareado, hasta estoy temblando. Miro a
mi esposa…. Nos miramos, estoy literalmente pasmado.
-Hola,
papá -me dice mi Ava con voz temblorosa.
-Qué me
aspen… -susurro en respuesta. No puedo respirar.
Caigo al
piso, mirando al techo. ¡Definitivamente, voy a ser papá!
-¿Te
encuentras bien? -me pregunta Ava. Aun tiemblo y la miro. Me levanto de un
salto y la tomo en brazos. Ella grita por la sorpresa.
-Pero, ¿qué
te pasa?
La llevo
al dormitorio y la deposito con todo el cuidado del mundo. Le arranco la toalla
y me coloco entre sus piernas, pongo mi cabeza en su vientre. La miro pletórico
de felicidad, porque este es unos de los momentos más felices de mi vida. ¡Cómo
no adorarla! Es la mujer de mi vida y ahora la futura madre de mi hijo. Definitivamente,
¡esto es felicidad!
-Te
quiero -le hablo con voz baja-. Muchísimo. -Ella sonríe.
-Lo sé.
Le
acaricio el vientre con toda la ternura de la que soy capaz de brindarle.
-Y a ti
también -hablo sobre su vientre plano. Dibujo círculos con mi nariz alrededor
de su ombligo, luego me levanto y me tumbo sobre ella, cuidando de apoyarme en
mis codos. Le aparto el pelo de la cara y la miro, en este momento soy una pila
de amor-. Intentaré portarme mejor contigo. Intentare no agobiarte y no
volverte loca.
-Me gusta
que me agobies, pero lo que tienes que controlar son tus locuras.
-Dame
detalles.
-¿Quieres
saber qué me vuelve loca, exactamente?
-Eso es.
No puedo intentar controlarlo si no sé qué es lo que te molesta. -Le doy un
beso casto en sus labios.
-Me
tratas con demasiada gentileza. Cuando pensaste que estaba embarazada, dejaste
de ser una fiera en la cama y no me gustó. Quiero que vuelva mi Jesse
dominante.
La miro
asombrado.
-¿Qué te
he hecho yo?
-Eres
adictivo y últimamente tengo el mono.
-Últimamente
te he follado a lo bestia.
Ella
suspira y coge mis mejillas.
-No vas a
hacerle daño a la cosita, ¿sabes?
-¿La
cosita? -me río a carcajadas-. Vamos a dejar una cosa clara, señorita. No vamos
a llamar “cosita” a mi bebé.
-Ahora
mismo, no llega a ser un bebé.
-¿Y qué
es?
-Pues, algo
parecido a un cacahuate.
¡Wow,
genial! Le sonrío con picardía.
-¡Ni se
te ocurra, Ward! –También se ríe.
-¿Por qué
no? -Le acaricio la mejilla con mi nariz-. ¡Es perfecto!
-¡No voy
a llamar “cacahuate” a nuestro bebe y punto!
Comienzo
a hacerle cosquillas en su punto débil.
-¡Para! -me
dice chillando y me freno. ¡Mierda! Tengo que tener cuidado. Me moriría si por
mi culpa le llegara a suceder algo malo-. ¡¿Qué estás haciendo!?
Agacho la
cabeza, miro su vientre y luego a ella.
-¿Lo ves?
-Me mira molesta-. ¡A eso me refería! Si no vuelves a tratarme con normalidad,
me iré a vivir con mis padres lo que me queda del embarazo. Lo digo en serio,
Ward. Quiero a mi salvaje, a mi fiera, quiero las cuentas atrás y los distintos
tipos de polvos. ¡Lo quiero todo de vuelta y lo quiero ya!
Mi mujer
está loca, ¡qué he hecho de esta mujer!
-¿Ya
estás más tranquila? -le pregunto serio.
-Eso
depende. ¿Te ha entrado algo de lo que he dicho en esa cocorota? -Y la muy me
tira del pelo…duro.
-¡Ay! -Me
río, luego suspiro profundamente. Me tumbo de espaldas y la siento sobre mí,
recojo mis rodillas para que me apoye, la miro atentamente, quiero hablarle muy
claramente-. ¿Te acuerdas de cuando te encontré en el bar y te enseñé a bailar?
Ella
sonríe.
-Aquella
fue la noche en la que me di cuenta de que me había enamorado de ti.
-Lo sé.
Me lo dijiste. Estabas borracha, pero lo dijiste.
-Debió
ser el baile.
-Lo sé
-Me encojo de hombros-. Se me da bien. -Ella niega con la cabeza.
-Eres muy
arrogante.
-Parece
que soy más listo que mi preciosa mujer.
-¡Serás
arrogante!
-No, solo
digo la verdad. Veras, yo me había dado cuenta de que me estaba enamorando de
ti mucho antes de aquello.
-¿Y eso
te hace ser más listo que yo?
-En
efecto. Mientras tú huías, yo me pasaba el día frustrado. Pensaba que estabas
mal de la cabeza -le sonrío con timidez-, porque no te sometías a mí.
-A
diferencia de las demás…
-Exacto
-Eso es lo que me extrañaba, nunca una mujer se me negó… Claro, no se lo digo.
Pero me frustraba ver que ella no hacia lo que yo quería, porque lo único que
hacía era huir.
-Era solo
porque sabía que ibas a hacerme daño. Aunque no te conocía, era obvio que
tenías experiencia.
Sé lo que
iba a decir, “un mujeriego”. Tiene razón, eso era, pero yo no perseguía a
ninguna solo a ella.
-Cuando
te dejé durante cuatro días.
-No sigas
–me interrumpe-. Por favor, no hablemos de eso.
-Deja que
te explique una cosa importante -Tiro de ella para acercarla más a mí.
-Estaba
muy aturdido por lo que sentía. Me hizo falta estar lejos de ti para comprender
exactamente lo que era. No lograba entender por qué me comportaba como un
energúmeno. Llegue a pensar que me estaba volviendo loco, Ava. Me pase el
tercer y el cuarto día reviviendo cada momento que había pasado contigo. Los
recordaba una y otra vez hasta que se convirtió en una tortura. Entonces, fui a
buscarte y tú saliste corriendo otra vez.
Ava, la
noche en la que me dijiste que me querías, todo cobró sentido y a la vez
parecía borroso. Quería que me amaras, pero sabía que no me conocías de verdad.
Sabía que había cosas que te harían huir de mí de nuevo. Pero también sabía que
te pertenecía y me daba un miedo mortal pensar que, cuando empezaras a atar
cabos, te marcharías. No podía arriesgarme, no después que me había costado
tantos años encontrarte -Cierro los ojos y respiro hondo-. Esa noche te robé
las píldoras anticonceptivas -La beso con ternura-. Me pasé la noche sentado,
observando cómo dormías, y lo único en lo que podía pensar era en todas y cada
una de las razones por las que no ibas a quererme. Sabía que robarte las
pastillas estaba mal, pero lo veía como una garantía. Estaba muy desesperado.
Ella se
relaja y yo le sonrío.
-Quiero
el mundo entero contigo, nena, y lo quiero para anteayer.
Se queda
un rato en silencio, tratando de asimilar todo lo que le he dicho, y parece que
ya lo había aceptado, porque luego me dice.
-Gracias
por el reloj -Mi mujer ya me perdonó. Tengo todo para ser feliz. Sonrío y paso
mi dedo por su labio inferior.
-De nada.
-Me besa y se pierde en mí. Es un beso lento, suave, exquisito. Es justo como
tiene que ser... Esto es vida.
¡Amo a mi
esposa con todo mi ser! Si tuviera que dar mi vida por ella lo haría sin
dudarlo. En este momento, ella es vital para mi vida, y ahora lo es para la
vida de mi hijo. Todos los días los dedicaré a hacerla feliz. ¡Y doy gracias al
Creador y a la vida por darme este regalo!
CONTINUARÁ…
**Por Fanny Rebellón
No hay comentarios:
Publicar un comentario